12/3

136 25 0
                                    

Michael, Howl tuvo que hacerle un gesto también a ella.


-Encantada. Es un placer -dijo la señora Pentstemmon, y le ofreció su mitón


dorado. Sophie no estaba segura si quería que le besara la mano también, pero no se


atrevió a intentarlo. En lugar de eso, puso su mano sobre el mitón y sintió la mano


bajo la suya como una zarpa vieja y fría. Después de eso, Sophie se sintió


sorprendida de que la señora Pentstemmon estuviera viva-. Perdone que no me


levante, señora Pendragon -dijo la señora Pentstemmon-. Mi salud no es buena.


Me obligó a dejar las clases hace tres años. Les ruego que se sienten los dos.


Intentando no temblar debido a los nervios, Sophie se sentó dignamente en una


silla tapizada frente a la señora Pentstemmon, apoyándose en su bastón con la


esperanza de estar igual de elegante que ella.


Howl se aposentó con elegancia en la silla de al lado. Parecía estar muy a gusto y


Sophie lo envidió.


-Tengo ochenta y seis años -anunció la señora Pentstemmon-. ¿Cuántos años


tiene usted, señora Pendragon?


-Noventa -dijo Sophie, soltando el primer número que le vino a la cabeza.


-¿Tanto? -preguntó la señora Pentstemmon con un tono de lo que podría


haber sido una ligera y señorial envidia-. Qué afortunada es usted, que todavía


puede moverse con tanta agilidad.


-Ay, sí, está tan ágil -dijo Howl-, que a veces no hay manera de hacerla


parar.


La señora Pentstemmon le lanzó una mirada que hizo comprender a Sophie que


había sido una profesora al menos tan temible como la señorita Angorian


-Estoy hablando con tu madre -dijo-. Me atrevo a decir que está tan


orgullosa de ti como yo. Somos dos ancianas que hemos participado en tu formación.


Podría decirse que eres nuestra creación.


-¿No crees que yo haya hecho nada por mí mismo? -preguntó Howl-.


¿Algunos toquecitos propios?


-Unos pocos, y no todos de mi gusto -replicó la señora Pentstemmon-. Pero


no querrás quedarte aquí sentado mientras hablamos de ti. Ve abajo y siéntate en la


terraza con tu paje. El mayordomo os traerá un refresco. Vamos.


Si Sophie no hubiera estado tan nerviosa, se habría reído al ver la expresión del


rostro de Howl. Obviamente no esperaba esto en absoluto. Pero se levantó,


encogiendo ligeramente los hombros, le hizo un gesto de advertencia a Sophie y se


marchó de la sala con Michael. La señora Pentstemmon se giró ligeramente para


verlos salir y con una inclinación de cabeza le indicó a su paje que las dejara solas.


Entonces se volvió hacia Sophie, que se puso más nerviosa que nunca.


-Me gustaba más con el pelo moreno -anunció la señora Pentstemmon-. Este


muchacho va a ir por mal camino.


-¿Quién? ¿Michael? -preguntó Sophie, confundida.


-No -dijo la señora Pentstemmon-. No creo que el criado sea lo bastante listo


como para preocuparme. Me refiero a Howell, señora Pendragon.


-Ah -dijo Sophie, preguntándose por qué la señora Pentstemmon habría

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora