Un gran dolor de cabeza despertó a la joven, uno mucho más fuerte que el de una simple resaca, pero no recordaba haber tomado alcohol antes de irse a dormir esa noche. Además, le dolía demasiado el cuerpo, como si un camión le hubiese pasado por encima.
Al intentar abrir los ojos, el dolor de cabeza aumentó exponencialmente en cuanto la luz se filtró por entre sus parpados, mientras una ola de recuerdos desconocidos y caóticos inundaban su mente.
Toda la vida que conocía como HanJi-a, una estudiante de Corea, se superponía a escenas que, estaba segura, jamás había vivido. Tan solo eran un montón de fragmentos mezclados.
Solo pudo apretar la mandíbula, intentando soportarlo.
En ese momento, se escuchó un estruendo y entró un grupo de mujeres quejándose, a la pequeña habitación
"Le dan un mejor puesto sin merecerlo y ahora finge estar enferma" "¡Levántate floja!" "¡Continúas fingiendo!, sino te levantas, le diremos a la jefa de sirvientas"
Ante el ruido, la joven se sentía mucho peor, como si la cabeza le fuera a explotar, y solo atinó a sujetársela con fuerza mientras se retorcía de dolor en la cama.
Las mujeres, al ver sus acciones, incrementaron su cólera, volviendo a protestar y tomaron la manta que la cubría, despojándola con rudeza de esta.
"Es suficiente, ¡déjenla tranquila! "
Una voz dulce, pero firme llegó desde el pasillo, y en ese momento, entró a la habitación una chica de complexión menuda y pequeña.
Quien llena de valentía, sostenía una escoba de paja, agitándola y amenazándolas con esta, para expulsar a las intrusas.
"¡Fuera!" Exclamó intentando hacer una expresión dura.
Cuando todas las intrusas huyeron, ella se acercó a la cama con una mirada preocupada
"¿Estás bien, Amber?"
-¡Espera!, ¡¿Qué dijo?!-
En medio del dolor, Han Ji-a alcanzó a escuchar ese nombre, y como si se tratase de un hechizo, su mente se fue aclarando lentamente y el dolor a la par fue amainando, lo que le permitió abrir lentamente los ojos.
Frente a ella, había una linda chica vestida de sirvienta, de cabellos rubios y ojos grises, de mirada inocente, y con el rostro lleno de pecas.
Han Ji-a sintió como si la conociera
"¿Jen?"
"Sí. No te ves bien, ¿Quieres que le pida a la encargada que traiga a un médico?"
La joven negó con la cabeza, y Jen continuó
"No puedo creer que se atrevieran a hacerte esto y todavía vinieran a molestarte tan temprano.
Si aún te duele, descansa, yo... Le diré a la encargada que aún no te has recuperado"
Luego de asentir, Jen salió de la habitación, dejándola de nuevo sola.
-Es imposible- Pensó Han Ji-a
Mirando la habitación, nada aquí le parecía extraño, a pesar de que esta no fuera realmente su habitación. Tampoco el largo cabello castaño que le caía por los hombros hasta el abdomen le parecía ajeno.
Lo último que Han Ji-a recordaba antes de quedarse dormida aquella noche, era haber revisado un mensaje privado en un foro sobre una novela que había leido hace algún tiempo, una novela que en su momento había amado, hasta que, el final que le dio la autora de esta, la arruinó por completo.
"Salvando el amor de Alelí" Era el nombre de dicha novela.
"¡No! ¡Imposible!"
Preferiría creer que había colapsado por la falta de sueño, y justo ahora estaba en un hospital en coma, a que esto fuera real.
Han Ji-a se sujetó con fuerza de la cama.
A ella no le gustaba leer novelas de transmigración, pero sabía lo que eran.
Si estos recuerdos en su mente estaban en lo correcto, entonces ahora mismo ella era Amber Vilches, una sirvienta en el ducado de Argen.
No, no era exactamente una transmigración, era más como si el golpe en la cabeza que se había dado ayer Amber, cuando fue empujada por las escaleras, la hubiese hecho recuperar los recuerdos de una vida pasada donde era Han ji-a.
Explicarlo de esta manera sería más exacto, pues poseía todos los recuerdos de Amber, pero tan solo fragmentos de los de Han Ji-a.
Amber Vilches era la primera hija de una familia aristócrata en la ruina.
Debido a las deudas de su familia y a la enfermedad crónica de su hermana pequeña, se había visto obligada a entrar a trabajar como criada en el ducado de Argen, cuando apenas tenía doce años.
La joven dio un largo suspiro mientras observaba el techo sobre su cama.
Cuando era Han Ji-a, ¿había creído en la reencarnación?.
Tal vez sí, pero creía que sería en otra persona, en el futuro, no dentro del mundo de una novela con un final tan malo.
Quizás su consuelo era tener el conocimiento del mundo moderno de su vida como Han Ji-a, y desde luego, el conocimiento de la novela que hablaba del futuro en este mundo.
Han Ji-a, quien no podía recordar claramente la novela en su totalidad, intentó hacer memoria sobre su propio futuro.
Estaba segura de que la sirvienta Amber, a pesar de haber sido tan solo un extra que únicamente se mencionó al inicio de la novela, era alguien clave para la trama porque...
"¡¡¡¡¡!!!!!"
Al recordarlo, la joven palideció.
"¡Esto no puede ser verdad!"
Casi quería reír en pánico.
Y pensar que apenas ayer, en su vida como Amber, había estado tan feliz, pues de pronto había sido ascendida.
Ella recordó que en ese momento había pensado que estaba soñando.
Tener un asenso tan grande.
Había pasado de ser una simple criada encargada de limpiar los jardines a una de dormitorio encargada de limpiar las habitaciones del duque.
En ese momento había creído que se trataba de un simple golpe de suerte, o quizás de una recompensa por haber trabajado duro durante sus cinco años en el ducado.
¡Qué ilusa!
Debió haberlo adivinado, no era normal haber sido ascendida tanto de una sola vez.
Muchas sirvientas soñaban con un puesto como el que acababan de darle, menos trabajo, más paga y la posibilidad de recibir recompensas de los maestros si estos estaban contentos contigo. Pero sobre todo este era el trabajo soñado para todas las sirvientas, porque podrían ver al guapo duque todos los días.
Y precisamente a eso se debió que Amber se ganara el odio de casi todas sus antiguas compañeras, llegando incluso a ser empujada por las escaleras la misma noche en la que fue ascendida.
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El regreso de la extra
RomansaAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...