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-Totalmente -dijo Michael-. Sé cuándo está mintiendo porque deja de hacer molinetes con los pulgares. -¡Es verdad! -dijo Sophie, riéndose. -¿Y tú cómo lo sabes? -preguntó Michael sorprendido. -Porque es mi her... la nieta de mi hermana -dijo Sophie-, y de niña no era siempre sincera. Pero... bueno, supongo que ha ido cambiando al crecer. Puede, puede que dentro de un año o así no tenga el mismo aspecto. -Yo tampoco lo tendré -dijo Michael-. La gente de nuestra edad cambia todo el tiempo-. No nos importará. Seguirá siendo Lettie. «De alguna manera», pensó Sophie. -Pero supongamos que estuviera diciendo la verdad -continuó preocupada-, ¿y si conoce a Howl con un nombre falso? -No te preocupes, ya se me había ocurrido -respondió Michael-. Se lo describí, tienes que reconocer que es inconfundible, y no lo ha visto nunca ni a él ni a su maldita guitarra. Ni siquiera tuve que decirle que no sabe tocarla. No lo ha visto nunca, y no dejó de girar los pulgares durante toda nuestra conversación. -¡Qué alivio! -exclamó Sophie, acomodándose en la silla. Y la verdad es que era un alivio saber que Martha estaba a salvo de Howl. Pero en realidad no era tanto alivio, porque Sophie estaba segura de que solo había otra Lettie Hatter en el distrito: la auténtica. Si hubiera habido otra, alguien habría venido a la sombrerería y habría cotilleado sobre ella. Y era muy propio de Lettie mostrarse testaruda y no ceder ante Howl. Lo que le preocupaba a Sophie era que Lettie le había dicho a Howl su nombre verdadero. Tal vez no estuviera segura sobre él, pero le gustaba lo suficiente para confiarle un secreto tan importante como ese. -¡No pongas esa cara de preocupación! -se rió Michael, apoyándose en el respaldo de la silla-. Mira la tarta que te he traído. Cuando Sophie se puso a abrir la caja, se le ocurrió que Michael había pasado de verla como un desastre de la naturaleza a caerle bien. Estaba tan contenta y agradecida que decidió contar a Michael toda la verdad sobre Lettie y Martha y sobre sí misma. Era justo que supiera el tipo de familia que tenía la mujer con la que se iba a casar. La caja se abrió. Era la tarta más deliciosa de Cesari, cubierta de crema y cerezas y pequeñas virutas de chocolate. -¡Oh! -exclamó Sophie. El taco sobre la puerta giró por si solo hasta quedar con la mancha roja mirando hacia abajo. Entonces entró Howl. -¡Qué tarta tan maravillosa! ¡Mi favorita! -dijo-. ¿Dónde la has comprado? -Yo... esto... en Cesari -dijo Michael un poco cortado. Sophie levantó los ojos hacia Howl. Era evidente que algo la interrumpiría siempre cuando estuviera a punto de decir que estaba hechizada. Incluso, al parecer, un mago. -Por el aspecto, merece la pena el paseo -dijo Howl, inspeccionando la tarta-. He oído que Cesari es la mejor pastelería de Kingsbury. Mira que soy tonto, no he ido nunca. ¿Y es un pastel de carne aquello que veo sobre la mesa? -se acercó a mirar-. Pastel sobre un lecho de cebollas crudas. La calavera parece estar sufriendo

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora