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entera le recordó a algo.


-Calcifer -preguntó-. ¿Has sido alguna vez una estrella fugaz?


Calcifer abrió un ojo naranja.


-Claro -dijo-. Ahora que ya lo sabes puedo hablar de ello. El contrato me lo


permite.


-¿Y Howl te atrapó? -preguntó Sophie.


-Hace cinco años -dijo Howl-, en los pantanos de Porthaven, justo después


de establecerse allí como Jenkin el Hechicero. Me persiguió con botas de siete leguas.


Yo estaba aterrorizado. Bueno, estaba aterrorizado de todas formas, porque cuando


caemos sabemos que vamos a morir. Hubiera hecho cualquier cosa antes que morir.


Cuando Howl me ofreció mantenerme con vida como hacen los humanos, yo le


sugerí hacer un contrato. Ninguno de los dos sabíamos en qué lío nos estábamos


metiendo. Yo le estaba agradecido, y Howl solo se ofreció porque sintió lástima.


-Igual que con Michael -dijo Sophie.


-¿Qué has dicho? -dijo Michael, despabilándose-. Sophie, ojalá no


estuviéramos justo a la orilla del Páramo. No sabía que vendríamos aquí. No me


siento seguro.


-Nadie está seguro en casa de un mago -dijo Calcifer convencida.


A la mañana siguiente la puerta estaba orientada hacia la mancha negra y, como


Sophie descubrió con gran enfado, no se abría hacia ningún color. Con Bruja o sin


ella, Sophie quería ver las flores. Así que calmó su impaciencia sacando un cubo de


agua y limpiando los símbolos de tiza que había del suelo.


Howl entró justo en ese momento.


-Trabajo, trabajo y más trabajo -dijo, pasando por encima de ella mientras


restregaba. Tenía un aspecto un poco raro. El traje seguía siendo negro, pero se había


vuelto a poner el pelo rubio. En contraste con el negro, parecía casi blanco. Al


mirarlo, Sophie recordó la maldición. Tal vez Howl también pensaba en lo mismo,


porque cogió la calavera del lavabo y la sujetó en una mano, exclamando en tono


lastimero:


-¡Ay, pobre Yorick! Ella escuchó el canto de las sirenas, así que algo huele a


podrido en Dinamarca1. Yo he pillado un resfriado perpetuo, pero afortunadamente


soy terriblemente deshonesto. Y a eso me agarro.


Tosió con gran patetismo, pero su resfriado iba mejorando y no le quedó muy


convincente. Sophie intercambió miradas con el perro-hombre, que seguía


observándola, con una expresión tan lastimera como la del propio Howl.


-Deberías volver con Lettie -le dijo


-¿Qué pasa? -le espetó a Howl-. ¿Lo de la señorita Angorian no va bien?



1 Alusión a Hamlet, de William Shakespeare. Yorick es el nombre del bufón cuyo


cráneo toma Hamlet en la famosa escena del cementerio. La frase «Algo huele a


podrido en Dinamarca» es una de las más famosas de la obra. (N. de la T.)

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora