Capítulo 101

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La escena era tan animada que le recordó a Amber los eventos de premiaciones de grandes alfombras rojas en su vida anterior, sobre todo por lo que parecían ser gritos de fans. 

Y se sintió orgullosa. Ahora su joven amo era toda una celebridad en el reino, y nunca más sería ignorado o subestimado. 

La joven dejó que la emoción de la multitud la contagiase y comenzó a gritar vítores a Maximilian, como si ella fuese una fan más.

"¡Su alteza estamos tan orgullosos de usted!"  "¡Su alteza será el mejor mago del reino!"

Mona y Adriana se sorprendieron al oír gritar a su amiga y siguieron su ejemplo

 "¡Pequeño Duque! ¡Muchas felicidades!"  "Felicitaciones por ser admitido en la academia real"



En algún momento, los hombres rudos que estaban vigilando a Amber detrás de ella cayeron inconscientes y fueron llevados lejos sin que nadie se diera cuenta, y ahora era William quien estaba detrás de ella con una sonrisa socarrona.

-¿Qué tiene de bueno ser admitido en esta aburrida academia?- Pensó.

Y luego se sorprendió al descubrir que Amber había comenzado a saltar en su sitio, agitando las flores en sus manos, intentando estirar el cuello para ver a su pequeño Duque y se sintió irritado. Estaba celoso. 

Tenía muchas ganas de tocar su hombro para llamar su atención y que ella dejara de lado al niño. 

Porque eso era, tan solo un mocoso. 

Además, si Amber volteaba en este momento, esta vez podría ver claramente sus facciones, y seguramente, con un poco de ingenio, descubriría que Ashton siempre había sido en realidad William el jefe de "cuervo", solo que con otro tono de pelo y ojos gracias a la magia. 

¿No sería eso mucho más emocionante que ver a un niño desfilando para dar un tedioso discurso?

Durante seis meses William había sido un cobarde, deseando confesarle la verdad, pero sin atreverse al mismo tiempo. Lleno de todo tipo de temores. 

Así que hoy decidió dejarlo al destino. Amber solo necesitaba voltear y él le revelaría todo. 

"Voltea... Voltea... ¡Vamos, mírame!" 

El pequeño murmullo se vio ahogado por los gritos de la multitud, sobre todo por qué Maximilian Argen estaba cada vez más cerca. 

En ese momento Will tuvo un extraño escalofrío en el momento en el que sintió una mirada pesada que se dirigía hacia su dirección, la cual lo hizo voltear hacia el podio al final del recinto. 

Arriba de este se encontraba un hombre noble, de cabellos plateados y ojos morados azulosos que miraba a la joven frente a él con ojos oscuros, ardientes y obsesionados. 


El Duque de Argen había llegado por una puerta trasera para evitar la multitud y de inmediato buscó a su amada con la mirada. 

Hasta que sus ojos se toparon con quien, estaba seguro, era Amber.

Ahí estaba ella, la mujer que anidaba en sus pensamientos cada día sin falta y en sus sueños cada noche. La había añorado tanto que había logrado grabarse en su mente cada detalle de su ser, su altura, su figura y complexión. La voz aterciopelada que parecía hacerle cosquillas en el corazón cada que la recordaba, ahora estaba tan impresa en lo profundo de su alma que era capaz de diferenciarla con claridad de entre todas. 

¿Cómo podría no reconocer a la mujer que habitaba cada uno de sus dulces sueños y cada una de sus más ocultas fantasías?... él sería capaz de identificarla donde fuese, sin importar nada. 

En ese momento, Duncan no pensó en otra cosa más que tenerla por fin entre sus brazos y corrió hacia las escaleras laterales del podio, bajándolas, ignorando los saludos de los nobles que lo notaron desde sus asientos, y luego, comenzando a abrirse paso por la multitud de plebeyos como un demonio.

Solo ella estaba en sus ojos, únicamente atraparla era lo importante. 

Duncan incluso se olvidó de cuanto despreciaba a las multitudes, la cercanía de los extraños y las miradas obsesivas que solía obtener de estos.


El rostro de Will palideció. 

No creyó que el Duque se atreviese a actuar directamente y frente a todos, lo había subestimado. Había subestimado su obsesión por Amber. 

Miró a la joven frente a él con una sensación de crisis. 

Ella, ni siquiera se había dado cuenta, estaba tan enfrascada en su emoción que dejó de estar vigilante a su entorno. 

El Duque cada vez estaba más cerca, Will no tenía otra salida. 

Solo esperaba que los detectores de magia no se dispararan con esto, además solo podría comprarse unos segundos. 

El canto del hechizo fue formulado mientras sujetaba el amuleto con la piedra de maná en su bolsillo, y en el último momento abrazó a Amber para desaparecer de la vista de los presentes con ella en brazos. Dejando únicamente el gran ramo de flores que ella había estado sosteniendo hasta hace poco tirado en el lugar. 

Todo sucedió muy rápido, justo delante de la enloquecida mirada de Duncan. 

La había visto siendo abrazada y retenida por un hombre, y luego volviéndose humo para desaparecer, como si se tratase de un espejismo, justo frente a sus ojos. 

El Duque empujó a las personas como un maniaco, y se abrió paso a trompicones. Cuando llegó al lugar en donde antes había estado Amber sus ojos estaban inyectados en sangre y su pecho ondulaba, mirando a todas partes y observando los rostros de las damas presentes, completamente frenético. 

Su mano se estiró y bajó ansiosamente las capuchas de Mona y Adriana, haciéndolas voltear, y dejándolas en shock. 

Al principio, todos a su alrededor estaban sorprendidos, pero después esas miradas cambiaron y sus rostros se llenaron de adoración, admiración, obsesión, e incluso lujuria. 

Las mejillas de Mona también enrojecieron, pero Adriana frunció el ceño y protegió a su hermana detrás de ella, mirando a este hombre con una sospecha que poco después se transformó en ira, cuando adivinó quién debería ser la persona frente a ella.

Solo entonces Adriana lo recordó, poniéndose terriblemente pálida del miedo, y volteó para todos lados ansiosamente.

Estaba a punto de interrogar al hombre cuando este abrió la boca primero

"¡¡¿Dónde está?!!"

La voz profunda, fría y dominante pareció estimular a las damas plebeyas a su alrededor, quienes parecieron despertar de un trance y se acercaron más a él, intentando hablarle, tocarlo casualmente o entregarle flores. 

Solo entonces el Duque se dio cuenta de la clase de situaciones en donde se había metido, trayendole muchos fantasmas de su pasado. Cuando, en las fiestas a donde solían arrastrarlo sus padres, siempre lo miraban con obsesión y lujuria, como si quisieran comérselo en sus estómagos, e intentaban tocarlo con toda clase de excusas. 

Duncan sintió que le faltaba el aliento y comenzó a hiperventilar. 

Intentó alejarse, pero no había hacia dónde, estaba rodeado por una multitud. Su cuerpo comenzó a temblar y su frente resumo en sudor frío. 

Sentía que no podía respirar y el contacto inevitable con estas personas era como si miles de cien pies recorrieran su cuerpo.

Duncan intentó avanzar hasta la pasarela por donde estaban a punto de transitar los nuevos estudiantes de la academia real, quienes aún estaban recibiendo flores cerca de ahí. Pasando al lado de Mona y Adriana. 

Pero se desmayó justo antes de llegar, quedando inmóvil en el suelo.



El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora