Capítulo 29

1.2K 172 33
                                    



Amber palmeó sus mejillas para intentar despertarse, completamente. El cansancio era extremo y se sentía un poco mareada.

Entonces vio a lo lejos a un jovencito de cabellos azules, quien la observaba fijamente. 

El cual, debido a su altura, parecía tener la misma edad de Maximilian. 

Pero algo en él la incomodó. 

Este tenía una mirada muy pesada y parecía estarla mirando con un profundo desprecio y arrogancia.

-Qué raro. ¿Por qué me ve así?- pensó extrañada -¿Me habrá confundido con alguien más?-

Ella estaba segura de que no lo conocía.


Amber pasó de largo y William, quien en ese momento había cambiado su color de pelo con un hechizo, frunció el ceño y desapareció en un callejón.

Una vez más se encontraba con esa mujer. 

Desde ese día, en el que había visto como ese padre barato la pateaba, la mirada decidida de esa joven volvía a sus pensamientos de vez en cuando. Y William odiaba que esto ocurriera.

No es que la buscara o que intentara averiguar como estaba, pero hasta ahora no habían llegado noticias de la mansión del Duque sobre la muerte de alguna sirvienta... Claro, hasta mucho tiempo después. Pero no debería ser ella, por la forma en la que murieron.

Ahora que la había vuelto a ver, no sabía bien como sentirse. 

Tal vez, tan solo quería desenmascarar su verdadero rostro, así que no quería que ella muriera hasta entonces.

"No hay buenas personas en este mundo"

Esa era su máxima, y lo había comprobado una y otra y otra vez, desde que era un niño. Y todos sus 17 años de vida no mentían.

Y esa chica no sería una excepción.

Cuando William se debatía, desde el tejado, sobre cómo exponer los verdaderos colores de la joven, vio a un par de escorias siguiéndola nuevamente, y quiso poner los ojos en blanco.

"Esta vez no, ¡¡Definitivamente no...!!.   ¡No la voy a volver a salvar gratis!" 

Se dijo así mismo, pasándose una mano por el pelo con hastío. Pero aun así la siguió por puro capricho.


Cuando Amber llegó a una calle menos concurrida se percató de que alguien la estaba siguiendo. 

Al principio creyó que era solo una coincidencia.

¿Por qué alguien seguiría a una simple criada?

Pero luego de vagar por las calles, y cambiar de camino un par de veces, lo comprobó. Realmente la estaban siguiendo. 

Si entraba a un establecimiento al azar, era probable que el propietario, al no desear problemas, no la ayudase. 

Así que su única salida era intentar perderlos en una calle llena de gente.

Pero las cosas no pintaban bien, en su recorrido, Amber se había alejado del centro. Cada vez las calles eran más angostas y había menos transeúntes.

Al ver los callejones a sus costados, la chica tuvo una idea.

Si gira a la izquierda en el próximo callejón y corre de regreso al centro, tal vez tenga una oportunidad de escapar.

Amber fingió estar tranquila, a pesar de que realmente estaba aterrada; como si aún no se hubiera dado cuenta de nada, y de pronto corrió hacia el callejón, con todas sus fuerzas.

Los hombres reaccionaron en cuanto la vieron, y corrieron tras ella. Entrando al callejón y comenzando a reír mientras la perseguían

"¡Ey, preciosa!" "De nada te sirve si corres" "¡Ven!. Te trataremos bien, lindura"

Ella no podía correr más rápido que ellos, quienes se dedicaban a secuestrar personas, pero les gustaba mucho darles una falsa ilusión a sus víctimas. 

Dejar que tuvieran la falsa esperanza de que tenían una manera de escapar, para luego arrebatárselas y ver la desesperación en sus rostros.

Así que fingirían que no podían alcanzarla, y cuando ella estuviese por salir del otro lado del callejón destruirían todas sus pequeñas esperanzas, atrapándola e inmovilizándola.

Pero quién creería que justo antes de darle alcance los cazadores se convertirían en las presas, cuando una mano los levanto por sorpresa sosteniéndolos por el cuello y se los llevó. 

Ni siquiera supieron qué les había ocurrido antes de su abrupto final.

Will estaba muy enojado con ambos, y luego de descargar su ira, buscó entre sus cosas.

"Más les vale que traigan lo suficiente como para costear mis servicios, sabandijas"

William no encontró mucho dinero en sus bolsillos, pero sí algo interesante. Este era un retrato de la joven, junto a una orden de captura dada a un gremio de cazarrecompensas rival.

"Vaya, vaya, pero qué tenemos aquí"

Este descubrimiento le llamó la atención, y una sonrisa astuta se formó en sus labios.

Al parecer cierto prometido, junto con los Barones Vilches, habían enviado a estos matones para secuestrarla y obligarla a casarse.

"Así que tu nombre es Amber. Bueno, Amber, me debes mucho dinero" le dijo a la chica en el retrato, y luego se lo guardo en el bolsillo.

William reflexionó durante unos momentos y concluyó que no podía dejar que sus competidores tuvieran las cosas fáciles, ¿verdad?.

Después de todo, solo estaba cuidando de sus intereses. 

No podía permitir que continuarán apuntando a su empleador involuntario, eso no sería ético, ¿cierto?. 

Desde luego que, si su gremio fuera el contratado para secuestrarla, las cosas cambiarían de inmediato.

William estaba muy satisfecho con su apreciación del panorama general.

Y por supuesto que, el favor de deshacerse de cierto gremio, también sería cargado a la cuenta de la señorita.



Mientras tanto, en otro sitio.

Amber corrió y corrió hasta que llegó a la calle principal. Su respiración estaba sumamente agitada, y tenía el rostro completamente pálido del miedo, a pesar de haber corrido tanto.

Pero ya no los vio tras ella.

-Quizás se dieron por vencidos- pensó.

Amber se dijo a sí misma que cuando volviera a la mansión debería advertirle a todas sus compañeras que tuvieran cuidado cuando vinieran al pueblo, pues había gente peligrosa al acecho.

Y continuó con sus compras, esta vez más alerta, y mirando por sobre su hombro de vez en cuando.


El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora