Ambos vieron, aun en shock, como las gruesas puertas de caoba del estudio se cerraban lentamente tras la partida de Amber.
Y poco después de que ella se fuera, el Duque, por sí mismo, comenzó a recoger tranquilamente las cosas que antes había arrojado al piso alfombrado. Mientras el mayordomo estaba aún de pie, pálido.
Al salir de su estupor, este reaccionó y se agachó para recogerlo todo junto al Duque. Albert pareció dudar durante algunos segundos, antes de intentar decir lo que tenía en mente.
"Su excelencia...".
"No"
"Pero..."
"¡He dicho que no!, ni una palabra de lo ocurrido aquí nuevamente, Albert"
"..."
Duncan observó con frialdad la gran mancha húmeda de té sobre la alfombra y ordenó
"Mañana irás con la jefa de criadas y le dirás que Amber derramó, en su torpeza, una taza de té hoy. Y que su castigo será permanecer encerrada en su habitación, únicamente a pan y agua, durante tres días. Sin salario. Oh, ¡casi lo olvido!, su día libre del siguiente mes será anulado"
"¿Sí?... Sí, su excelencia"
Duncan sabía que las reglas del Ducado implicaban un castigo ejemplar para Amber, lo cual significaban azotes, un tiempo en la celda, y ser degradada de su puesto.
Pero ninguno de estos era algo que él deseara para la mujer que amaba.
Además, con la situación que acababa de ocurrir, Duncan no sabía cómo sentirse.
Hoy por fin había obtenido una reacción de ella, algo más que la clásica indiferencia, el asco inicial o el terror de aquella vez en la que sujeto su brazo.
Sí, era ira, más específicamente, ella estaba iracunda con él, y... ¡Era tan hermosa!.
Aquellos hermosos ojos dorados brillaban con furia, sus mejillas estaban sonrojadas y pudo notar un ligero temblor en su barbilla.
¡Tan encantadora!.
Además, había una pequeña alegría extra en todo esto, pues Duncan acababa de darse cuanta de algo nuevo sobre su amada.
Lo más especial sobre su mujer no era únicamente su sonrisa, sino también sus ojos, aquellos ojos son siempre tan expresivos cuando una emoción la invade, y es un verdadero placer ver cada matiz en aquel fantástico color dorado. Todo un tesoro, ¡su tesoro!.
Lamentablemente, fue todo por ese bastardo, incluso eso.
Su excelencia, el Duque, miró a través del gran ventanal, pensativo.
Tenía que aceptarlo, envidiaba mucho a ese chico.
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Mientras tanto, en las habitaciones de Maximilian.
Amber se había lavado el rostro antes de venir e intentó sonreír de todo corazón mientras colocaba los adornos por todo el espacio, pero Maximilian pudo ver claramente sus ojos enrojecidos y su semblante angustiado.
Él tocó el collar que descansaba en su bolsillo, el cual, aún no había logrado encantar, y lamentó su incompetencia.
"Esto no puede continuar así"
Se dijo a sí mismo en un murmullo, mientras la veía recibir el pastel de cumpleaños y continuar adornando la habitación.
Y, entonces, el joven llegó a una resolución.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...