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Sophie intentó decirle a Michael que parara, que estaba aterrorizada. Pero no


tuvo aliento para pronunciar palabra.


-Solo quiero atraparte -dijo Michael-. No te dolerá.


-¡No! ¡No! -exclamó la estrella desesperada-. ¡Eso está mal! ¡Se supone que


debo morir!


-Pero si me dejas atraparte podría salvarte -le dijo Michael con dulzura.


-¡No! -gritó la estrella-. ¡Prefiero morir!


Se alejó de los dedos de Michael, que se lanzó tras ella. Pero era demasiado


rápida para él. Trazó un arco hasta el siguiente charco y el agua negra saltó un


instante envuelta en la llama blanca. Luego se vio un pequeño chisporroteo moribundo. Cuando Sophie se acercó cojeando, Michael observó cómo desaparecía la


última luz bajo las aguas oscuras.


-¡Qué triste! -dijo Sophie.


Michael suspiró.


-Sí -dijo Michael-. Sentí casi cómo se me iba el corazón con ella. Vámonos a


casa. Estoy harto de este conjuro.


Tardaron veinte minutos en localizar las botas. A Sophie le pareció un milagro


que lograran encontrarlas.


-Sabes -dijo Michael, mientras avanzaban derrotados por las calles de


Porthaven-, nunca seré capaz de hacer este conjuro. Es demasiado avanzando para


mí. Tendré que preguntarle a Howl. Odio rendirme, pero al menos podré tener una


conversación normal con él, ahora que esta Lettie Hatter se le ha rendido.


Aquello no animó a Sophie.

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora