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frenéticas sirenas, como dándose cuenta de que eran parte de la maldición.
-¡Concéntrate en la bruja! -gritó el caballo que estaba junto a Sophie.
La bruja se materializó, de pie sobre la nube de la derecha, envuelta en una
túnica color fuego y con melena pelirroja, levantando los brazos para invocar la
magia. Cuando Howl se dio la vuelta y la miró, bajó los brazos. La nube de Howl
estalló en una fuente de llamas de color rosa. La ola de calor azotó el puerto y las
piedras del malecón despedían vapor.
-¡No pasa nada! -respiró el caballo.
Howl estaba abajo, en el barco, que daba bandazos y parecía punto de hundirse.
Ahora era una diminuta figura negra apoyada contra el maltrecho mástil. Le hizo ver
a la bruja que había fallado saludándola descaradamente con la mano. La bruja lo vio
en cuanto la saludó. La nube, la bruja y todo lo demás se convirtieron al instante en
un pájaro rojo que se lanzó furiosamente contra el velero.
El barco desapareció. Las sirenas entonaron un triste lamento. Donde había
estado la embarcación no había más que olas agitadas y pesarosas. Pero el pájaro iba
demasiado deprisa y no le había dado tiempo a frenar. Se zambulló en el mar con un
enorme chapoteo.
Los espectadores daban vítores.
-¡Ya sabía yo que no era un barco de verdad! -dijo alguien detrás de Sophie.
-Sí, seguramente se trataba de una ilusión -dijo el caballo perspicazmente-.
Era demasiado pequeño.
Como prueba de que el barco había estado más cerca de lo que parecía, las olas
salpicaron el malecón antes de que Michael terminara de hablar. Una gigantesca
colina de agua verde, de unos veinte pies de alto, pasó suavemente por encima de las
piedras, arrastrando a las sirenas aterrorizadas hasta el puerto, sacudiendo
violentamente los barcos amarrados y estrellándose en remolinos contra la caseta del
contramaestre del puerto. Del lomo del caballo apareció una mano que arrastró a
Sophie de vuelta hacia el muelle. Sophie avanzaba jadeante y tropezándose, con el
agua por las rodillas. El perro-hombre corría su lado, calado hasta las orejas.
Acababan de llegar al muelle y los barcos del puerto habían recobrado su
posición vertical cuando una segunda montaña de agua rodó sobre el malecón. De
su costado liso surgió un monstruo. Era una cosa grande, negra y con garras, mitad
gato, mitad león marino, y se dirigió a toda velocidad hacia el muelle. Entonces salió
otra criatura de la ola, justo cuando rompía sobre el puerto. Era también alargada,
pero con más escamas, y perseguía a la primera fiera.
Todos se dieron cuenta de que la pelea no había terminado aún y echaron a
correr chapoteando hacia los cobertizos y las casas del puerto. Sophie se tropezó con
una cuerda y luego con un escalón. El brazo volvió a salir del caballo y la sujetó justo
cuando los dos monstruos pasaban corriendo a su lado envueltos en un torbellino de
agua salada. Cuando la siguiente ola pasó por encima del malecón, otros dos monstruos salieron de ella, idénticos a los dos primeros, excepto que el de las escamas
estaba más cerca del felino. Y la siguiente volvió a traer otros dos, todavía más cerca
el uno del otro.

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora