A la mañana siguiente llegó a la mansión del Ducado el enviado del rey con un decreto verbal de su majestad y una carta oficial para Cecilia Creonia, Duquesa de Argen.
Para recibir tal decreto debían estar presentes todos los miembros de la familia, y fue gracias a eso que Maximilian al fin pudo abandonar su encierro por primera vez en semanas.
En el gran salón, el secretario real que fungía como enviado del rey frunció el ceño en cuanto vio al pequeño Duque.
La ropa que Maximilian usaba estaba muy gastada, además de estar pasada de moda, y los zapatos eran demasiado grandes como para que el niño los usara.
Incluso el secretario sabía que el tipo de raso usado en su vestimenta se había dejado de usar en el Reino desde hace cinco años, pues después de que su majestad asumiera el trono había comenzado a comerciar con un pequeño reino que producía un raso de una mejor calidad y mayor suavidad.
En cambio, los dos Duques frente a él, no solo vestían magníficamente, con las mejores telas enviadas desde el palacio de su majestad. Si no que también estaban ataviados con todo tipo de exquisitas joyas.
La Duquesa, viendo la obvia comparación en los ojos del secretario real, se aclaró la garganta, como si intentara recordarle al enviado que debería darse prisa en transmitir el decreto verbal de su hermano.
El secretario, retiro la mirada del niño, estiró la espalda y con voz fuerte comenzó a hablar
"Se le ordena al joven Maximilian Argen que se dirija hacia la capital y se presente cuanto antes frente a su majestad, el rey... ...De ahora en adelante, este se encontrará bajo la protección y tutela de su majestad, el rey."
Los Duques se miraron entre ellos sin poder creerlo antes de dirigir sus ojos hacia el niño de trece años a su lado.
Pero las miradas sobre Maximilian pronto cambiaron, una vez que la sorpresa inicial pasó.
Una estaba llena de advertencia y resentimiento, mientras que la otra se había colmado de cálculos y parecía secretamente feliz por este decreto verbal.
La Duquesa no podía quedarse quieta, y se acercó al secretario para interrogarlo
"¿Qué significa esto Vizconde Hitch? ¿Por qué su majestad de pronto ha convocado al niño?"
El secretario real esbozo una ligera sonrisa cortés y le entregó a la Duquesa la carta que su majestad había preparado de antemano.
"Todo cuanto deba saber se explica aquí, su alteza"
El Vizconde observó a Maximilian con una mirada cálida mientras pensaba en que su majestad realmente había adivinado bien. La Duquesa no estaría enterada de nada y el joven amo habría enviado aquella carta a escondidas de su madre, en un movimiento desesperado para obtener ayuda.
Cecilia Creonia abrió el sobre con ansiedad y se apresuró a leer el contenido de la misiva.
Conforme sus ojos iban leyendo cada línea, su expresión empeoraba y la mano que sujetaba el papel se apretaba cada vez con más fuerza.
Básicamente, su hermano le estaba reiterando, qué, de ahora en adelante, Maximilian estaría bajo su tutela y protección real hasta que este cumpliera la mayoría de edad. Privándola de cualquier derecho como madre, y eso incluía planear sobre el matrimonio de Maximilian.
Y también para comunicarle que el niño había logrado manifestar el legendario poder de los Argen, y que, por lo tanto, sería aceptado en la prestigiosa academia Real antes de la edad mínima de admisión.
Cecilia Creonia apretó los dientes con furia y dirigió una mirada viciosa hacia su propio hijo, intentando contener su temperamento para no apresurarse a abofetearlo.
Duncan, quien temía por qué Cecilia tuviese un arrebato frente al enviado de su majestad, se apresuró interponerse frente a la Duquesa e intentar calmarla.
"Cecilia, el secretario real, debe estar realmente cansado por haber hecho un viaje tan largo desde la capital. Lo mejor será que se queden esta noche en el Ducado y salir mañana temprano. ¿No es verdad, Vizconde Hitch?. -Duncan levantó la mirada hacia el Vizconde con una sonrisa cortés- Espero que pueda concedernos esta petición, ya que comprenderá que todo ha sido demasiado repentino y Cecilia todavía parece estar muy reacia a separarse de su hijo. Además, Maximilian necesita tiempo para preparar su equipaje"
El Vizconde Hitch asintió. Y el Duque ordenó al viejo mayordomo que lo guiara a una de las habitaciones de invitados.
Aprovechando la salida del Vizconde, Maximilian se escabullo de regreso a su habitación, y cerró la puerta tras de sí.
Si se quedaba en el salón, quién sabe qué le haría la Duquesa para descargar su ira.
El pequeño Duque dio unos pasos dentro de su habitación y cambió la expresión seria por una gran sonrisa, corriendo a abrazar al lindo conejo de trapo que descansaba sobre su cama.
Pronto iría a la academia Real y recibiría las cartas de Amber, tal como ella se lo prometió.
Inmediatamente, el chico se dirigió hacia el ropero y tomó aquel equipaje improvisado que había preparado cuando había querido huir junto con Amber.
Se alegraba de que hasta entonces no lo hubiese desempacado.
En ese momento llamaron a la puerta.
Maximilian esperaba ver a la señora Thomas cuando llamaron a la puerta, pero en su lugar se topó con la criada de su madre, Marie.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...