Capítulo 36

1.2K 155 9
                                    



A la mañana siguiente, la pequeña criada salió muy temprano rumbo al pueblo. 

Esta vez iba en el carruaje con Jen y tres criadas más. Todas se separarían cuando llegarán a su destino, algunas iban de compras, otras a ver a sus familias. 

Así que mientras tanto Amber les iba pidiendo indicaciones de a dónde ir a comprar todo lo que necesitaba a mejores precios. 

Una de las chicas le habló sobre una joyería pequeña que vendía a precios más accesibles, pero no era muy popular porque estaba un poco metida entre las callejuelas del centro, haciendo un poco difícil encontrarla. 

Amber apreció el dato y planeó ir a esta por el obsequio de cumpleaños de Maximilian. 


Después de haber comprado casi todo para el cumpleaños del pequeño Duque, solo quedaba el obsequio de cumpleaños y el dije encargado.

Era realmente bueno haber pedido indicaciones por adelantado, en vez de buscar las tiendas adecuadas por su cuenta, gracias a esto, se había ahorrado muchas horas de búsqueda. 

Mirando hacia el cielo, debería ser cerca de medio día, así que era hora de buscar esa joyería de acuerdo a las indicaciones que le había dado su compañera. 

Amber se sentía un poco más segura de caminar por las calles del pueblo, pues esta mañana había decidido llevar su daga para autodefensa cuando salía. 

Esta estaba dentro de la funda y atada con un cordel a su muslo, bajo su falda. Era un poco molesto caminar así, pero por un poco de seguridad extra valdría la pena.


Las callejuelas eran un poco intrincadas y todas eran similares, por eso, a pesar de estar siguiendo una dirección, Amber sintió que estaba perdida.

Casi podía jurar que había visto esas rejas blancas unas tres veces ya, así que frunció el ceño.

¿Sería posible que a pesar de tener indicaciones claras se hubiese perdido?

Cuando estaba por darse por vencida y preguntar por la salida de este lugar, escuchó un golpe secó, seguido de un llanto ahogado. Y al voltear hacia el sonido pudo ver a un hombre enorme golpeando brutalmente a un niño de aproximadamente cinco años, mientras le gritaba. 

"¡Eres solo una basura!... ¡Tal como tu madre!... Solo entienden a golpes, te dije que si no vendías todo no podías volver"

El hombre arrastraba un poco las palabras, parecía estar en estado de ebriedad. 

Amber corrió hacia la escena para detenerlo por puro instinto y empujó al hombre al suelo usando todo su cuerpo, ni siquiera lo pensó, solo quería que esa mole gigante dejara de golpear al pequeño niño. 

Pero lo increíble era que este se cayó cuando ella lo golpeó.  

La joven, temblando, se apresuró a levantar al niño y lo puso detrás de ella. Acababa de darse cuenta de que lo que acababa de hacer la había metido en un gran problema, e inconscientemente tocó la daga por sobre la tela de su vestido.

A pesar de estar temblando y de que sus ojos se habían enrojecido en algún momento, Amber intentó no mostrar miedo, y se paró entre aquel hombre y el pequeño niño.

El hombre intentó pararse torpemente, sin poder conseguirlo, y vuelto una furia, señaló con el dedo a Amber.

"¡Tú! ¡Maldita mujerzuela! ¡Te mataré!" 

El grito fue atronador, lo que hizo que muchas personas curiosas se detuvieran y que los vecinos salieran a ver lo qué estaba ocurriendo.

El gran hombre detuvo sus insultos por unos momentos al ver la mirada de los curiosos sobre de él. 

Los vecinos sabían perfectamente que él golpeaba y explotaba a madre e hijo, pero no importaba cuanto lo desaprobaran, no podían hacerle nada porque, después de todo, eran sus asuntos domésticos. Sin embargo, era diferente si mataba a golpes a esta chica extraña. 

Entonces el hombre comenzó a hacer una mueca de dolor y apuntándole la acusó de haberlo golpeado

"Ella me golpeó y ahora no puedo caminar. ¡Es un intento de asesinato!... ¡Llamen a los guardias!"

La mirada de todos los presentes fue hacia el delgado cuerpo de la jovencita, y luego a la gran masa de carne de aquel hombre violento y borracho, lo que él decía era realmente ridículo.

El hombre adivinó que acababa de decir algo muy poco creíble, pero no estaba dispuesto a retroceder

"¡Es verdad! Mi hijo puede testificar, ella me golpeó. Y... y también arruinó todas las flores en la canasta del niño"

Solo entonces, Amber se dio cuenta de las flores aplastadas que estaban desperdigadas por toda la calle.

El niño detrás de ella tembló, aterrado cuando sintió la mirada de su padre sobre él y se apresuró a afirmar lo dicho por su padre con su cabecita

Amber no sabía qué decir, realmente hizo que el hombre se cayera, pero no creía que eso fuera suficiente como para dejarlo inválido. 

En ese momento alguien más llegó a la escena y rodeó con familiaridad los hombros de Amber, aunque, a decir verdad, la posición se veía un poco forzada, ya que el chico era una cabeza más bajo que ella.

"Yo solo vi que ese hombre estaba tan borracho cuando golpeaba al niño que tropezó solo"

Dijo el sonriente extraño, y luego volteó a ver la expresión de Amber con obvia curiosidad por su reacción.

Amber sabía que el chico a su lado tan solo quería ayudarla, pero aun así se sentía un poco culpable de que alguien mintiera por ella. 

No planeaba aceptar o negar culpa alguna, ya que estas personas no creían lo que dijo el padre del niño. Pero, aun así, no podía irse dejando las cosas como estaban. Si lo hacía, el hombre se desquitaría con su hijo, y la paliza sería más brutal que antes.

Amber no quiso hablar con aquel hombre repugnante, pero en su lugar se giró hacia el pequeño y poniéndose de cuclillas le preguntó

"Yo no he arruinado tus flores, pero dime: si las hubieras vendido todas, ¿cuánto habrías obtenido?"

El niño levantaba la carita sucia, llena de moratones, y luego la bajaba, dudando, parecía avergonzado hacia esta hermana mayor que lo había salvado, y a la que después había traicionado.

"Tres... tres monedas de cobre"

La voz infantil con la que respondió era tan baja, como el aleteo de una mosca, apenas lo suficientemente audible como para que Amber la escuchara.

La joven sirvienta sonrió y sacó cinco monedas de su bolsillo, entregándoselas en la manita del pequeño. 

"Toma, así tu padre no tendrá una excusa para continuar golpeándote" 

El pequeño observó las monedas en su mano y asintió a la jovencita frente a él. 

Y solo así Amber se giró y se fue de la escena, ignorando al hombre en el suelo. 





El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora