Capítulo 11

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"En el que Howl va a un país extraño en busca de un


conjuro"


LA NADA NO TENÍA más de dos dedos de espesor. Al otro lado, en una tarde gris y


húmeda, había un camino de cemento que llevaba hacia la puerta de un jardín. Howl


y Michael estaban esperando en la puerta. Al otro lado salía una carretera llana


flanqueada por casas. Sophie miró hacia atrás, tiritando un poco por la llovizna, y


vio que el castillo se había convertido en una casa de ladrillos amarillos con grandes


ventanas. Como todas las demás casas, era cuadrada y nueva, con una puerta


principal de cristal ondulado. No había nadie paseando. Tal vez fuese por la lluvia,


pero Sophie tuvo la sensación de que la verdadera razón era que, a pesar de que


había muchas casas, estaban en algún lugar a las afueras de una ciudad.


-Cuando hayas terminado de fisgonear... -la llamó Howl. Su traje gris y


escarlata estaba salpicado de gotitas de agua. Llevaba en la mano un manojo de


llaves extrañas, la mayoría de ellas planas y amarillas, que parecían encajar con el


estilo de aquellas casas. Cuando Sophie llegó por el camino, dijo-: Tenemos que


vestirnos de forma adecuada para este sitio.


Sus ropajes se volvieron borrosos, como si la llovizna que le rodeaba se hubiera


convertido de repente en niebla. Cuando volvió a enfocarse, seguía siendo gris y


escarlata, pero con una forma totalmente distinta. Las larguísimas mangas habían


desaparecido y el conjunto le quedaba mucho más suelto. Parecía viejo y gastado.


La chaqueta de Michael se había convertido en una especie de cosa rellena que le


llegaba a la altura de la cintura. Levantó el pie, que estaba enfundado en un zapato


de tela, y se quedó mirando el material prieto y azul que le rodeaba las piernas.


-Casi no puedo doblar las rodillas -dijo.


-Ya te acostumbrarás -dijo Howl-. Vamos, Sophie.


Sophie se sorprendió al ver que Howl los conducía de vuelta por el mismo


camino que habían venido, hacia la casa amarilla. En la espalda de su chaqueta,


había unas palabras misteriosas: RUGBY de GALES. Michael siguió a Howl, con el


paso envarado a causa de los pantalones. Sophie miró hacia abajo y vio que se le veía


un trozo de las piernas delgaduchas sobre los zapatos nudosos. Por lo demás, no


había cambiado mucho.


Howl abrió la puerta de cristal ondulado con una de sus llaves. Junto a la puerta


había un cartel colgado de unas cadenas. RIVENDELL, leyó Sophie mientras Howl


la empujaba a entrar en un vestíbulo limpio y reluciente. Parecía que había gente en


la casa. Se oían voces agudas al otro lado de una puerta. Cuando Howl la abrió,

EL CASTILLO AMBULANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora