Capítulo 91

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A la mañana siguiente, Amber se levantó a tiempo, se lavó, vistió, y se fue a trabajar.

Sin embargo, una vez ahí, se encontró con que el horno de pan estaba vacío.

Los panes al lado, ya formados, se encontraban abandonados, y en la mesa de trabajo estaba una masa a medio amasar.

Esto era muy extraño para alguien como Adriana, quien amaba la puntualidad en su trabajo.

"¿Estará enferma?" Se preguntó y caminó por la trastienda, rumbo a la cabaña en donde vivían sus amigas.

*Grrrr*

Un gruñido bajo distrajo a la chica, y esta entornó los ojos. Entonces, sus pasos cambiaron de dirección, hacia el depósito, en donde su jefa solía guardar todos los ingredientes para hacer el pan.

Y se topó a Adriana de espaldas. Esta estaba recargada en el umbral de la bodega, con los brazos cruzados, y... Gruñendo.

"¿?"

Amber intentó asomarse para ver que ocurría, pero Adriana pareció notarla y cubrió con su cuerpo toda la entrada a la bodega, intentando evitar que ella entrara.

La joven estaba segura de que si Adriana tuviera pelo en todo el cuerpo, ahora mismo este estaría completamente erizado. 

-Y así dice que no tiene sangre Suin- pensó divertida


"Ya terminé de moverlo todo, señorita Adriana"

Desde adentro de la bodega se escuchó la voz de un hombre joven, clara y suave, pero varonil, una voz que parecía poder hacerte sentir cosquillas en el corazón.

"Entonces vete" Contestó la jefa agresivamente

"Gracias por dejarme encargarme de esto hoy" Contestó él

Adriana entrecerró los ojos y se movió de manera en el que el extraño pudiese salir de la bodega, pero continuó bloqueado a Amber tras su espalda durante todo el camino, caminando como si fuese un cangrejo.

"¿?"

La altura de la jefa bloqueó con éxito al chico extraño de la vista de su amiga hasta que este salió de la panadería por la puerta principal.

Amber quería preguntar qué es lo que había ocurrido, pero Adriana parecía estar de muy mal humor. Volvió a la trastienda y comenzó a desquitarse con la masa, golpeándola y estrujándola más de lo normal.

Al notar la mirada de su amiga, Adriana se quejó

"¿Hice mal al tratarlo así? Se ve tan joven, pero huele a magia y sangre, ¡No me gusta!"

Amber sabía que su jefa tenía la grosera costumbre de oler a las personas que recién conocía, había aprendido a hacerlo sutilmente en la mayoría de ocasiones, pero si había algo "raro" en la otra persona, ella se acercaría para olerla muy de cerca. Ofendiendo e incomodando a otros.

Amber suspiró y negó con la cabeza

"Podría tener un objeto mágico consigo, como yo. Y en cuanto al olor de la sangre... Quizás estaba herido en alguna parte" sugirió

"No lo entiendes, Amber. ¡Rayos! Es tan joven, casi un niño.... Quizás me equivoqué.  ¡Ahora me siento culpable!.  No solo lo traté duramente, también le negué el trabajo. Y dijo que lo necesitaba mucho"


Cuando llegó la hora de cerrar la panadería, Amber se despidió de su jefa y se dirigió al mercado. Era momento de comprar comida nuevamente.

El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora