Durante el discurso de felicitación, en el banquete, su majestad llamó a su lado a Maximilian, y declaró oficialmente frente a los asistentes, que su sobrino acababa de despertar los legendarios poderes mágicos de los Argen. Confirmando así aquel rumor, para sorpresa de todos.
Y también, anunció que, de ahora en adelante, Maximilian gozaría del mismo honor y respeto que un príncipe real, sorprendiendo con esto aún más a todos los nobles presentes.
Cientos de ojos miraron en ese momento al chico de trece años, algunos con admiración, otros con cálculos, y algunos más con ambición.
Pero hubo una mirada de ira entre los presentes, y esta procedía de nada más y nada menos que de su alteza, la Duquesa de Argen, la madre de Maximilian.
Cecilia sentía como si su amado hermano la estuviese humillando al hacer aquel segundo anuncio.
Ahora todo el reino sabría que ella ya no tenía injerencia en el matrimonio de su propio hijo.
Sin embargo, la mano fuerte del Duque la tranquilizó cuando se posó sobre su hombro con suavidad. Y un sentimiento cálido se extendió por el corazón de la Duquesa.
No recordaba si alguna vez había tenido un momento tan dulce con su amado en el pasado.
El día de hoy Duncan la había sorprendido, era la primera vez que parecía apoyarla, consolándola con ternura, incluso horas antes le había permitido abrazarlo sin mostrar resistencia o disgusto alguno... como si fueran una verdadera pareja que se amaba.
Las miradas de algunas damas, que antaño solían burlarse secretamente de la Duquesa por haber obligado al hombre más hermoso del reino a casarse con ella, notaron de inmediato estos pequeños gestos entre los esposos y sus rostros se llenaron de envidia.
A mitad de la celebración, Duncan se acercó a su cuñado, quien sostenía una copa de vino, y comenzaron a conversar.
Su majestad, la reina, ya se había retirado a descansar para este momento. Pues su salud había quedado algo deteriorada después de dar a luz al príncipe heredero, hace años; y en noches frías como estas es cuando más debería de ser cuidadosa para evitar enfermar.
Desde lejos, la Duquesa notó la mirada llena de frialdad que su hermano dirigía a los nobles del salón, al parecer causado por las palabras del Duque.
Y luego, el rey caminó hacia el grupo más grande del salón de baile, sonriendo, y dejando al Duque de Argen atrás.
Cecilia continuaba resentida con su majestad, debido al reciente anuncio sobre Maximilian, así que no se acercó a conversar con él.
Tan solo se limitaba a observarlo desde lejos con una cara hosca, para hacerle notar su enojo.
El grupo de nobles, al que su hermano acababa de acercarse, rieron de pronto, al parecer debido a una broma de su majestad, pero luego sus expresiones cambiaron a una de sorpresa y todos miraron a con algo de consternación al Duque de Argen, quien estaba de pie a unos metros de ellos.
Duncan se acercó con una sonrisa y el resto de los nobles parecían estarlo felicitando, pero este negó con la cabeza y dijo algo más.
A lo que los presentes asintieron y su majestad volvió a sonreír dándole algunas palmadas en el hombro a su cuñado.
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A la mañana siguiente, la pareja Ducal se presentó en el palacio y, mientras su majestad, la reina tomaba un refrigerio junto a su alteza, la Duquesa, su majestad, el rey, llevaba al Duque de Argen a conocer a los reclutas recién graduados de la orden de caballeros.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...