" En el que Howl sus sentimientos con el fuego verde "
HOWL NO SALIÓ AQUEL DÍA, ni tampoco los siguientes. Sophie se sentaba parapensar en silencio en su silla junto al hogar. Se dio cuenta de que, por mucho que Howl lo mereciera, había centrado su rabia contra el castillo cuando en realidad estaba enfadada con la bruja del Páramo. Y, además, se sentía un poco incómoda por encontrarse allí disimulando sus verdaderas intenciones. Puede que Howl creyera que le caía bien a Calcifer, pero ella sabía que el demonio del fuego solo había aprovechado la oportunidad para hacer un trato con ella. Además, pensó que le había fallado a Calcifer. Aquel estado de ánimo no duró mucho. Sophie descubrió una pila de ropa de Michael que había que remendar. Sacó un dedal, hilo y tijeras de su bolsa de costura y se puso a coser. Aquella tarde se sintió lo bastante animada como para unirse a una canción tontorrona de Calcifer sobre sartenes. -¿Contenta con tu trabajo? -preguntó Howl sarcásticamente. -Necesito más cosas que hacer -dijo Sophie. -A mi traje viejo le vendría bien un remiendo, si buscas algo con que entretenerte -dijo Howl. Parecía que ya no estaba enfadado. Sophie sintió un gran alivio, pues aquella mañana casi había tenido miedo. Era evidente que Howl todavía no había conseguido a la chica que perseguía. Sophie oyó cómo Michael le hacía preguntas directas al respecto y cómo Howl se escabullía hábilmente y no contestaba a ninguna. -Se escurre como una anguila -murmuró Sophie a un par de calcetines de Michael-. No puede aceptar su propia maldad. Vio que Howl estaba inquieto, sin parar de hacer cosas para ocultar su descontento. Sophie lo entendía perfectamente. En la mesa, Howl trabajaba con mucha mayor intensidad y rapidez que Michael, ejecutando conjuros de forma experta, aunque un tanto atropellada. Por la expresión en el rostro de Michael, casi todos los hechizos eran inusuales y difíciles de hacer. Howl dejó un conjuro a la mitad y subió corriendo a su habitación a vigilar algo secreto, y sin duda siniestro, que estaba pasando allí; luego salió a toda velocidad al patio a trastear con un gran conjuro que se traía entre manos. Sophie abrió la puerta un poco y quedó sorprendida al ver al elegante mago, arrodillado en el barro con las largas mangas atadas en un nudo por detrás del cuello para que no le estorbaran
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EL CASTILLO AMBULANTE
Teen FictionEste libro es para Stephen. La idea de este libro me la dio un chico durante la visita a un colegio, cuando me pidió que escribiera un libro llamado EL CASTILLO VIAJERO. Apunté su nombre y lo guardé en un lugar tan seguro que no he podido Encontr...