17/5

119 19 0
                                    

-Horrible -dijo Howl-. Lily Angorian tiene un corazón como una piedra


recocida -colocó la calavera otra vez en el fregadero y llamó a Michael a gritos-. ¡A


comer! ¡A trabajar! -gritó.


Después del desayuno vaciaron el armario de las escobas. Luego Michael y Howl


hicieron un agujero en una de las paredes. Se oyeron ruidos extraños y levantaron


mucho polvo. Al cabo de un rato los dos llamaron a gritos a Sophie, que entró con


una escoba en la mano y dispuesta a usarla. Y se encontró que, en lugar de la pared,


había un arco que llevaba a los escalones que siempre conectaron la tienda y la casa.


Howl le hizo una seña para que pasara y echara un vistazo. La estancia estaba vacía


y había eco. El suelo estaba cubierto por baldosas negras y blancas, como el salón de


la señora Pentstemmon, y las estanterías, que antes estaban llenas de sombreros,


tenían un jarrón con rosas y un pequeño ramillete de prímulas de seda. Sophie se dio


cuenta de que esperaban que lo admirara, así que consiguió no decir nada.


-Encontré las flores en el taller del patio -dijo Howl-. Ven y mira la parte de


fuera.


Abrió la puerta de la calle y se oyó el tintineo de la misma campanilla que


Sophie había oído toda su vida. Salió cojeando a la calle, vacía a aquellas tempranas


horas de la mañana. La fachada estaba recién pintada de verde y amarillo. Las letras


redondas sobre el escaparate decían:


H. JENKINS FLORES FRESCAS A DIARIO


-¿Has cambiado de idea sobre los apellidos comunes? -preguntó Sophie.


-Solo por motivos de seguridad -dijo Howl-. Prefiero Pendragon.


-¿Y de dónde vendrán las flores frescas? -preguntó Sophie-. No puedes


poner eso y luego vender flores de seda de los sombreros.


-Espera y veras -dijo Howl, traspasando la puerta.


Atravesaron la tienda y el patio en el que Sophie había crecido. Ahora medía solo


la mitad, porque el patio del castillo de Howl ocupaba la otra mitad. Sophie miró por


encima del muro de ladrillo del patio de Howl y vio su antigua casa. Tenía un


aspecto extraño con la nueva ventana del dormitorio de Howl y Sophie se sintió


todavía más rara al darse cuenta de que esa ventana no daba a las cosas que ella


estaba viendo ahora. También vio la ventana de su antigua habitación, sobre la


tienda. Y volvió a sentirse rara, porque ahora no parecía haber forma de subir hasta


allí.


Mientras caminaba tras Howl y subía las escaleras hacia el armario de las escobas,


se dio cuenta de que se sentía como una cascarrabias. Ver su antiguo hogar de


aquella forma la llenaba de sentimientos muy contradictorios.


-Creo que está todo muy bien -dijo Sophie.


-¿De verdad? -dijo Howl con frialdad. Estaba dolido.


«Le encanta que le halaguen», pensó Sophie con un suspiro mientras Howl iba a


la puerta del castillo y giraba el pomo con el morado hacia abajo. Por otra parte, ella


nunca había halagado a Howl, ni tampoco a Calcifer y no veía por qué tendría que


empezar ahora.


Se abrió la puerta y pasaron por delante de setos enormes cargados de flores. El

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora