Capítulo 16

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"En el que ocurre muchísima magia"

PASARON VARIAS HORAS. El perro-hombre volvió a tener hambre y Michael y


Sophie decidieron almorzar también. Sophie se acercó a Calcifer con la sartén.


-¿Por qué no coméis pan con queso para variar? -protestó Calcifer.


Pese a todo, inclinó la cabeza. Sophie estaba poniendo la sartén sobre las rizadas


llamas verdes cuando se oyó la ronca voz de Howl salida de la nada.


-¡Prepárate, Calcifer! ¡Me ha encontrado!


Calcifer se irguió inmediatamente. La sartén cayó sobre las rodillas de Sophie.


-¡Tendrás que esperar! -rugió Calcifer, alzándose con llamas cegadoras por el


hueco de la chimenea. Casi al mismo tiempo, se desmembró en una docena de caras


azules más pequeñas, como si lo estuvieran sacudiendo violentamente, y ardió con


un ruido fiero y ronco.


-Eso significa que están luchando -susurró Michael.


Sophie se chupó un dedo que se le había quemado un poco mientras que con la


otra mano recogía lonchas de beicon de su falda, mirando con malas pulgas a


Calcifer, que se sacudía de un lado a otro de la chimenea. Sus caras borrosas


flameaban con un azul marino a azul cielo y luego casi blancas. En un instante tenía


muchos ojos anaranjados y al siguiente, hileras de ojos plateados. Sophie nunca


había imaginado una cosa igual.


Algo pasó volando por encima con un golpe y una explosión que sacudió todos


los objetos de la habitación, otra lo siguió con un rugido largo y agudo. Calcifer ardía


de negro y a Sophie se le puso la piel de gallina al sentir el estruendo de la magia.


Michael corrió a la ventana.


-¡Están muy cerca!


Sophie se acercó cojeando. La tormenta de magia parecía haber afectado a la


mitad de las cosas de la habitación. A la calavera le temblequeaba la mandíbula con


tanta fuerza que la hacía moverse en círculos. Los paquetes saltaban. Dentro de los


tarros, los polvos bullían. Un libro se cayó pesadamente de una de las estanterías y se


quedó abierto en el suelo, con las hojas abanicándose solas de atrás a adelante. De un


rincón de la habitación salió un vapor aromático del baño; en el otro, la guitarra de


Howl produjo unas notas desafinadas. Y Calcifer se agitaba con más intensidad que


nunca.


Michael puso la calavera en el fregadero para que no se cayera al suelo con tanto


tembleque mientras abría la ventana y se asomaba. Y comprobó exasperado que la


pelea quedaba fuera de su vista. La gente de las casas de enfrente se asomaba a las


puertas y ventanas, señalando con el dedo hacia algo que estaba más o menos sobre


sus cabezas. Sophie y Michael corrieron hacia el armario de las escobas, cogieron


cada uno una capa de terciopelo y se la echaron por encima de los hombros. Sophie

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora