Capítulo 106

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La Duquesa parecía estar extremadamente cansada y desmejorada, su cutis ahora estaba cetrino y habían obvias marcas azulosas bajo sus ojos, también había perdido algo de peso, esto se notaba en su rostro el cual se veía mucho más anguloso.

 Pero aún así se negaba a despegarse ni por un momento del lecho en donde estaba su amado, apenas comiendo, apenas durmiendo. 

Ni siquiera su majestad había podido convencerla de volver a su habitación a descansar o de comer más de un par de bocados.


Según el sanador divino enviado por el rey, su excelencia el Duque debería haber despertado hace mucho tiempo, pero simplemente parecía no poder hacerlo. 

Durante una semana completa había estado vagado entre pesadillas y una fiebre que se negaba a ceder. 

Siempre murmurando

"No, no... Aléjese. No me toquen, no" 

La Duquesa no quería escuchar excusas del sanador, quería que Duncan despertara cuanto antes. 

Así que perdió la paciencia, y corrió de la mansión al sanador enviado por el rey. 

Entonces, Albert, el fiel mayordomo, logró alcanzarlo antes de que este llegase a la puerta, y le rogó que salvara a su señor

"... Ya se lo he dicho a la Duquesa, no hay nada de malo con el cuerpo de su excelencia. A la única conclusión a la que puedo llegar es que este ha sufrido un golpe psicológico, pero todos se niegan a creerlo" 

El hombre de mediana edad estaba profundamente ofendido. 

Albert sí le creía. ¿Cómo no iba a creerlo?. 

Él era quien cuidó de su joven amo desde muy pequeño, y sabía perfectamente sobre la mayoría de sus malas experiencias frente a las multitudes.  Pero esa tarde su señor había bajado del podio por su propio pie, internándose entre aquella multitud solo por conseguir a la señorita Vilches, olvidándose por completo de sí mismo, de sus miedos y de su propia seguridad. 

Esa tarde Albert también había visto como la joven señorita Vilches desaparecía en los brazos de un hombre de cabellos rosados, dejando tras de si solo un gran ramo de flores que hasta hace poco había estado sosteniendo. 

Cuando fue al lado de su joven amo, el cual ya estaba inconsciente, Albert había recogido las flores. Ni siquiera lo pensó, solo las recogió para su excelencia. Pensando en que, de no encontrarla hoy, estas podrían ser un pequeño consuelo para el Duque.

Las flores habían sido pisadas decenas de veces, tal como el corazón de su pobre joven amo. 

Y estas mismas ahora estas estaban en un florero al lado de la cama de su señor, esperando a que este despertara. 

La duquesa ni siquiera se había dado cuenta de el ramo de flores completamente arruinado en la habitación del Duque, pues toda su atención estaba en cuidarlo y en su angustia por la posibilidad de llegar a perderlo.


Ese día, el mayordomo, también había intentado atrapar a Amber. No quería continuar viendo a su excelencia tan triste y decaído solo por no poder lograr su amor. 

Albert no lo veía tan mal. Entre los nobles habían muchos matrimonios concertados y en muchos casos las parejas llegaban a amarse con el tiempo. 

El asunto con la Duquesa y el Duque no funcionó por la diferencia de edad, y por que la Duquesa era demasiado dominante;  pero estaba seguro de que sí funcionaría entre la señorita Vilches y su excelencia.  Si tan solo ella le diese la oportunidad.

El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora