que lo intentaba. Aquello era otro aspecto de su extraño comportamiento: no le
gustaba que Sophie hiciera nada por Howl. A ella le pareció muy razonable. Cogió el
triángulo número ochenta y cinco.
Michael bajó de buen humor y se puso de nuevo con su conjuro. Estaba tan
contento que mientras trabajaba se unió a Calcifer en su canción sobre la sartén y
charlaba con la calavera igual que hacía Sophie.
-Vamos a vivir en Market Chipping -le dijo a la calavera-. Podré ir a ver a mi
Lettie todos los días.
-¿Por eso le has dicho a Howl lo de la tienda? -le preguntó Sophie mientras
enhebraba la aguja. Ya iba por el triángulo número ochenta y nueve.
-Sí -contestó Michael-. Lettie me habló de ella cuando pensábamos en cómo
seguir viéndonos. Yo le dije...
Le interrumpió la llegada de Howl, que bajaba las escaleras envuelto en su
colcha.
-Esta es definitivamente mi última aparición -graznó Howl-. Se me ha
olvidado deciros que mañana van a enterrar a la señora Pentstemmon en su finca
cerca de Porthaven y que necesito que este traje esté limpio para entonces -Howl
sacó el traje gris y escarlata de debajo de la colcha y lo dejó caer sobre el regazo de
Sophie-. Te preocupas del traje equivocado -le dijo a Sophie-. El que me gusta a
mí es este, pero no tengo fuerzas para limpiarlo yo mismo.
-No tienes que ir al funeral, ¿no? -le preguntó Michael preocupado.
-Ni se me ocurriría dejar de asistir -dijo Howl-. Fue la señora Pentstemmon
quien me hizo el mago que soy. Tengo que presentarle mis respetos.
-Pero estás peor de la tos -dijo Michael.
-El mismo se lo ha buscado -dijo Sophie-, al levantarse y andar por ahí de
paseo.
Howl adoptó inmediatamente su expresión más noble.
-Estaré bien -gimió-, siempre que me mantenga alejado de la brisa marina.
La finca de Pentstemmon es un lugar inclemente. Los árboles están todos vencidos
por el viento y no hay ni un refugio en millas a la redonda.
Sophie sabía que buscaba su compasión. Soltó un bufido.
-¿Y la bruja? -preguntó Michael.
Howl tosió penosamente.
-Iré disfrazado, probablemente de cadáver -dijo, arrastrándose hacia las
escaleras.
-Entonces te hace falta una sábana blanca, en lugar de este traje -le dijo Sophie.
Howl siguió subiendo las escaleras sin contestar y Sophie no protestó. Ahora que
tenía el traje encantado en su poder no quería perder la oportunidad. Sacó las tijeras
y cortó el traje gris y escarlata en siete piezas de distinto tamaño. Aquello bastaría
para desanimar a Howl. Luego se puso a coser los últimos triángulos del traje azul y
plateado, casi todos trocitos de alrededor del cuello. Se había quedado muy pequeño.
Parecía que no le sentaría bien ni siquiera al paje de la señora Pentstemmon.
-Michael -le dijo-, date prisa con ese conjuro. Es urgente.
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EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...