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lástima de sí mismo.


-¡Qué pinta más ridícula traéis! -dijo-. Abre la puerta. Estoy agotado.


Sophie abrió la puerta y el gato entró. Se acercó hasta el hogar, donde Calcifer


estaba convertido en una llamita minúscula y, con gran esfuerzo, alzó las patas


delanteras para apoyarlas en el asiento de la silla. Allí creció muy lentamente hasta


transformarse en Howl, de rodillas.


-¿Has matado a la bruja? -preguntó entusiasmado Michael, que había vuelto a


ser él mismo al quitarse la capa.


-No -dijo Howl. Dio media vuelta y se dejó caer sobre la silla, exhausto-. ¡Y


para colmo tengo un resfriado terrible! -gimió-. Sophie, por caridad, quítate esa


horrible barba pelirroja y tráeme la botella de brandy del armario, eso si no te la has


bebido toda o la has convertido en aguarrás, claro.


Sophie se quitó la capa y le trajo el brandy y un vaso. Howl se bebió un vaso


como si fuera agua. Luego sirvió otro pero, en lugar de bebérselo, lo hizo gotear


lentamente sobre Calcifer, que se elevó y chispeó y pareció revivir un poco. Howl


sirvió un tercer vaso y se recostó en el asiento, bebiéndoselo lentamente.


-¡Dejad de mirarme! -dijo-. No sé quién ha ganado. La bruja es muy difícil de


derrotar. Siempre se resguarda tras su demonio del fuego y ella se queda en la


retaguardia para protegerse. Pero yo creo que le hemos dado algo en que pensar, ¿eh,


Calcifer?


-Es muy viejo -dijo Calcifer con voz débil bajo los troncos-. Yo soy más fuerte,


pero él sabe cosas que a mí nunca se me habrían ocurrido. La bruja lo tiene desde


hace cien años. ¡Y casi me mata!


Chisporroteó un poco y luego se asomó algo más entre los troncos para quejarse:


-¡Me lo podías haber advertido!


-¡Te lo advertí, viejo bobo! -dijo Howl con aire cansado-. Tú sabes todo lo


que yo sé.


Howl se quedó sentado bebiéndose el brandy mientras Michael sacaba pan y


salchichas para comer. La comida los revivió a todos, excepto tal vez al


perro-hombre, que parecía más sosegado ahora que Howl había regresado. Calcifer


empezó a arder con más energía y parecía el mismo fuego azul de siempre.


-¡Así no podemos seguir! -dijo Howl. Consiguió ponerse de pie-. Atento,


Michael. La bruja sabe que estamos en Porthaven. No solo vamos a tener que mover


el castillo y la entrada de Kingsbury. Ahora tendré que trasladar a Calcifer a la casa


de la sombrerería.


-¿Trasladarme a mí? -protestó Calcifer. Se había puesto azul marino del susto.


-Sí -dijo Howl-. Puedes elegir entre Market Chipping o la bruja. No seas


pesado.


-¡Maldición! -aulló Calcifer, y se retiró debajo de la rejilla.

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora