Capítulo 10

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“En el que Calcifer le promete una pista a Sophie”


HOWL DEBIÓ DE LLEGAR mientras Sophie y Michael estaban fuera. Salió del baño
cuando Sophie estaba haciendo el desayuno con Calcifer y se sentó con elegancia en
la silla, limpio y reluciente y oliendo a madreselva.
—Querida Sophie —le dijo—. Siempre tan ocupada. Ayer trabajaste duro a pesar
de mi recomendación, ¿verdad? ¿Por qué has hecho un rompecabezas con mi mejor
traje? Es una pregunta amistosa, nada más.
—Porque lo destrozaste el otro día —dijo Sophie—. Lo estoy reconstruyendo.
—Eso lo puedo hacer yo —dijo Howl—. Creí que ya te lo había demostrado.
También te puedo hacer un par de botas de siete leguas para ti sola si me dices cuál
es tu talla. Algo práctico en piel marrón, tal vez. Es increíble cómo uno puede dar un
paso de diez millas y media y aún así aterrizar en una boñiga de vaca.
—Puede haber sido de toro —dijo Sophie—. Supongo que también encontrarías
en ellas lodo de los pantanos. Una persona de mi edad necesita hacer ejercicio.
—Entonces has estado más ocupada de lo que creía —dijo Howl—. Porque
resulta que ayer, cuando aparté los ojos del hermoso rostro de Lettie por un instante,
creí ver tu larga nariz asomándose por la esquina de la casa.
—La señora Fairfax es una amiga de la familia —dijo Sophie—. ¿Cómo iba yo a
saber que tú también estarías allí?
—Tienes un instinto especial, Sophie —continuó Howl—. Contigo nada está a
salvo. Si decidiera cortejar a una doncella que viviera en un iceberg en el medio del
océano, antes o después, probablemente antes, levantaría la vista y te vería volando
por allí en una escoba. De hecho, me llevaría una decepción si no fuera así.
—¿Vas a ir hoy al iceberg? —replicó Sophie—. ¡Por la cara que tenía Lettie ayer,
no hay razón para volver a verla!
—Qué mal me tratas, Sophie —dijo Howl. Sonaba dolido de verdad. Sophie le
miró de soslayo con desconfianza. Detrás de la joya roja que le brillaba en la oreja, el
perfil de Howl se veía triste y noble—. Habrán de pasar largos años antes de que deje
a Lettie —dijo—. Y de hecho, hoy voy a ver al Rey otra vez. ¿Satisfecha, doña
Metomentodo?
Sophie no sabía si debía creerse todo aquello, aunque después de desayunar,
salió hacia Kingsbury de verdad, con el taco con la mancha roja hacia abajo, tras
apartar a Michael que intentaba consultarle sobre el difícil conjuro. El joven, como no
tenía otra cosa que hacer, también se marchó. Dijo que podía aprovechar para ir a
Cesari.
Sophie se quedó sola. Seguía sin creerse del todo lo que Howl había dicho sobre



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