su mirada aterrada, su rostro carecía por completo de personalidad.
-¿Quién eres, amigo? -le preguntó Howl.
El hombre se tocó la cara con manos temblorosas.
-No estoy seguro...
Calcifer dijo:
-El último nombre al que respondió es Percival.
El hombre miró a Calcifer como si hubiera preferido que no supiera aquello.
-¿Ah, sí? -preguntó.
-Entonces te llamaremos Percival por ahora -dijo Howl. Le dio la vuelta al
ex-perro y lo sentó en la silla-. Siéntate aquí tranquilamente y cuéntanos qué es lo
que recuerdas. Por lo que parece, la bruja te ha tenido en su poder bastante tiempo.
-Sí -contestó Percival, tocándose de nuevo la cara-. Me quitó la cabeza.
Recuerdo... Recuerdo estar sobre una estantería, mirando al resto de mi cuerpo.
Michael estaba atónito.
-¡Pero entonces estarías muerto! -protestó.
-No necesariamente -aclaró Howl-. Tú todavía no has llegado a ese tipo de
brujería pero, si quisiera y con la técnica adecuada, podría quitarte la parte del
cuerpo que se me antojase y dejar que el resto siguiera vivo -miró al experro con el
ceño fruncido-. Pero no estoy seguro de que la bruja haya colocado a este
correctamente.
Calcifer, que se esforzaba visiblemente por demostrar que estaba trabajando
mucho por Howl, añadió:
-Este hombre está incompleto y también tiene partes de otro hombre.
Percival parecía más aterrorizado que nunca.
-No le alarmes, Calcifer -dijo Howl-. Ya debe de sentirse bastante mal de por
sí. ¿Sabes por qué te quitó la bruja la cabeza, amigo? -le preguntó a Percival.
-No -respondió-. No me acuerdo de nada.
Sophie sabía que aquello no podía ser verdad. Rebufó.
Entonces a Michael se le ocurrió una idea de lo más interesante. Se inclinó sobre
Percival y preguntó:
-¿Respondiste alguna vez al nombre de Justin o Su Alteza Real?
Sophie volvió a rebufar. Sabía que aquello era ridículo incluso antes de que
Percival dijera:
-No. La bruja me llamaba Gastón, pero ese no es mi nombre de verdad.
-No le agobies, Michael -dijo Howl-. Y no hagas que Sophie vuelva a
resoplar. Del humor que está hoy, es capaz de derribar el castillo con sus bufidos.
Aunque aquel comentario parecía indicar que a Howl se le había pasado el
enfado, Sophie se sentía más rabiosa que nunca. Salió indignada hacia la floristería,
donde fue de un lado para otro, cerrando la tienda y quitando las cosas del medio.
Luego fue a ver los narcisos. Algo había salido terriblemente mal. Se habían
convertido en unas cosas marrones y mojadas que salían de un cubo lleno del líquido
más apestoso que había visto en su vida.
-¡Maldita sea! -gritó Sophie.
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EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...