Capítulo 33

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Advertencia: Este capítulo continente alegoría al abuso en la novela original, si consideran que esto herirá su susceptibilidad, pueden saltarse desde este símbolo  *  hasta finalizar el capítulo. 



Su excelencia, el Duque, al fin dejó de lado las visitas nocturnas a la habitación de la pequeña criada. Pues con la actitud de la joven comprendió que hacer esto era algo realmente inútil. 

Amber continuaría haciendo todo lo posible para mantenerlo lejos. 

Según su comprensión, ella sabía perfectamente que era él quien intentaba entrar a su habitación cada noche. 

Pero lejos de sentir culpa o vergüenza, el Duque se sentía confundido.

No se explicaba si es que Amber había adivinado, desde el primer día, que él iría a verla esa noche; o si ella siempre había tenido la costumbre de bloquear la puerta antes de dormir. 

Tampoco podía entender, ¿Por qué?... ¿Por qué si la amaba tanto, ella no deseaba tener ningún contacto con él? ¿Por qué siempre se mantenía en guardia contra él?.

Esto causaba que se sintiera cada vez más y más frustrado.

No importaba cuanto se había esforzado, si era malo o amable con ella, Amber simplemente no cedía. 

No comía o bebía nada que viniera de él, aunque se tratara de los mejores manjares enviados desde el palacio. 

Siempre se resistía a cualquier intento de acercamiento por su parte, o a establecer siquiera una conversación casual con él. 

Él incluso había intentado llenarla de obsequios, no podía darle nada demasiado obvio, pero lo intentó con joyas, monedas de oro y flores.  Pero ella nunca las tomó.

Siempre alerta, siempre guardando la distancia y evitando su mirada.

Esto lo hacía sentirse profundamente herido y frustrado. 

Siempre terminaba estallando en ira, y no podía evitar buscar alguna reacción en la joven, por pequeña que está fuera, haciendo uso de cualquier medio.

Solo quería una reacción, buena o mala, al menos deseaba verla enojada con él. 

Peor que el odio era la indiferencia y la frialdad que podía ver en lo profundo de sus ojos. 

Volviéndolo cada vez más desesperado, casi al borde de la locura.

Si no podía obtener su amor... ¿Debería destrozarla con sus propias manos? ¿Tomarlo todo de ella, para qué no tuviera otra salida que amarlo y odiarlo al mismo tiempo?  

Pero una parte de él no quería eso, quizás... Quizás solo hacía falta un poco más esfuerzo.


"Duncan Valis, Duque de Argen" 

Murmuraba su identidad frente a su reflejo en el espejo de su habitación, con la mirada perdida. 

No podía entenderlo, este seguía siendo el rostro, esta era la maldita belleza con la que había nacido, a la cual siempre había odiado. Aquella que tan solo le había traído un gran sufrimiento durante toda su vida.

Siempre había envidiado a aquellos con una apariencia común... pues, sin importar si eran pobres, todos parecían poder vivir más felices que él, o al menos podían ser libres.

-¿Por qué? ¡Es tan injusto!-

Cuando al fin creyó que su apariencia lo ayudaría a obtener la tan anhelada felicidad, esta no había podido conmover el corazón de la única mujer que había amado en toda su vida.

Amber, su Amber parecía únicamente sentir asco por este hermoso rostro.


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Después de lo que le había dicho el mayordomo sobre quién supuestamente había instalado la cerradura. 

El Duque comenzó a enviarle indirectas amargas, llenas de sarcasmo, a Amber. Siempre cuando las otras empleadas no estaban presentes.

"Parece ser que a la señorita le preocupa mucho el tema de los hurtos"

"..."

"Dañar la propiedad del Ducado se castiga con azotes, sin importar si tan solo se trata de una puerta"

"..."

"Señorita, no sabía que también era diestra en hacer reparaciones"

"..."

"De ahora en adelante, ¿Debería contratarla para ocupar ese puesto?"

"..."

A la pequeña sirvienta no podría importarle menos cuán molesto estuviera el Duque por esa cerradura extra en su habitación. Simplemente, movía la cabeza en respuesta y guardaba silencio, mirando hacia un punto lejano en la habitación. 

Cada vez lo aborrecía más y más, convirtiendo su miedo en ira, y el asco en odio. No le importaba que él aún no le hubiera hecho lo que le hizo a Amber en la novela, a ella le bastaba con saber que Duncan era capaz de hacer algo tan ruin, para no bajar la guardia en su presencia.


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Amber había creído que por fin podría dormir tranquila gracias a la cerradura de hierro, a pesar de que sentía la necesidad de levantarse continuamente a verificar si esta estaba cerrada durante la noche.

Pero entonces tuvo ese terrible sueño... 

-¿Por qué? ¿Por qué justo esa escena? ¿Por qué tuvo que soñar con justo esa parte de la novela?-

* Aquella pesadilla fue con el día en el que el Duque había entrado a la habitación de Amber por primera vez en la novela. 

Y este fue diferente a todos los anteriores, pues esta vez no era en tercera persona, sino que lo vio como si le estuviera ocurriendo a ella. Como si fuera un recuerdo.

En este, ella no podía controlar su propio cuerpo, solo podía sentir y ver todo lo que le ocurría, impotente.

Esa noche despertó gritando, hecha un mar de lágrimas. Completamente, fuera de sí. 

Empujó todas las cobijas a patadas, y sacando de debajo de su almohada la daga que acababa de comprar, comenzó a apuñalar a la nada frenéticamente.

Cuando al fin salió de su trance, y reconoció que aquello tan solo había sido una pesadilla, Amber se soltó a llorar, tan fuerte y desesperadamente, como nunca antes lo había hecho. 

A pesar de que no fue real, se sentía sucia... quería desgarrarse la piel para borrar esa horrible sensación, y no podía dejar de temblar. Estaba tan llena de asco y de odio. 

Entonces, esperó a que amaneciera y se reportó enferma con la jefa de sirvientas. 

Y después, fue a darse un baño, restregando su piel hasta que esta se enrojeció por completo.

Terminó faltando a trabajar cuatro días completos, y durante este tiempo tampoco fue a ver a Maximilian, no quería que la viera así. 

Mientras ajustaba su estado de ánimo, quiso huir del Ducado muchas veces, pero todavía no podía hacerlo... Simplemente, no podía dejar a Maximilian solo. Si ella se iba, no creía que la jefa de sirvientas continuara cuidando al pequeño Duque sin las órdenes de la Duquesa. 

Solo podía continuar y fingir que estaba bien.

Con el paso de los días, la sombra de esa terrible pesadilla se fue desvaneciendo. Le costó mucho trabajo, pero al fin pudo reponerse. 



El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora