que me aguarda un tercer encuentro, mágico o no. Es más, insisto en que tiene que haberlo. Me pregunto qué será. El tercer encuentro llegó hacia el final de la tarde. Cuando Sophie había avanzado hasta la parte alta de las colinas, un campesino se acercó hacia ella silbando por el sendero. Sophie pensó que sería un pastor, que volvía a casa tras cuidar de sus ovejas. Era un hombre joven muy apuesto, de unos cuarenta años más o menos. —¡Dios mío! —se dijo Sophie—. Esta mañana me habría parecido un hombre mayor. ¡Cómo lo cambia todo el punto de vista! Cuando el hombre vio a Sophie murmurando para sí, se apartó con cuidado hacia el otro lado del sendero y la saludó con gran amabilidad. —¡Buenas tardes, madre! ¿Hacia dónde va? —¿Madre? —dijo Sophie—. ¡Yo no soy tu madre, joven!—Era solo una forma de hablar —dijo el pastor, apartándose lentamente hacia el seto del otro lado—. Solo le he preguntado por educación, al verla caminar por las colinas a esta hora de la tarde. No volverá a Upper Folding antes de que anochezca, ¿verdad? Sophie no se había parado a pensarlo. Se detuvo y lo consideró. —Lo cierto es que no importa —dijo, a medias para sí misma—. No se puede ser escrupuloso cuando se sale a buscar fortuna. —¿De verdad, madre? —dijo el pastor. Ya había dejado atrás a Sophie y pareció sentirse más tranquilo—. Entonces le deseo buena suerte, siempre que su fortuna no tenga nada que ver con hechizar el ganado de los demás. Y avanzó sendero abajo a grandes zancadas, casi corriendo. Sophie lo miró indignado. —¡Me ha tomado por una bruja! —le dijo a su bastón.Le dieron ganas de asustar al pastor gritando cosas desagradables, pero le pareció una maldad. Siguió avanzando cuesta arriba, refunfuñando. Al poco tiempo llegó a las tierras altas cubiertas de brezos, donde los setos de ambos lados del ca-mino habían desaparecido. A lo lejos se veían pendientes cubiertas de hierba amarilla que se agitaba con el viento. Sophie siguió adelante con determinación. Para entonces le dolían los pies viejos y nudosos, la espalda y las rodillas. Estaba tan cansada que no podía ni murmurar, pero siguió adelante, jadeando, hasta que el sol se acercó al horizonte. Y de repente comprendió que no podía dar un paso más. Se dejó caer sobre una piedra junto al camino, preguntándose qué hacer. —¡La única fortuna en la que puedo pensar ahora mismo es una silla cómoda! —exclamó. La piedra resultó ser una especie de mirador, que le ofreció a Sophie una vista magnífica del camino por el que había venido. A sus pies se extendía casi todo el valle con sus campos, vallados y setos, los meandros del río y las mansiones elegantes de los ricos que resplandecían entre las arboledas bajo el sol poniente, hasta llegar a las montañas azules a lo lejos. Justo debajo se veía Market Chipping. Sophie contempló sus calles que le resultaban tan familiares. Ahí estaban la Plaza del
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EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...