Capítulo 78

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En la casa de los comerciantes, esa mañana. 


Prácticamente, después de que la familia desayunara, había llegado a su casa un distinguido invitado.

Nada más y nada menos que el cuñado de su majestad, el Duque de Argen, y quien, según se decía, era el hombre más hermoso y perfecto del reino.

Esta familia de comerciantes habían escuchado los rumores, pero ahora que lo podían ver en persona, apenas y podían apartar los ojos de tan perfecto rostro.

Y los sirvientes, ni se diga, muchos incluso habían olvidado sus funciones y modales, peleándose entre ellos por ser quienes entregarían el té en el salón de recepción, tan solo para poder ver un poco más a aquella persona.

Además, tan solo la mera presencia de este noble en su casa era un motivo de orgullo.

Un familiar de su majestad estaba sentado, charlando como si nada, en la casa de una humilde familia de comerciantes.

A estas alturas ya todos los competidores de la familia seguramente lo sabían.

Los sirvientes de la casa bromearon, diciendo que casi podían escuchar rechinar los dientes de las otras familias, debido a la ira y la envidia que deberían estar sintiendo.

Sin embargo, en el salón de recepción de invitados se respiraba un ambiente algo tenso. 

El Duque de Argen parecía estar interrogando a la pareja, más que charlando.

La dama tuvo que contar con lujo de detalle cómo es que había conocido a la señorita Amber, que vestía ella ese día, y todo cuanto se habló con ella en la tienda de postres. 

La presión invisible que ejercía el Duque era casi asfixiante.

Por fortuna, Rosa, la Nana de la hija mayor, envió a alguien para solicitar la presencia de su señora, debido a un problema con los niños. En el momento más álgido. Y esta tuvo una excusa para retirarse.


En la habitación de la hija mayor, ambos niños lloraban a moco tendido. Habían intentado convencer a Rosa y al mayordomo de que los ayudarán a salir de la casa para buscar a Amber y advertirle que

"Un tipo malo decía cosas feas de ella y que se escondiera, por qué el hombre malo la estaba esperando en casa"

Cuando, tanto Rose, como el mayordomo se negaron a ayudar, ambos niños habían intentado salir solos de casa, y fueron detenidos por los guardias en la puerta.

Y, ahora mismo, los niños eran un mar de llanto, sobre todo la hija mayor. Una regañaba a su madre y el otro la secundaba, como si fuese un eco, entre lágrimas. 

"Mamá es mala... Buuu..."

"Mala"

"Tú dijiste que debemos ser agradecidos con quienes nos ayudan. Pero no cumples lo que dices... Buu..."

"Dishes"

"Si no fuera por Amber, Carlo habría sido vendido por los hombres malos... Buuu... Y... Y... Ahora yo no tendría a mi lindo hermanito..."

"Nito... Buaaa wuu... Carlo no quiere ir con los hombres malos" 

La madre tenía un gran dolor de cabeza. Pero sus pequeños hijos tenía razón, la señorita Vilches había salvado a Carlo, y al menos deberían devolverle la gracia, ayudándole. 

"Bien, bien... Ambos dejen de llorar. Ahora no queda mucho tiempo" 

La madre abrazó a sus dos pequeños y llamó a la Nana de la hija mientras limpiaba sus lágrimas 

El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora