Las cortinas ondeaban suavemente, haciendo que un poco de sol se filtrase entre estas y cayera en el rostro rubio del hermoso joven dormido en una habitación.
William apenas acababa de irse a dormir luego de un largo viaje y prácticamente toda una noche en vela, cuando uno de sus subordinados llamó a la puerta.
"¿Jefe?... Jefe, despierte, es urgente"
Al no obtener respuesta del otro lado, tragó y entró a la habitación.
Este era un tipo rudo, sin embargo, no hubiese tenido el coraje de hacer esto, de no ser por las anteriores ordenes del jefe y por qué la noble ya lo estaba esperando.
"Mi... mi señor" Habló en voz baja "La Duquesa de Argen solicita los servicios de Cuervo, y quiere ver al jefe personalmente"
William no tenía un sueño pesado, como un asesino entrenado y jefe de un gremio con muchos enemigos ocultos, hubiese muerto miles de veces si lo tuviera.
Sin embargo, ahora mismo estaba de pésimo humor, sobre todo por qué no había dormido lo suficiente.
Lentamente, se incorporó de su cama y lanzó un cuchillo hacia la pared al lado del mensajero, tan rápido que este tan solo alcanzó a ver una sombra. El subordinado hipo y se congeló en su lugar cuando volteó y vio la daga enterrada justo al lado de su oreja, palideciendo.
"¡Oh... Falle!" Exclamó el pelirosado mientras bostezaba.
El hombre rudo quería quejarse por la injusticia cometida en su contra, pero tenía mucho miedo.
William, para vengarse del inoportuno cliente, decidió mostrarle a la Duquesa el rostro más horrible que pudiese construirse en los próximos minutos.
Así que se paró frente al espejo y utilizó varios hechizos sobre sí mismo, antes de dirigirse a toda velocidad al punto de encuentro en donde solía recibir a los nobles. La parte trasera de una extraña tienda de sombreros.
La Duquesa, para esos momentos, ya se encontraba muy impaciente por la tardanza.
Incluso el té ofrecido por el anfitrión de la tienda ya había llegado frente a ella y estaba tibio.
En ese momento entró a la sala de recepción un hombre tan feo que la hizo fruncir el ceño con repulsión.
Parecía estar en sus cincuenta años. Manos toscas, una gran panza abultada, un rostro lleno de feas cicatrices y verrugas peludas, completamente calvo, tuerto y con una gran nariz que parecía ser una bola rosada cubierta de puntos negros.
Por si fuera poco, el hombre cojeaba, debido a que tenía una pierna más corta que la otra, y estaba jorobado.
Cecilia, quien siempre había sido una snob de la belleza, no pudo evitar pensar que para alguien tan feo lo mejor sería encerrarse en casa y no salir nunca.
Así que ella no planeaba quedarse aquí más tiempo del necesario.
"Entonces tú eres el líder de este gremio" Aseveró
"Efectivamente, su alteza. ¿Qué desea que haga este humilde?"
La Duquesa hizo una mueca de repudio cuando escuchó aquella voz gangosa y estúpidamente chillona. Volteando a ver a otro lado sin ocultar su disgusto.
"Quiero que encuentres el paradero de una ex-sirvienta de mi Ducado, llamada Amber Vilches"
El hombre asintió.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...