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Mercado y casa Cesari. Podría haber tirado una piedra por la chimenea de su casa, junto a la sombrerería. -¡Qué cerca estoy todavía! -le dijo Sophie a su bastón, desanimada-. ¡Tanto andar para llegar justo encima de mi propio tejado!Cuando el sol se ocultó se quedó fría sentada en aquella piedra. Hacía un viento desagradable que soplaba desde todos los lados al mismo tiempo cuando Sophie intentaba guarecerse de él. Ahora ya no le parecía tan poco importante pasar la noche en las colinas. No dejaba de pensar, cada vez con mayor insistencia, en una silla cómoda junto a la chimenea, y también en la oscuridad y los animales salvajes. Pero si regresaba hacia Market Chipping, no llegaría antes de la medianoche. Lo mismo le daba seguir adelante. Suspiró y se levantó. Le crujieron todos los huesos. Era horrible, le dolía todo. -¡Nunca me había dado cuenta de lo que tienen que soportar los ancianos! -exclamó mientras avanzaba cuesta arriba con dificultad-. De todas formas, no creo que me coman los lobos. Debo estar demasiado seca y dura. Es un consuelo. La noche venía con rapidez y las altas colinas cubiertas de brezo eran de un azul grisáceo. El viento se volvió más afilado. Los jadeos y los crujidos de sus huesos resonaban con tanta fuerza en sus oídos que tardó un momento en darse cuenta de que no todos los chasquidos y jadeos procedían de ella misma. Levantó la vista nublada. El castillo del mago Howl se acercaba traqueteando hacia ella sobre el brezo. Tras sus negras almenas ascendían nubes de humo negro. Era una figura alta, delgada, pesada y fea, y realmente siniestra. Sophie se apoyó en su bastón y lo observó. No estaba particularmente asustada. Se preguntó cómo se movería. Pero lo que más le llamó la atención fue que aquel humo debía significar que dentro de aquellos muros negros y altos habría una chimenea. -En fin, ¿por qué no? -le dijo al bastón-. Dudo mucho que el mago Howl quiera mi alma para su colección. Solo acepta jovencitas. Levantó el palo y lo agitó con autoridad en dirección al castillo. -¡Alto ahí! -gritó. El castillo obedeció deteniéndose con mucho estruendo, a unos veinte pasos colina arriba. Sophie se sintió tremendamente agradecida mientras avanzaba cojeando hacia él.

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora