Duncan probablemente no había dormido más de un par de horas durante toda la noche, y, sin embargo, despertó sintiéndose completamente renovado. Y no podía ocultar la sonrisa de sus labios.
Le hubiese gustado poder quedarse para siempre en este lugar, junto a los recuerdos de su amada, pero sabía que debería volver pronto si quería evitar que esa repulsiva mujer enloqueciera al ver que no estaba.
Hace mucho tiempo había tenido el suficiente poder para huir de ella, para ocultarse.
Pero no quería vivir como un fugitivo. Siempre temeroso de ser encontrado. Oh, ¡no!. Quería ser completamente libre, y poder mantener la cabeza erguida, pero sobre todo, quería venganza.
Quería que aquella mujer que lo encerró y restringió su libertad sufriera... quería que muriera.
Duncan besó por última vez el camisón de Amber con ternura y suspiró tristemente.
Susurrando un dulce
"Volveré"
Afuera ya comenzaba a amanecer.
Y el anciano mayordomo daba vueltas, cada vez más ansioso, frente a la puerta del departamento.
Su excelencia no salía, y en la mansión Ducal pronto su alteza iría a examinar la condición del Duque.
En cuanto Duncan abrió la puerta, el anciano lo miró, y vio en los ojos de este un profundo pesar.
Albert se acercó con la mirada baja, y se disculpó, temeroso que su señor volviese a sentirse desesperanzado cuando se lo dijera.
"Su excelencia, buscamos en todo el departamento de al lado, pero no logramos encontrar ningún indicio de a donde se llevó ese hombre a la señorita, o acerca de quien es él realmente. En verdad lo siento"
El viejo rostro del mayordomo parecía estar muy cansado, Duncan pudo adivinar que no había dormido en toda la noche. Pinchando así su conciencia culpable.
"Has hecho un buen trabajo, Albert"
Contestó Duncan, desviando la mirada, y comenzó a caminar por el pasillo, rumbo a la escalera.
Tal reacción tranquila de su excelencia despejó el corazón pesado del anciano y una pequeña sonrisa llena de aprecio se formó en las comisuras de su boca.
Su joven amo es tan increíble, puede sobreponerse a la decepción tan valientemente.
Pensó ingenuamente y lo siguió con orgullo.
Apenas anoche, el Duque estaba desesperado, parecía completamente enloquecido, tanto que Albert creyó que jamás podría recuperarse y su mente se perdería.
En ese momento quería irrumpir en la casa de las amigas de la señorita por la fuerza y obligarlas a hablar.
Pero, por fortuna, Albert logró convencerlo para que antes preguntasen por noticias a su propia gente.
Fue entonces que uno de sus subordinados relato que vieron a la señorita Adriana yendo a dejar dinero a la antigua casera de Amber, una anciana viuda.
En cuanto su excelencia escuchó al respecto se obsesionó con entrar al lugar en donde había estado viviendo la señorita Vilches.
Entonces se vieron forzados a despertar a la pobre casera anciana, a esa inconveniente hora, y prácticamente su excelencia la obligó a venderle la casa.
La viuda al principio se negó a vender, hasta que el Duque le ofreció una cantidad astronómica.
Solo entonces la vendió encantada, prometiendo irse al día siguiente.
***
Un año después.
Las risas de hombres y mujeres que provenían del patio trasero del bar podían escucharse hasta la oficina de Will, causando que este quisiese mirar por la ventana.
Cuando se acercó al cristal no pudo evitar que una sonrisa llena de ternura surcara las comisuras de sus labios.
Provocando que Owen, quien también estaba en la oficina, pusiese los ojos en blanco, lleno de ridículo, en donde su jefe no pudo verlo.
Ahí abajo estaba la mujer a la que Will amaba profundamente.
Una vez más ella estaba compitiendo contra el recluta más joven, un chico de aproximadamente 15 años llamado Mike.
Ambos eran terribles para lanzar cuchillos, pero juraban que lo hacían mejor que el otro.
Mike simplemente se negaba a admitir que fuese el último en unirse al reino, y, por lo tanto, un hermano menor para todos, decía que Amber era la hermana menor del gremio por qué fue la última en unirse.
Y Amber insistía, bromeando con él, que el título de hermano o hermana menor del gremio sería de quien perdiera lanzando cuchillos.
Desde entonces Mike la retaba casi cada tres días.
Sus competencias usualmente terminaban con Mike perdiendo, pero nunca se daba por vencido.
Atrayendo las risas de todos los miembros del gremio, tal como ahora.
Ellos incluso se atrevían a apostar si esta vez alguno podría al menos golpear la diana más cercana con uno de los cuchillos.
Desde que ella había llegado a sus vidas, el ambiente era mucho más animado y pacífico.
Los ojos de Will casi podían gotear amor mientras la observaba a través del cristal de la ventana.
Entonces, alguien tocó la puerta de la oficina y entró, acercándose al jefe y susurrando algo a su oído.
Owen no sabía que le había dicho el ayudante a Will, pero vio como este perdió la sonrisa y palidecía al escucharlo.
"Owen, necesito ir a ver a un cliente. Préstame tu imagen esta vez"
Dicho esto, el jefe se puso la capa que había estado puesta sobre el perchero y salió de la oficina sin decir nada más.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...