más que los soldados. Con la suerte que estaba teniendo hoy, no le hubiera
sorprendido toparse con Michael y Howl que venían hacia abajo. Como era evidente
que la bruja se iba a quedar allí para asegurarse de que subía, no le quedó más
remedio que hacerlo. Se puso en camino cojeando, pasando junto a los soldados
sudorosos, hasta llegar a la entrada del Palacio, odiando a la bruja con cada paso que
daba. Dio media vuelta en la cima, jadeante. La bruja seguía allí, como una forma
flotante de color cobre con dos figuras anaranjadas a su lado, esperando a ver cómo
la echaban de Palacio.
-¡Maldita sea! -protestó Sophie. Se acercó a los guardias de la entrada. Su mala
suerte seguía acompañándola. No había ni rastro de Michael ni de Howl hasta donde
alcanzaba la vista. Se vio obligada a decirles a los guardias:
-Hay una cosa que se me ha olvidado mencionar al Rey.
Se acordaban de ella. La dejaron pasar y la recibió un personaje de guantes
blancos. Y antes de que Sophie se hubiera recuperado, la maquinaria del Palacio se
había puesto de nuevo en movimiento y se la fueron pasando de un criado a otro,
igual que la primera vez, hasta que llegó a las mismas puertas y la misma persona
vestida de azul anunció:
-La señora Pendragon para verle de nuevo, Su Majestad.
Mientras entraba otra vez en el salón Sophie pensó que era como una pesadilla.
Parecía que no le quedaba más remedio que volver a ensuciar el nombre de Howl. El
problema era que, con todo lo que había pasado, y con el miedo escénico, volvió a
quedarse en blanco, más en blanco que nunca.
Esta vez el Rey estaba de pie junto a un gran escritorio que había en un rincón,
moviendo con nerviosismo unas banderas sobre un mapa. Levantó la vista y dijo
amablemente:
-Me comunican que se le ha olvidado decirme algo.
-Sí -respondió Sophie-. Howl dice que solo buscará al príncipe Justin si le
promete la mano de su hija en matrimonio.
«¿Cómo se me habrá ocurrido eso?», pensó Sophie. «¡Nos va a ejecutar a los
dos!».
El Rey la miró preocupado.
-Señora Pendragon, debe saber que eso está fuera de cuestión -dijo-. Me doy
cuenta de que debe estar muy preocupada por su hijo para sugerirlo, pero no puede
llevarlo atado al delantal toda la vida, ¿sabe? Además ya he tomado la decisión. Por
favor, siéntese aquí un momento. Parece cansada.
Sophie avanzó a trompicones hasta la silla que le indicaba el Rey y se dejó caer en
ella, preguntándose cuándo llegarían los guardias a arrestarla.
El Rey miró a su alrededor vagamente.
-Mi hija estaba aquí hace un momento -dijo. Con considerable sorpresa para
Sophie, se inclinó y miró debajo del escritorio-. Valeria -llamó-. Vali, sal de ahí.
Por aquí, muy bien.
Se oyeron unos roces y al cabo de un segundo la princesa Valeria salió gateando
de debajo del escritorio con una sonrisa bondadosa. Tenía cuatro dientes. Pero no era lo bastante mayor para que le hubiera crecido el pelo. Lo único que tenía era una
corona de mechones blancos sobre las orejas. Al ver a Sophie, sonrió aún más y
alargó la mano que se había estado chupando para agarrar su vestido. En el vestido
de Sophie apareció una mancha de humedad cada vez mayor mientras la princesa se
ponía de pie. Al mirar al rostro de Sophie, Valeria hizo un comentario amistoso en
una lengua que Sophie no conocía.
-¡Oh! -exclamó Sophie, sintiéndose ridícula.
-Entiendo perfectamente su preocupación de madre, señora Pendragon -dijo
el Rey.
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EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...