Poco después de que su excelencia se fuera, Maximilian también fue llamado al palacio y traído con un permiso especial desde la academia real.
Su majestad no estaría tranquilo hasta que pudiera ver la reacción de su sobrino cuando le preguntara al respecto.
Sin embargo, la reacción del joven no fue la esperada por el rey.
Maximilian lucía aburrido y profundamente frío cuando escuchó las palabras de acusación de su tío, como si viera una especia de broma de mal gusto
"Su majestad, es incomodo que haga que me sigan todo el tiempo. ¿Acaso soy un prisionero?"
"¿...?"
La respuesta gélida e indiferente del chico, sorprendió a Alonso y lo dejó aturdido durante algunos minutos, sintiéndose como un tonto que había revelado sus propios defectos.
Maximilian continuó
"Ya lo sabía, era obvio que lo notaria, sin importar qué tan buenos sean ocultándose. Me disculpo si mi pequeño experimento de rebeldía le trajo problemas a su majestad, pero realmente necesitaba un momento para disfrutar el paisaje a solas"
Alonso Creonia pensó que su cabeza explotaría.
Aunque había especulado al respecto, nunca creyó realmente que Maximilian fuera capaz de reunir a un pequeño grupo de seguidores. Pero, sobre todo le sorprendió la facilidad con la que había reconocido que ellos eran su propia gente.
¿Qué tal capaz era su joven sobrino a tan corta edad?
Pero había un cabo suelto extra, y este era ¿A quien pertenecía el grupo que apoyó a sus guardias reales durante la pelea?
¿Podría ser que fuesen personas con la misma misión que sus guardias? ¿Vigilar a Maximilian Argen? Y si es así... quien se le venía a la mente era el Duque, pero ¿Por qué el Duque vigilaría a alguien a quien nunca le había mostrado ni el más mínimo interés?
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Esa noche, Duncan se preparaba para ir a dormir.
Todo parecía estar marchando tan bien.
Estos días, con el pretexto de su enfermedad, había rechazado varias veces las incursiones nocturnas de la Duquesa, así que ella lo había estado dejando en paz.
Y sentía que pronto podría encontrar a su amada y tenerla por fin entre sus brazos.
A pedido suyo, Albert había secado completamente las flores de Amber, y el Duque las ocultó celosamente de la Duquesa, como un tesoro.
Entonces, cada noche, cuando se quedaba a solas en su habitación, besaba los pétalos con dulzura y tocaba los tallos con fervor, murmurando palabras llenas de amor y deseo.
Como si de esta manera la mujer que amaba pudiera escucharlo y sentirlo a la distancia.
Mientras lo hacía, se consolaba con la idea de que pronto tendría de nuevo a su Amber, y entonces besaría cada parte de su cuerpo con devoción, limpiando con sus manos, labios y lengua cada parte que aquel repugnante hombre pudiera haber tocado.
E Impregnado así con su aroma y una huella imborrable a su amada.
Tal como lo hacía ahora con sus flores.
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Habían pasado demasiado tiempo y aún no había noticias de Amber. Tampoco de aquel hombre.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...