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Mientras tanto, Michael no dejaba de acercarse a Howl intentando preguntarle


por el desconcertante conjuro. A Howl no dejaban de ocurrírsele nuevos e


intrincados detalles para contarle al Rey y apartaba a Michael una y otra vez.


-Ahora no, Michael. Y he pensado, Sophie, que te vendría bien algo de práctica


para que el palacio no te sobrecoja. No sería buena idea que te quedaras paralizada


en medio de la audiencia. Ahora no, Michael. Así que te he organizado una visita a


mi vieja tutora, la señora Pentstemmon. Es una anciana majestuosa. En cierto modo


es más majestuosa que el propio Rey. Así te acostumbrarás a ese tipo de cosas antes


de llegar a Palacio.


Para entonces Sophie estaba deseando no haber dicho que sí. Se sintió totalmente


aliviada cuando por fin Howl se volvió hacia Michael.


-A ver, Michael. Te toca a ti. ¿Qué pasa?


Michael agitó el papel gris brillante y explicó a borbotones desconsolados cómo


aquel conjuro era imposible.


Howl se quedó un tanto sorprendido al oírle, pero cogió el papel, diciendo:


-¿Cuál es tu problema? -y extendió la hoja. Se quedó con la mirada fija y


arqueó una ceja.


-Lo intenté tomándolo como un acertijo y también probé siguiéndolo al pie de


la letra -explicó Michael-. Pero Sophie y yo no pudimos atrapar a la estrella fugaz


y...


-¡Madre mía! -exclamó Howl. Empezó a reírse y tuvo que morderse el labio


para parar-. Pero, Michael, este no es el conjuro que te dejé. ¿Dónde lo has


encontrado?


-En la mesa, en ese montón de cosas que Sophie amontonó junto a la calavera


-dijo Michael-. Era el único conjuro nuevo que había, así he pensado...


Howl se levantó de un salto y buscó entre las cosas que había en la mesa.


-Sophie ataca de nuevo -dijo. Apartaba las cosas a un lado y a otro mientras


buscaba-. ¡Debí de haberlo imaginado! No, el conjuro no está aquí-. Dio un


golpecito a la calavera sobre la frente marrón y brillante-. ¿Cómo estás, amigo? Tengo la impresión de que vienes de allí. Estoy seguro de que al menos la guitarra sí.


Esto... Sophie, querida...


-¿Qué? -preguntó Sophie.


-Viejecilla entrometida, desobediente Sophie -dijo Howl-, ¿Me equivoco al


pensar que has girado el pomo con la mancha negra hacia abajo y has sacado por la


puerta tu larga nariz?


-Solo el dedo -dijo Sophie con dignidad.


-Pero abriste la puerta -dijo Howl-, y la cosa que Michael cree que es un


conjuro debe de haberse colado por ella. ¿No se os ocurrió a ninguno de los dos que


no se parece a ningún conjuro?


-A veces los conjuros tienen un aspecto raro -dijo Michael-. ¿Qué es?


Howl soltó una carcajada.


-Decide cuál es el tema y escribe otro verso. ¡Ay, señor! -dijo, y salió corriendo


hacia las escaleras-. Os lo enseñaré -dijo mientras las subía a grandes trancos.

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora