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la porquería que hay aquí, aunque no pueda limpiar tu alma de maldad, jovencito. -Howl no es malo -dijo Michael. -Sí que lo soy -le contradijo Howl-. Se te olvida lo malísimo que estoy siendo ahora mismo, Michael -apuntó con la barbilla a Sophie-. Si tantas ganas tienes de ayudar, buena mujer, saca unos cuchillos y tenedores y haz sitio en la mesa. Debajo de la mesa de trabajo había unos taburetes altos. Michael los estaba sacando para sentarse, empujando hacia los lados todos los trastos que había encima para hacer sitio a los cuchillos y tenedores que había sacado de un cajón lateral. Sophie fue a ayudarle. No esperaba que Howl le diera la bienvenida, naturalmente, pero hasta entonces no le había dado permiso para que se quedara más allá del desayuno. Como Michael no parecía necesitarla, Sophie se acercó arrastrando los pies hasta su bastón y lo colocó descaradamente en el armario de las escobas. Como aquello tampoco pareció llamar la atención de Howl, dijo: -Puedes tomarme a prueba durante un mes, si quieres. El mago Howl no dijo nada más que: -Platos, Michael, por favor -y se levantó con la sartén humeante en la mano. Calcifer saltó con un rugido de alivio y ardió con gran estrépito. Sophie hizo otro intento para que el mago se comprometiera. -Si voy a estar aquí limpiando durante el próximo mes -dijo-, me gustaría saber dónde está el resto del castillo. Solo he visto esta sala y el cuarto de baño. Para su sorpresa, Michael y Howl estallaron en carcajadas. Cuando casi habían terminado de desayunar, Sophie descubrió qué les había hecho tanta gracia. A Howl no solo era difícil obligarle a comprometerse, sino que no le gustaba contestar ninguna pregunta en absoluto. Sophie dejó de preguntarle a él y se dirigió a Michael. -Díselo -dijo Howl-. Así dejará de dar la lata. -No hay nada más -dijo Michael-, excepto lo que has visto y dos dormitorios en el piso de arriba. -¿Qué? -se sorprendió Sophie. Howl y Michael se echaron a reír de nuevo. -Howl y Calcifer inventaron el castillo -explicó Michael- y Calcifer lo mantiene en marcha. El interior en realidad es la vieja casa de Howl en Porthaven, que es la única parte real. -¡Pero si Porthaven está a cientos de millas de aquí, en la costa! -exclamó Sophie-. ¡Qué vergüenza! ¿Y qué pretendes con este castillo grande y feo que recorre las colinas de Market Chipping aterrorizando a la gente? Howl se encogió de hombros. -¡Qué mujer más directa! He llegado a ese punto en mi carrera en que necesito impresionar a todo el mundo con mi poder y maldad. No quiero que el Rey piense bien de mí. Además, el año pasado ofendí a alguien muy poderoso y tengo que mantenerme alejado. Era una forma un tanto extraña de evitar a alguien, pero Sophie supuso que los magos se regían por normas distintas a las de la gente corriente. Y enseguida

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora