Capítulo 35

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A la mañana siguiente, Maximilian decidió poner manos a la obra.

Estaba algo asustado de salir de su habitación, pues todavía recordaba las palizas que solían darle los sirvientes, sus insultos y vejaciones. Pero tenía que ser valiente si quería ayudar a Amber.

Reunió todo el valor del que era capaz y salió rumbo a la biblioteca, escondiéndose en lo posible de la mirada de los sirvientes y revisando furtivamente desde las esquinas con cuidado, para asegurarse de que no viniera nadie del otro lado. 

Y así logró llegar por fin a la biblioteca.

El encargado de esta, quien hojeaba descuidadamente un libro, lo miró de reojo y volvió a bajar la mirada, mostrándose indiferente. 

No podía oponerse a las órdenes de la Duquesa, pero si no los ayudaba a encontrar el libro que buscaban ¿Qué harían un niño desfavorecido y una simple criada?, ¿Quejarse con su alteza, La Duquesa? ¡Jah!, ¡Qué broma!.  Pensó, burlándose. 


Maximilian siempre había deseado poder usar la biblioteca. 

Antes de que su padre muriera, logró visitarla unas cuantas veces con su Nana. Cuando ella juzgaba que se lo había ganado, vinieron a buscar un libro de cuentos. Pero ese recuerdo ahora era muy vago. 

La última vez que se acercó a esta fue hace años, cuando tenía poco de haber conocido a Amber, ella lo convenció de venir para buscar los libros que necesitaba para continuar con su educación. Lamentablemente, al encargado no le importaba su identidad como hijo de la Duquesa, y ni siquiera les permitió pasar más allá de las puertas. 

Maximilian no sabía bien donde estaba el libro que necesitaba, así que solo podía buscarlo a ciegas. 

Lamentablemente, por más que buscó, no pudo encontrarlo ese día... Ni el siguiente, ni el siguiente; pero perseveró, y al final, logró encontrar justo lo que estaba buscando. 

Ese gran libro de pasta de terciopelo azul, estaba repleto de todo tipo de complicados e impresionantes hechizos para encantar objetos. 

Hechizos de animación de objetos, hechizos de rastreo, hechizos protectores que funcionaban una sola vez, y hechizos de transmisión de video y sonido, que solo se activaban cuando el portador se sentía en peligro. 

Maximilian sentía que había encontrado un verdadero tesoro, sus ojos redondos brillaron y una linda sonrisa se formó en sus labios, haciendo visibles un par de pequeños colmillos, una vista demasiado adorable.  

De inmediato abrazo el libro, y se lo llevó, corriendo hasta su habitación, emocionado. 

Ahora que tenía el libro y podía intentar la magia, estaba tan emocionado que sentía que le hormigueaban las manos. 

Después de leer toda la tarde, se preparó para comenzar, hasta que recordó que aún le faltaba el objeto a encantar. 

"..." 


Maximilian pensó que lo más adecuado sería un objeto que fuera pequeño pero fácil de llevar y difícil de perder. Algo que se pudiera llevar pegado al cuerpo y no a la ropa. 

Pensó en un collar o unos aretes. 

Pero él no tenía nada de dinero, y tampoco tenía nada que pudiera vender para conseguirlo.

¿Cómo podría comprar lo que necesitaba?.

Amber tampoco usaba accesorios o joyería, como para pedírselos prestados y encantarlos. 

Además, se suponía que ella no debía sospechar nada sobre lo que planeaba hacer con el objeto. 

Maximilian paso muchos días pensando en esto. 

A su mente solo venía una idea, pero tan solo de pensarlo... Le daba mucha vergüenza.  

Sin embargo, se le estaba acabando el tiempo y tenía que decidirse. Faltaban algunos días para su cumpleaños, y mañana sería el día en el que Amber saldría al pueblo, si no se lo decía hoy, tal vez no tendría otra oportunidad hasta el siguiente mes. 


Esa noche:

"Amber"

El pequeño Duque llamó la atención de la joven sirvienta que estaba limpiando. Amber volteó a verlo y se acercó

"¿Sí? ¿Qué desea, joven Duque?" 

"¿Sabes cuanto cuestan los collares pequeños de la joyería?" 

Amber se quedó reflexionando por unos momentos y recordó cuando el joyero del Ducado había venido a traer algunas piezas para que eligieran los Duques. Ese día Kara le dijo cuanto costaba la pieza más pequeña, era tan cara que Amber sintió que era ridículo. 

"No tiene que ser costosa, basta con que sea algo bonito" agregó el pequeño Duque. 

"Pues, si no es de joyería... Hace un tiempo una compañera compró un dije bonito en un puesto, me parece que dijo que costaba cinco monedas de cobre" 

Los ojos grandes y lindos de Maximilian brillaron. 

"Sí, ¡Ese!... ¡Ese! -por un momento él pareció dudar y sus mejillas se tiñeron ligeramente de rojo, parecía tímido, pero tierno a la vez-  Amm... Amber" 

"¿Sí?" 

Maximilian dudo un poco antes de responder, mientras su rostro se ponía cada vez más rojo, hasta que tomó aire, y soltó 

"¿Tienes dinero que me prestes?" 

Cuando al fin lo dijo, la mente de Amber se quedó en blanco, acababa de darse cuenta. Maximilian debía ser el único hijo de nobles Duques que no tenía una cantidad asignada como dinero de bolsillo. 

A la Duquesa ni siquiera le importaba su vida o muerte, mucho menos le asignaría una cantidad. 

Ella no ganaba mucho, no como para alcanzar la cantidad que debería estar recibiendo Maximilian cada mes. Pero, al menos, sí podía darle una pequeña mesada. Creyó que estaría bien darle un tercio de su salario. Con gusto le daría más si no tuviera que ahorrar. 

Amber sonrió cuando lo vio ansioso por obtener su respuesta, y le contestó con dulzura 

"Desde luego que podría prestarle dinero a su pequeña alteza. Aunque ahora que lo pienso, es momento de que usted comience a recibir una mesada como dinero de bolsillo" 

Los ojos de Maximilian se iluminaron de inmediato 

"¡¿De verdad?!"

"Sí"

Pero, de pronto, el chico recordó que a su madre no le importaba, ¿Cómo podría asignarle una cantidad mensual?. Así que el dinero que Amber mencionó que se le daría debería provenir de su propio bolsillo. 

Él no quería quedarse con parte del salario de la pequeña criada, pero Amber insistió tanto que tuvo que aceptar. 

Y así Maximilian le pidió que cuando fuera al pueblo, le comprara un collar con un dije pequeño. 

Específico que quería uno bonito. Y, para que la criada no sospechara, le dijo solo una parte de la verdad, que lo necesitaba para practicar hechizos de encantamiento. 

Pero no le dijo para exactamente qué, o de qué tipo de hechizos. 

Amber no sabía nada sobre magia, así que no tenía forma de saber que esta era una magia muy difícil de lograr como para alguien de la edad de Maximilian. 



El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora