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negro, del mismo negro azabache que el pelo de la señorita Angorian. Su pendiente


era largo y negro. Sophie pensó que ese color de pelo sería en honor a la señora


Pentstemtnon. Estuvo de acuerdo con ella en que el pelo negro le sentaba bien.


Pegaba mejor con sus ojos verde cristal. Pero no dejó de preguntarse cuál de los dos


trajes sería aquel.


Howl se conjuró un pañuelo negro y se sonó la nariz. La ventana retembló.


Cogió una rebanada de pan con miel de la mesa y llamó al perro-hombre, que le


miró dubitativo.


-Solo quiero que te quedes donde pueda verte bien -le dijo Howl con voz


ronca. Seguía teniendo un mal resfriado-. Ven aquí, bonito.


Mientras el perro se arrastraba receloso hacia el medio de la habitación, Howl


añadió:


-No encontrarás el otro traje en el baño, doña Fisgona. No volverás a tocar mi


ropa nunca más.


Sophie detuvo su avance de puntillas hacia el baño y vio cómo Howl caminaba


alrededor del perro, comiendo pan con miel y sonándose la nariz, alternativamente.


-¿Qué os parece esto como disfraz? -preguntó.


Movió el pañuelo negro hacia Calcifer se inclinó hacia el suelo para ponerse de


rodillas. Casi en el mismo momento en que empezó a moverse, desapareció. Para


cuando llegó al suelo se había convertido en un setter color caramelo, igual que el


perro-hombre.


El perro-hombre se quedó totalmente sorprendido y sus instintos lo dominaron.


Se le erizó el pelo, bajó las orejas y se puso a gruñir. Howl le siguió la corriente, o tal


vez sintiera lo mismo. Los dos perros idénticos caminaron en círculos uno alrededor


del otro, mirándose con ojos encendidos, gruñendo, alerta y preparados para luchar.


Sophie agarró por la cola al que creyó que era el perro-hombre. Michael intentó


sujetar al que creyó que era Howl. Howl se convirtió a toda prisa en sí mismo.


Sophie se encontró con una persona alta y negra de pie delante de ella y soltó la parte


de atrás de la chaqueta de Howl. El perro-hombre se sentó a los pies de Michael, con


una mirada trágica.


-Muy bien -dijo Howl-. Si puedo engañar a otro perro, puedo engañar a


cualquiera. En el funeral nadie se fijará en un perro callejero que levanta la pata


contra una tumba.


Se acercó a la puerta y movió el pomo hacia el azul.


-Espera un momento -dijo Sophie-. Si vas al funeral como un setter, ¿para


qué te ha molestado en vestirte todo de negro?


Howl levantó la barbilla y puso una expresión noble.


-Por respeto a la señora Pentstemmon -dijo, abriendo la puerta-. Le gustaba


que pensáramos en cada detalle.


Y salió a las calles de Porthaven.

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora