En este momento, hay otra persona que se mira al espejo con atención, solo que esta persona no está extasiada sino asqueada por su propio reflejo.
Asco.... Repulsivo... Sucio... Se odia tanto a sí mismo.
"Asqueroso" susurró al ver las huellas rojas dejadas sobre la blanca piel de su cuello.
No obstante, toda la humillación y el asco que sentía, lo que más temía era que esta vez no hay nadie que le pueda conseguir un anticonceptivo.
Albert ya no está para ayudarlo.
Y esa maldita mujer... pronto podría quedar embarazada de su hijo.
Al pensar en lo que había sucedido anoche... su mano comenzó a temblar y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Entonces, tuvo que reunir todas sus fuerzas para no romper el espejo frente a él y usar los pedazos para destruir este maldito rostro hermoso.
No solo su rostro, Duncan quería cortar cada lugar que ella hubiese tocado o besado anoche.
Amber... ¿lo despreciaría por estar manchado nuevamente?
Con este pensamiento, una lágrima rodó por su mejilla y su garganta se llenó del sabor salado de su sangre. Anoche, había apretado tanto los dientes mientras ella bailaba arriba de él, que había sangre en su boca.
"Asqueroso..." Volvió a decirse a sí mismo.
Hace unos días, las palabras secretas de "su cuñado" le fueron entregadas verbalmente por el secretario real.
"El chico al fin escapó del peligro. Si quieres dejar de ser un prisionero será mejor que te comportes como un buen marido y una decoración obediente, de ahora en adelante no hay segundas oportunidades"
Duncan odiaba a Alonso... si pudiera, retorcería su cuello con sus propias manos.
Sí... Cecilia lo codiciaba, pero fue Alonso quien lo hizo posible.
Esta vez estaba completamente solo... incluso, le quitaron a Albert, el único que siempre le fue leal.
Pero... antes de que se lo llevaran los guardias, Duncan había logrado darle una última orden.
"Promete cualquier cosa. Los ayudaré a destruir este reino... a cambio, quiero que me entreguen a Amber Vilches sana y salva, y que cumplan mi venganza contra los hermanos Creonia"
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Alelí se arregló especialmente para la sesión de hoy, usando un vestido de seda e hilo de plata, y adornó con perlas blancas su cabello rubio, haciéndola verse como un ser puro y divino que había descendido de los cielos.
Sabía que en esta ocasión, además de su majestad, estaría presente su alteza, el príncipe heredero.
Por ello, a pesar de que la ley del reino prohibía los matrimonios entre la familia real directa y las santas del templo, Alelí aun así quería entrar en el corazón del príncipe heredero, Nezar; y convertirlo así en su partidario y defensor.
Una vez que estuvo satisfecha con cómo se veía, Alelí sonrió al espejo y caminó rumbo a la habitación de Maximilian, quién ya había sido trasladado a su propia ala del palacio.
Cada vez que Alelí iba a curar al príncipe, podía disfrutar de las miradas de adoración de los sirvientes, quienes la trataban casi como si ella fuese la diosa misma.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...