21/7

98 14 0
                                    

espalda. Era muy ruidoso y nada cómodo, pero el Páramo volaba bajo sus pies.
-¡No es culpa de Calcifer! -gritó Sophie-. Le pedí que no te dijera nada.
-No lo habría dicho de todas formas -contestó Howl a gritos-. Sabía que
nunca delataría a otro demonio del fuego. Calcifer fue siempre mi punto débil.
-¡Yo creía que era Gales! -gritó Sophie.
-¡No! ¡Eso lo hice a propósito! -aulló Howl-. Sabía que si intentaba algo allí
me enfadaría tanto que la detendría. Tenía que dejarle una puerta abierta, ¿no lo
entiendes? La única oportunidad que tenía de rescatar al príncipe Justin era usar la
maldición que me había echado para acercarme a ella.
-¡Ibas a rescatar al príncipe! -exclamó Sophie-. ¿Por qué fingiste escapar?
¿Para engañar a la bruja?
-¡Pues no! -gritó Howl-. ¡Soy un cobarde! ¡La única manera de atreverme a
hacer algo tan terrorífico como esto es convencerme a mí mismo de que no lo voy a
hacer!
«¡Ay, madre!», pensó Sophie, volviendo la cabeza en el torbellino de arena.
«¡Está siendo honesto! Y ahora el viento. ¡La última parte del maleficio se ha
cumplido!».
La arena ardiendo la golpeaba y le dolía la muñeca que la agarraba Howl.
-¡Sigue corriendo! -gritó Howl-. ¡A esta velocidad te vas a hacer daño!
Sophie cogió aire y obligó a sus piernas a moverse. Ahora se veían claramente las
montañas y la línea de verde de los arbustos en flor. Aunque el torbellino de arena
amarilla les nublaba la vista, las montañas fueron creciendo y línea verde se fue
acercando hacia ellos hasta que tuvo la altura de un seto.
-¡Todos los flancos eran mi punto débil! -grito Howl. -Confiaba en que
Suliman estuviese vivo. Y cuando creí que lo único que quedaba de él era Percival,
tuve tanto miedo que salí a emborracharme. ¡Y luego vas tú y le sigues el juego a la
bruja!
-¡Soy la mayor! -gritó Sophie-. ¡Soy un fracaso!
-¡Idioteces! -gritó Howl-. ¡Lo que pasa es en no piensas las cosas con la
cabeza!
Howl empezó a frenar. Densas nubes de polvo se acumularon a su alrededor.
Sophie sabía que los arbustos estaban cerca porque oía el rumor del viento arenoso
entre las hojas. Descendieron entre las plantas en medio de grandes crujidos y
todavía iban tan rápido que Howl tuvo que torcer y agarrar a Sophie durante una
larga carrera sobre la superficie del lago.
-Y eres demasiado buena -añadió, por encima del chapoteo del agua y el
repiqueteo de la arena sobre las hojas de los nenúfares-. Yo confiaba en que
estuvieras tan celosa que no permitirías acercarse a ese demonio.
Llegaron a la orilla vaporosa al trote. Los arbustos a ambos lados del camino se
zarandearon a su paso y pájaros y pétalos se vieron arrastrados por el torbellino que
les seguía. El castillo avanzaba lentamente hacia ellos, con su columna de humo
ondeando al viento. Howl se detuvo lo suficiente para abrir la puerta de golpe, y se
lanzó a sí mismo y a Sophie al interior.

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora