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desmoronaba. Y cuando Howl abrió sus manos vacías, la puerta quedó también
vacía de la señorita Angorian.
Y ocurrió algo más: en el mismo momento en que la señorita Angorian
desapareció, el espantapájaros también se esfumó. Si Sophie se hubiera molestado en
mirar, habría visto a dos hombre altos junto a la puerta, sonriéndose el uno al otro. El
que tenía la cara arrugada era pelirrojo. El del uniforme verde tenía rasgos más
indeterminados y un chal gris sobre los hombros. Pero Howl se volvió hacia Sophie
justo en ese momento.
-El gris no te sienta bien -le dijo-. Ya lo pensé la primera vez que te vi.
-Calcifer se ha ido -dijo Sophie-. Tuve que romper tu contrato.
Howl parecía un poco triste, pero dijo:
-Los dos esperábamos que lo consiguieras. Ninguno de los dos quería terminar
como la bruja y la señorita Angorian. ¿Dirías que tu pelo es de color zanahoria?
-Rojo dorado -dijo Sophie. Por lo que veía, Howl no había cambiado mucho
ahora que había recuperado su corazón, excepto que tal vez sus ojos eran más
profundos, parecían más ojos y menos canicas de cristal-. Al contrario que el pelo
de otros -añadió-, es natural.
-No sé por qué la gente le da tanto valor a que las tusas sean naturales -dijo
Howl, y Sophie supo que apenas había cambiado nada.
Si Sophie hubiera tenido algo de atención para los demás, habría visto al príncipe
Justin y al mago Suliman estrecharse la mano y darse palmadas en la espalda con
entusiasmo.
-Será mejor que vuelva con mi real hermano -dio el príncipe Justin. Se acercó
a Fanny e hizo una profunda y elegante reverencia-. ¿Estoy hablando con la señora
de la casa?
-Esto... la verdad es que no -dijo Fanny, intentando esconder las escobas tras
la espalda-. La señora de la casa es Sophie.
-O lo será dentro de poco -intervino la señora Fairfax con una sonrisa
benevolente.
Howl le dijo a Sophie.
-No he dejado de preguntarme si serías aquella joven tan linda con la que me
crucé en la fiesta de mayo. ¿Por qué estabas tan asustada aquel día?
Si Sophie hubiera estado prestando atención, habría visto cómo el mago Suliman
se dirigía a Lettie. Ahora que era él mismo, era evidente que el mago Suliman era tan
decidido como ella. Su hermana parecía estar muy nerviosa cuando Suliman se le
acercó.
-Parece que los recuerdos que tenía de ti eran todos del príncipe, y no míos
-dijo.
-No importa -dijo Lettie con valentía-. Fue un error.
-¡Claro que no! -protestó el mago Suliman-. ¿Permitirás al menos que te
tome como alumna?
Lettie se puso colorada como un tomate y no sabía qué decir.
Para Sophie, aquello era problema de Lettie. Ella tenía los suyos. Howl le dijo:

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora