Capítulo 32

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Desde que fue instalada la cerradura de pestillo en la habitación de Amber, ella al fin había logrado dormir un poco mejor. Aunque ahora había adquirido la extraña costumbre de revisar que esta estuviese cerrada varias veces antes de dormir, e incluso se levantaría varias veces durante la noche para asegurarse de que esta continuara en su lugar.

La nueva cerradura también influyó en el Duque.

Antes, Duncan sabía perfectamente que Amber bloqueaba la puerta cada noche haciendo uso de algún objeto pesado, pero siempre eligió engañarse a sí mismo. Diciéndose que tal medida no tenía nada que ver con él, sino que esto era tan solo porque la joven era precavida con su propia seguridad.

Pero después de que la puerta ya ni siquiera se moviera unos milímetros, cuando él desbloquea la cerradura y habría la puerta, lo hizo tener una sensación de frustración y molestia inexplicable en el estómago.


Y de inmediato envío al mayordomo a que averiguara el motivo, topándose con la noticia de que una cerradura extra había sido puesta por dentro de la puerta de Amber recientemente.

Entonces, cuando se enteró de que el probable responsable era un hombre que trabajaba en las caballerizas y que este solía ganar un poco de dinero extra haciendo reparaciones para los sirvientes de la mansión.

Duncan enloqueció, arrojando todos los papeles de su escritorio al piso, tomo una de las espadas de la pared de su estudio, y de inmediato quiso salir a matar al hombre que había puesto un pie en la habitación de su amada. 

Albert prácticamente tuvo que colgarse de la pierna del Duque en medio de súplicas y lágrimas para que no lo hiciera, con la excusa de que si mataba a ese joven, su excelencia se expondría con la Duquesa.

Desde entonces, cierto empleado de las caballerizas se encontró con muchos problemas y quejas por parte del Duque, lo cual le trajo descuentos en su salario y varios castigos físicos.

En pocas palabras, su vida se convirtió en un infierno.

Aquel joven aguantó todo valientemente, sin decírselo a nadie, y también le pidió a los demás empleados de las caballerizas que no hablaran al respecto con los sirvientes del Ducado.

Él tan solo había necesitado pensar un poco para unir las piezas y darse cuenta del porqué la señorita Amber parecía tan desesperada por instalar esa cerradura de pestillo por dentro de su habitación. Y también del porqué, de pronto, ella había pasado de ser una chica alegre a verse tan cansada y nerviosa todos los días.

Esta situación explicaba igualmente el rumor de que el Duque encontraba fallos continuamente en el trabajo de la señorita. 

Y las marcas de desgaste en la madera que encontró en la puerta de su habitación cuando instaló la cerradura.

La señorita Amber debió haber puesto algo para bloquear la puerta por las noches, para evitar que ese hombre entrara a su habitación mientras ella dormía.

Él también odiaba al Duque, pero como un simple plebeyo pobre no había nada que pudiera hacer. Solo aguantar y esperar a que la ira de su excelencia por él disminuyera.


Amber no tenía ni idea de esto, tampoco sospecho nada. El único cambio que noto fue que últimamente el Duque la veía con resentimiento y que estaba saliendo más seguido, ya sea a montar o a inspeccionar el territorio con la Duquesa.

Kara le había dicho que inspeccionar el territorio cada cierto tiempo era una responsabilidad de los Duques. Y gracias a la novela, Amber sabía que al Duque le gustaba salir a montar cuando estaba de humor o se sentía aburrido.

Por ello, Amber solo pudo enterarse de la situación un mes más tarde, cuando uno de los empleados de las caballerizas ya no pudo soportarlo más y rompió el silencio.

Aquel joven había recibido treinta latigazos porque, supuestamente, había dejado una herradura floja y el Duque casi sufre un accidente cuando salió a montar con la Duquesa.

"¡John ha trabajado en las caballerizas desde que tenía cinco años!. Poner herraduras a los caballos es algo que podría hacer con los ojos cerrados. ¡Es imposible que dejara una herradura floja!"

El anciano comenzó a llorar de la impotencia. Y antes de continuar, sacó un pañuelo viejo de su bolsillo para limpiarse las lágrimas con las manos temblorosas.

"Él es un buen chico. Siempre ha sido un buen empleado y un excelente hijo, haciéndose cargo de su madre enferma desde que murió su padre. ¡Es ese Duque!, él es quien no deja de apuntarle a propósito, desde hace ya varios días"

Cuando Amber lo escuchó apretó inconscientemente los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos, y una profunda culpa la invadió.

Inmediatamente, buscó al mayordomo y fingió tener una charla casual, que ella dirigió hacia cierta dirección.

Tan solo para insinuarle que ella, preocupada por los robos, había instalado por sí misma una cerradura extra en su habitación.

Albert entendió de inmediato el torpe intento de la señorita para salvar a ese pobre empleado de la ira del Duque.

Pero la ingenua sirvienta parecía no comprender que si él le transmitía estas palabras a su excelencia, el Duque creería que ella tan solo estaba intentando proteger a otro hombre frente a él.

Causando que lo malinterpretara de la peor forma. 

Y que eso motivaría al Duque para que, en medio de su ira, no pueda evitar reclamar personalmente la vida del empleado.

Aun así, Albert, también sentía una profunda pena por ese chico inocente, así que decidió cambiar la forma del "cómo" se había enterado de que

"La señorita Amber era diestra para hacer reparaciones y había instalado personalmente una cerradura en su habitación"

Todo esto "relatado" por algunas sirvientas que lo "vieron con sus propios ojos".


Al parecer, la pequeña mentira funcionó, y el joven sirviente pudo volver a sus días de paz. 

Pero de todas formas renunció en cuanto se recuperó, y al menos pudo obtener una carta de recomendación, la cual le permitiría conseguir un nuevo empleo en otro lugar.

Los empleados del Ducado le organizaron una cálida despedida, pues él era un joven muy apreciado por los sirvientes, debido a que siempre fue muy servicial y honesto.

El joven se despidió de cada uno de los empleados, hubo abrazos y buenos deseos. 

Pero cuando llegó el turno de Amber, él ni siquiera la miró, simplemente la ignoró y se alejó. Continuando las despididas cálidas.

Los ojos de la chica se enrojecieron, y las palabras de disculpa se quedaron atrapadas en sus labios sin poder ser dichas. Amber apretó la pequeña bolsa de tela, dentro del bolsillo de su vestido, una que había preparado para él, para dársela junto a sus disculpas. La cual contenía la mitad de todos sus ahorros.

Al verlo alejarse para nunca más volver, ella no puedo evitar sonreír con autodesprecio.

-Sí, él tiene razones para odiarme. Es mi culpa haberlo implicado en mi predicamento, es mi culpa que un inocente saliera lastimado. Todo porque me ayudó-

Luego de eso, Amber se sintió aún más triste y culpable, pero fuera como fuera, todavía tenía que continuar su lucha para soportar hasta que Maximilian y ella pudieran abandonar el Ducado.

El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora