El sonido entrecortado de un llanto agudo, que parecía llegar desde lejos, inundó la mente del Duque antes de que pudiera abrir los ojos.
Haciéndolo sentir incómodo, y frunciendo el ceño.
Cuando la imagen frente a él se aclaró pudo ver el marchito rostro de la Duquesa, amplificado, aferrándose entre lágrimas y mocos a su pecho con desesperación.
Duncan se sintió aún más molesto al mirarla desde tan cerca.
Pero en ese momento recordó lo que había ocurrido justo antes de desvanecerse en la ceremonia, y un dolor sordo bloqueo su pecho, haciéndolo perder el aliento, como si su corazón estuviese siendo apuñalado.
La había perdido nuevamente... Estaba tan cerca y una vez más le había sido arrebatada.
¡Y ese hombre!
¡¡¡Él se la llevó!!!
Los ojos de Duncan se oscurecieron, llenándose de ira asesina, mientras sus dientes crujían por la presión ejercida por su mandíbula.
Al recordar la mirada de aquel hombre, el cual rodeo sin reservas, tocando el cálido cuerpo de su Amber... Duncan sintió que se volvería loco de rabia.
¡¡Maldito!!
¡Lo encontraría, así tuviese que buscarlo en el mismísimo infierno!.
Y entonces iba a matarlo lentamente, cortaría las sucias manos que se atrevieron a tocar a su mujer, desollaría su piel, y le haría desear estar muerto.
Y a ella...
¡No!
Ella nunca se iría de buena gana con un hombre salvaje.
¡No!.
¡Su amada debió ser secuestrada!
¡Eso era!
¡Tenía que rescatarla!.
El Duque empujó a la Duquesa con brusquedad, haciéndola caer al piso dolorosamente.
La dama, debido a su propio llanto, no había notado que su excelencia se había despertado, y ahora lo miraba aturdida.
El Duque salió a trompicones de la cama, bajo la mirada atónita de la mujer.
Pero este no dio ni tres pasos antes de vomitar sangre de la ira y volver a desvanecerse.
Cuando despertó, su excelencia estaba demasiado ansioso y agitado, pero no quiso decir ni una palabra sobre la razón de su estado.
El sanador del palacio advirtió a los presentes que, el Duque, de ninguna manera podía ser estimulado. Y un médico, enviado también por el palacio, le recetó un fuerte cálmate para evitar que su condición empeorara.
Debido a la advertencia del sanador, la Duquesa no se atrevió a hacerle pregunta alguna a su amado y abandonó su habitación resignadamente, para permitirle recuperarse con tranquilidad.
Pero, aunque Cecilia se fue, dejó a su gente cerca del Duque, para que pudieran cuidarlo y avisarle de cualquier eventualidad que surgiese.
Entonces, después de buscar una oportunidad, el viejo mayordomo logró quedarse a solas con el Duque.
Era media noche, pero su excelencia el Duque, no estaba dormido.
Se encontraba sentado, recargado en el respaldo de la cama, y tenía la mirada perdida, como si hubiese perdido el alma.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...