al conde de Catterack? -rió-. ¡Nunca debí dejar que te acercaras al Rey!
-¡Pero sí que ensucié tu nombre! -protestó Sophie.
-Ya lo sé. Calculé mal -dijo Howl-. ¿Y ahora cómo voy a ir al funeral de la
señora Pentstemmon sin que se entere la bruja? ¿Alguna idea, Calcifer?
Saltaba a la vista que Howl estaba más afectado por la muerte de la señora
Pentstemmon que por todo lo demás.
Michael era el que estaba preocupado por la bruja. A la mañana siguiente confesó
que había tenido pesadillas durante toda la noche. Soñó que entraba por todas las
puertas del castillo a la vez.
-¿Dónde está Howl? -preguntó nervioso.
Howl había salido muy temprano, dejando el cuarto de baño cargado del vaho
perfumado, como siempre. No se había llevado la guitarra y el taco de madera estaba
girado hacia el verde. Ni siquiera Calcifer lo sabía.
-No le abráis la puerta a nadie -dijo Calcifer-. La bruja conoce todas las
entradas, excepto la de Porthaven.
Aquello alarmó tanto a Michael que cogió unos tablones del patio y los apuntaló
formando una cruz sobre la puerta. Luego se puso a trabajar por fin en el conjuro que
le había devuelto a la señorita Angorian.
Media hora más tarde el pomo se giró solo con el negro hacia abajo. La puerta se
puso a temblar. Michael se agarró a Sophie.
-No tengas miedo -le dijo tembloroso-. Yo te protegeré.
La puerta se sacudió violentamente durante unos minutos. Y luego se detuvo.
Michael soltó a Sophie con gran alivio cuando se oyó una violenta explosión. Los
tablones cayeron al suelo. Calcifer se retiró hacia el fondo del hogar y Michael se
escondió en el armario de la limpieza, dejando a Sophie sola cuando se abrió la puerta
y Howl entró hecho una furia.
-¡Esto es demasiado, Sophie! -dijo-. Yo también vivo aquí.
Estaba empapado. El traje gris y escarlata estaba blanco y marrón. Las mangas y
las puntas de su cabello goteaban agua.
Sophie miró el taco, que seguía apuntando hacia el negro. «La señorita Angorian»,
pensó. «Y ha ido a verla con el traje encantado.»
-¿Dónde has estado? -preguntó.
Howl estornudó.
-Plantado en la lluvia. No es asunto tuyo -dijo con voz ronca-. ¿Para qué eran
esos tablones?
-Los he puesto yo -dijo Michael, mientras se deslizaba fuera del armario-. La
bruja...
-Ya veo que crees que no sé lo que me hago -dijo Howl irritado-. Tengo
puestos tantos conjuros de pérdida que la mayoría de la gente no nos encontraría
nunca. Incluso a la bruja le calculo tres días. Calcifer, necesito beber algo caliente.
Calcifer estaba otra vez muy alto entre sus troncos, pero en cuanto Howl se acercó
a la chimenea, se escondió de nuevo.
-¡No te acerques así! ¡Estás mojado! -siseó.
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EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...