Capítulo 3

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Al principio, el duque tan solo se entretenía viendo jugar a ambos todas las tardes, pero pronto descubrió que tenía algún tipo de interés por la criada que sonreía y reía con su hijastro.

Una criada que se describe como una belleza delicada, pero curvilínea, de largo cabello castaño trenzado y ojos bondadosos, dorados como la miel.

Cuando el duque se dio cuenta no podía apartar la mirada de la hermosa joven.

Entonces un día, de la nada, la pequeña criada es ascendida, para limpiar las habitaciones del duque y cambiar las flores en todos los espacios que él habitaba.

El duque creyó que de esa manera podría ver aquella hermosa sonrisa todos los días, y tal vez así su vida sería menos terrible.

Pero cuando conoció a la criada en persona, sus ojos no lo miraban y ella jamás le sonrió. 

Sin importar cuanto el duque tratara de mostrar su consideración o de ser amable, ella siempre mantenía una inexpresiva cortesía hacia él. Lo que hizo que poco a poco él se fuera obsesionando más con ella. Al grado de codiciarla con locura y querer volverla su amante.

En su afán de lograrlo la investigó, enterándose así de que la pequeña hermana enferma de Amber hacía mucho que había muerto; al igual que de otros pequeños secretos familiares.

Amber no lo sabía, pero ella no era realmente la hija biológica de sus padres, los Vilches en realidad eran sus tíos políticos, quienes con tal de adueñarse de la fortuna que habían dejado sus padres biológicos, cumplieron con el último testamento y la criaron como si fuera su hija. Fortuna que fue dilapidada por ellos hasta que no quedó ni un solo centavo.

Ella, de pequeña, también había sido ignorada y descuidada por esos padres baratos, así que no había mucho cariño de por medio. Sin embargo, quien siempre la amo y la trató con todo su corazón fue la dulce Verónica, su hermana pequeña. Ella era quien siempre se aseguró de que sus padres les dieran a ambas todo por igual.

Luego de que Verónica enfermara, los Vilches le mintieron a Amber, diciéndole que todas las deudas que tenían se debían a que la medicina de su hermana era extremadamente cara y que moriría sin esta.

Así la convencieron para que entrara al ducado a trabajar como sirvienta.

Sin embargo, Verónica había muerto pocos meses después de que Amber se fuera, y desde luego, los Vilches nunca se lo comunicaron.

Al contrario, desde hace años continuaban enviando cartas falsas en nombre de Verónica y pidiéndole dinero para el tratamiento, así como para pagar los intereses de la deuda.

Amber, quien les estuvo enviando cada moneda duramente ganada todos esos años, también creía ingenuamente que sus padres estaban ahorrando una parte del dinero para la dote de ambas.

En la novela, el tiempo pasó desde su asenso a sirvienta de cámara, un año para ser exactos, y el duque comenzaba a desesperarse por la indiferencia de la chica.

Y a su vez, Amber ya no podía soportarlo más, así que le envió una carta a su familia, preguntando cuanto dinero habían logrado ahorrar todos estos años, pues pensaba en renunciar y buscar un trabajo en otro sitio, pero quería asegurarse de que había suficiente para que su hermana tuviera la medicina por algunos meses sin preocupaciones.

Carta que fue interceptada por el duque.

Esa misma noche, él se emborrachó y se coló a la habitación de Amber, quien dormía ingenuamente.

Se suponía que solo quería conversar con ella, convencerla de que no se fuera, y hablarle de su "profundo amor". Pero la joven, al ver al intruso, trató de salir corriendo y él la detuvo, sometiéndola, y desatando todo el deseo que había estado conteniendo durante meses.

Desde ese momento, el duque la visitaba a escondidas casi cada noche, y ella, por vergüenza, no se atrevió a decir nada. Amber simplemente se fue apagando, hasta parecer tan solo un cascarón vacio.

Si hablaba, ¿A quién podría decirle?. Además de que la duquesa era conocida por sus celos hacia quien intentara acercarse a su esposo, ¿Qué le impediría matar a una pequeña sirvienta si esta se enteraba?

Amber continuaba trabajando como si nada estuviera ocurriendo para que Maximilian no pudiera darse cuenta de su vergüenza, pero a pesar de sus esfuerzos, él aún lo había notado.

Círculos rojos en su cuello, que la sirvienta intentaba cubrir, la sonrisa que ahora parecía estar vacía, la repentina inapetencia, ojos rojos e hinchados por el llanto continuo. Era imposible no darse cuenta de que algo le estaba pasando a Amber.

Sin embargo, cada vez que había intentado preguntar ella lo distraía cambiando el tema. Eventualmente, Maximilian comenzó a fingir que no lo notaba, y se propuso descubrirlo por sí mismo para encontrar la manera de ayudarla.

Ella había intentado renunciar tantas veces, pero el mayordomo, mano derecha del duque, nunca se lo permitió, e incluso habían inventado una supuesta deuda por mil monedas de oro. Todo para retenerla en el ducado.

La duquesa, quien hasta el momento no había sospechado nada, un día sorprendió a su esposo mirando fijamente a la pequeña criada mientras sonreía como un tonto, así que la llamó a su despacho para "conversar".

Cuando el mayordomo se enteró, se apresuró a decírselo al duque, pero para cuando este llegó, la duquesa ya le había arrojado té caliente a la sirvienta. Por suerte, las quemaduras en su rostro no habían sido graves, así que ella se recuperaría pronto.

El duque desesperadamente convenció a la duquesa que sus sospechas eran erradas, pero aun así la pequeña sirvienta fue retirada de la vista de este y enviada a trabajar a las cocinas.

Pronto, un rumor malicioso se hizo eco entre los sirvientes, y ella comenzó a ser intimidada y aislada por todos. 

Pero al menos ahora pudo tener algo de paz, pues la duquesa espiaba y controlaba continuamente al duque, tal como lo había hecho durante los primeros meses de su matrimonio con este, incluso de noche. Así que las terribles visitas nocturnas se detuvieron.

Aun así, el duque hacía lo posible para continuar observando a la sirvienta, al menos desde lejos, cada vez que podía.


El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora