Capítulo 145

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Maximilian quería que la guerra terminara pronto. 

Había pedido la ayuda de Will para que vigilara a la Duquesa y encontrara la tumba de Amber antes de que él pudiera regresar, ya que planeaba mover y proteger sus restos personalmente.

Y, después, continuaría haciendo experimentos para traerla de vuelta a la vida.

Pero cuando llegó al frente, el chico se dio cuenta de que no sería tan fácil como imaginó.

En la capital, su majestad no había sido sincero con sus súbditos. Era una mentira que los invasores fueran del reino vecino... No, el reino vecino simplemente había caído antes que ellos.

Este ejército era como una plaga, se expandió desde quién sabe donde e iba arrasando reinos sin dejar nada más que cenizas.

Creonia era el reino con más magos de todo el continente, ¿Quién se atrevería a invadirlo casualmente?.

Los invasores ni siquiera parecían humanos, sino monstruos humanoides de pieles grisáceas y violáceas. 

Todos eran muy fuertes, hábiles en combate, arquería y magia. Pero la magia que usaban era muy diferente a todo lo que se había visto. Entonces, se le nombró como magia oscura.

Y muy pronto, también descubrieron que algunos en las filas enemigas podían lanzar maldiciones que carcomen la carne.

Y aunque estas tardaban mucho en formularse y requerían de extraños bastones, el ejército de Creonia no tenía forma de curarlas, y solo podían interrumpirlas durante la formulación del hechizo o evitar ser alcanzados por estas. 

Por lo menos, los lanzadores de maldiciones eran pocos; sin embargo, siempre estaban muy bien protegidos. 

Y fue entonces cuando el templo envió a sus Santas, además de sus monjes.

Las santas, herederas de la luz sagrada de la Diosa Karat, eran las únicas que podrían curar una maldición, pues los monjes y clérigos, solo podían retrasarla el tiempo suficiente hasta que llegara una santa.

Y la primera en unirse al frente fue una joven doncella de aspecto delgado y hermosa cabellera rubia llamada Alelí, quién había estado cerca de la frontera cuando el templo envió sus órdenes.

Alelí parecía una joven alegre y positiva, pero sobre todo bondadosa, trayendo a la mente de Maximilian el recuerdo de una persona en particular.

Un recuerdo que le hizo fruncir el ceño.

"Puedo esquivar las maldiciones, no necesito que una santa esté cerca de mí" le dijo al general cuando la Santa fue enviada a su compañía

"No has entendido, Max. Ella no está ahí para protegerte a ti, sino al revés. De ahora en adelante, tú vas a proteger a la santa. Te moverás a donde ella se mueva y la mantendrás a salvo"

"Me niego, yo necesito estar en el frente" Protestó

"Esta es una orden conjunta del rey y el templo, no puedes negarte, muchacho"

"..."

Y, desde entonces, la santa comenzó a vivir en una tienda del mismo campamento que el de Maximilian.

Y frente a él nunca se quejó de la dura vida en el campo de batalla, siempre sonriendo dulcemente y tratando a los heridos con preocupación.

Maximilian la detestaba porque esa mujer le recordaba tanto a Amber; pero el resto de los soldados la consideraban un ángel y la mimaban dentro de lo posible.

Entonces, una noche ocurrió una de las tantas pesadillas que solía tener Maximilian. 

Los otros en el campamento ya sabían sobre esta condición, pero la santa era la primera vez que lo experimentaba.

Gritos de dolor y horror desgarraron la tranquilidad de la noche, y fue la santa quien acudió en su ayuda, usando el poder divino en sus manos para calmar su dolor.

Cuando Maximilian abrió los ojos, aturdido, por un momento creyó ver a Amber con vida y se quedó atónito.

"¡Despertaste!" Expresó la santa emocionada, sujetando sus manos, justo antes de darse cuenta de lo que acababa de hacer y escaparse con el rostro enrojecido.

El joven estaba sin palabras, y el recuerdo de la primera vez que Amber lo salvó apareció en su mente.

El tiempo fue pasando y Maximilian se fue acostumbrando a la presencia de Alelí, a sus cuidados y dulzura.

Verla actuar tímida frente a él y mirarlo de soslayo embobada cuando creía que no se daba cuenta, se volvió algo habitual.

Alelí insistió en ayudarlo con sus pesadillas e insomnio, y la condición pudo controlarse. 

Pronto, un ambiente ambiguo se había instalado entre ambos, así que tontamente Maximilian creyó que ella también sentía algo por él.

Pero todo eso cambió cuando un año más tarde, Leonardo Hill, su hermanastro, se fugó de casa y llegó al frente de la batalla para "cohechar gloria para su nombre y proteger a su familia".

El chico tenía la misma edad que Maximilian, pero, además de ser un espadachín había sido mimado por su familia y nunca se había enfrentado a una situación real de vida y muerte.

Su llegada coincidió con una situación en la que el enemigo había intentado poner una trampa a la Santa y, mientras Maximilian se enfrentaba a varios de ellos, Leonardo llegó y "protegió" a la Santa, llevándose todo el crédito y siendo alabado.

Al ser el hijastro de la hermana del rey, su majestad no aceptó obligarlo a regresar y, en cambio, designó que fuese uno de los guardaespaldas de Alelí, la santa con más poder divino.

Leonardo también terminó enamorándose de la santa, y ella no le era indiferente, pero fue Maximilian quien era lo suficientemente ciego como para no darse cuenta.

Y un año después pasó aquello, en ese momento él debería haberse dado cuenta de que Alelí siempre fingió amarlo

"¡Él no es tan fuerte como tú!, está sangrando mucho"

Esa fue la excusa que le dio cuando la miró sorprendido, mientras soportaba el dolor ardiente de la maldición que lo estaba carcomiendo.

Después de desvanecerse, Maximilian creyó que al menos al fin podría morir y reencontrarse con Amber.

Pero incluso la muerte le fue negada y simplemente fue condenado a vivir una vida de dolor constante.

Y este ya no solo era mental, ahora también lo sería físico.

La maldición consumió la mitad de su cuerpo, quitándole el uso de un brazo, dejándolo ciego de un ojo, haciendo que cojeara y desfigurándolo.

El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora