Esa misma noche, en una cantina de mala muerte, en algún lugar de la capital.
Cierto hombre de cabellos rosados abrió las puertas de una patada y volteó a sus alrededores con ojos entrecerrados, como si buscara con quien desquitar su mal humor.
Todos los presentes tragaron inconscientemente y se negaron a mirar en su dirección, bajando la cabeza, como si algo muy interesante estuviera sucediendo en el fondo de sus tarros de cerveza. Intentando pasar desapercibidos para el "perro loco", como algunos lo llamaban.
Incluso los más rudos no se atreverían ni siquiera a respirar fuerte en presencia de este hombre, sobre todo por qué ahora mismo se encontraban dentro sus dominios. Y nadie quería morir sin llegar a saber cómo había sucedido.
"M... Mi señor... Bienvenido"
Se apresuró a saludar el cantinero, uno de sus subordinados. Pero William subió hacia el segundo piso, ignorándolo.
En cuanto la figura se alejó por las escaleras, todos los que podían hacerlo pagaron sus tragos y huyeron del sitio, como si se les hubiese otorgado una especie de amnistía.
Los que se quedaron atrás, se limpiaron el sudor inexistente en sus frentes, cerraron las puertas y se armaron de valor para subir con su señor.
"Esta vez estamos muertos" dijo uno "Recuerden lo que hablamos, la culpa fue de todos" agregó el otro "No lo había visto tan enojado desde el temible día rojo"
"Shhh... Mencionar ese suceso está prohibido" esta era la voz de Owen, este había llegado en algún momento sin que lo notaran.
Todos voltearon a verlo al darse cuenta de su presencia, con ojos suplicantes, buscando su ayuda.
"No me vean así... No pienso interceder"
Les advirtió y saltó hacia las vigas del techo, el lugar en donde amaba dormir aún más que en su habitación.
Todos suspiraron y comenzaron a subir las escaleras con resignación.
El jefe del gremio Cuervo acababa de regresar, luego de terminar una misión importante en el país vecino, y estaba muy molesto por la estupidez de sus subordinados.
Todo fue por qué:
William, mientras se encontraba fuera, había enviado una carta a Owen, mientras este se dirigía a alcanzarlo en el otro país, para asignarle una misión de carácter personal.
Ir al Ducado de Argen, para investigar exhaustivamente todo lo relacionado con cierta sirvienta, sobre todo, lo ocurrido al momento de su expulsión.
Cualquiera creería que, ya que se había corrido la voz acerca del inusual interés del jefe, todos estarían alertas a cualquier noticia relacionada.
Y si un tercero, de pronto, pedía mucha información acerca de la misma señorita, sus subordinados le notificarían al jefe cuanto antes.
¡Pero no!, los bobalicones simplemente aceptaron la misión sin reportar ni media palabra del asunto, e incluso se atrevieron a contactar a Owen para pedirle el resultado de su propio informe.
Por fortuna, Owen, quien tenía un poco más de inteligencia, le contó todo a William en una carta. La cual llegó a la par del informe sobre todo lo encontrado en el Ducado de Argen.
Cuando Will leyó que el contratante que estaba investigando a Amber Vilches se trataba de nada más y nada menos que del Duque de Argen, el pelirosado casi quiso regresar en ese momento tan solo para darle una paliza a sus subordinados idiotas.
Y su enojo empeoró cuando leyó los datos recabados por Owen, vaya novela sangrienta.
Según el informe, todo el problema se debía a los Celos de la Duquesa, la actitud sospechosa del Duque hacia la sirvienta y el "Enamoramiento" precoz del joven pequeño amo del Ducado.
Will se sintió muy frustrado.
Que los y las nobles tuvieran como amantes a algunas criadas o criados, no era extraño en lo absoluto.
Sin embargo, la cuestión aquí era que no solo Amber no estaba de acuerdo con las intenciones del Duque, sino que la Duquesa de Argen era bien conocida en los círculos sociales como una mujer celosa y controladora, profundamente obsesionada con el Duque.
Era obvio que en este asunto la única perjudicada sería la señorita Amber.
Lo peor era que ese hombre, el Duque, no se había dado por vencido a pesar de ser rechazado.
Así que Will tuvo que enviar una carta al gremio para que investigasen exactamente qué estaba haciendo su excelencia, a cuantos gremios más había contactado y para qué.
También les ordenó que, de ahora en adelante, nadie en su gremio haría tratos con Duncan Valis de Argen, y cualquier misión aceptada debería ser cancelada y el dinero reembolsado.
Pero, el asunto cambiaba si el contratante era la Duquesa de Argen.
De ser el caso, deberían informarle a él antes de aceptar cualquier trato.
Esto último fue una precaución, pues era mejor que ellos fueran el gremio contratado por la ex-princesa, en vez de que ella contactara a otros y los dejara ciegos acerca de sus intenciones.
Y pronto llegó una respuesta de los subordinados de la capital para su jefe.
Según lo investigado, el Duque de Argen, no solo había continuado buscando a Amber Vilches, sino que incluso contrató a otro gremio para que vigilaran la casa de sus padres y lo ayudasen a secuestrarla.... Will comprendió que no era solo lujuria, sino una peligrosa obsesión por parte de aquel hombre.
Al parecer, "el hombre más hermoso del imperio" se negaba a aceptar un "No" como respuesta.
"Un hombre patético" Pensó el pelirosado
De vuelta al presente.
Los gritos de los subordinados retumbaron por todo el lugar durante una hora completa, y luego, esa misma noche, William envió gente para encontrar el paradero de Amber.
Enterándose de que ella había abandonado hace poco la posada del pueblo donde la había dejado Owen.
Temiendo lo peor, Will envió una carta a sus agentes infiltrados en los gremios que había contratado el Duque, para obtener una actualización, y saber si este había logrado capturarla.
Por fortuna no fue así.
Amber había logrado escapar de ese hombre a salvo una vez más.
Y más tarde llegó el reporte de que un mendigo la había visto abordar una carreta hace un par de noches, cerca de la entrada norte de la capital.
Con esta noticia, William al fin pudo relajarse y prepararse para ir a dormir.
Realmente odiaba participar en negocios en donde obtuviera perdidas, y esa señorita le debía mucho.
Así que Will se aseguraría de que la joven estuviese a salvo, hasta que le pagase todo.
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El regreso de la extra
RomansaAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...