encaminándose hacia la puerta—. Aire fresco —abrió la puerta y salió. Calcifer
obedientemente paró el castillo en seco. Sophie aterrizó entre los brezos y miró a su
alrededor para orientarse. El camino que llevaba a Upper Folding sobre las colinas
era una línea de arena entre los arbustos que partía cuesta abajo justo desde donde
estaba el castillo. Claro, Calcifer se lo había puesto fácil a Howl. Sophie avanzó hacia
allí. Se sentía un poco triste. Iba a echar de menos a Michael y a Calcifer.
Casi había llegado al sendero cuando oyó gritos tras de sí. Michael llegó
corriendo por la ladera y el castillo negro y alto lo siguió dando tumbos y lanzando
preocupadas nubes de humo por las cuatro torres.
—¿Qué haces? —dijo Michael cuando la alcanzó. Por cómo la miraba, Sophie se
dio cuenta de que Michael creía que el espantapájaros la había vuelto loca.
—Estoy perfectamente —respondió Sophie indignada—. Simplemente voy a ver
mi otra her... nieta de mi otra hermana. También se llama Lettie Hatter. ¿Lo
entiendes ahora?
—¿Dónde vive? —preguntó Michael, como si pensara que Sophie no lo sabía.
—En Upper Folding —contestó Sophie.
—¡Pero eso está a más de diez millas de aquí! —dijo Michael—. Le prometí a
Howl que te haría descansar. No puedo dejar que te marches. Le dije que no te
perdería de vista.
A Sophie no le hizo ninguna gracia. Ahora Howl la consideraba útil porque
quería que fuese a ver al Rey, por eso no quería que se fuese del castillo.
—¡Ja! —dijo.
—Además —advirtió Michael lentamente, empezando a comprender la
situación—, Howl también debe de haber ido a Upper Folding.
—No lo dudo —dijo Sophie.
—Entonces estás preocupada por esa chica, si es tu sobrina nieta —dijo Michael,
al comprenderlo por fin—. ¡Ya lo entiendo! Pero no puedo dejar que te vayas.
—Me marcho —dijo Sophie.
—Pero si Howl te ve allí, se pondrá furioso —dijo Michael, todavía pensativo—.
Y como yo le prometí cuidar de ti, se enfadará con los dos. Deberías descansar
—entonces, cuando Sophie estaba casi a punto de pegarle, exclamó—: ¡Un momento!
¡Hay un par de botas de siete leguas en el armario de las escobas!
La cogió por la muñeca delgaducha y la llevó cuesta arri ba hacia el castillo, que
los estaba esperando. Sophie se vio obligada a dar pequeños saltitos para que no
tropezar entre el brezo.
—Pero —jadeó—, ¡siete leguas son veintiuna millas! ¡Con dos pasos estaré a
mitad de camino de Porthaven!
—No, son diez millas y media por cada paso —dijo Michael—. Con eso llegamos
a Upper Folding más o menos. Nos pondremos una bota cada uno, así no te perderé
de vista, no te cansarás y Howl ni siquiera se enterará de dónde hemos estado. ¡Así
se resuelven todos nuestros problemas!
Michael estaba tan contento con su idea que Sophie no tuvo el valor de protestar.
Se encogió de hombros y pensó que sería mejor que Michael se enterara de lo de las
ESTÁS LEYENDO
EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...