Capítulo 82

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Mona resultó ser una gran parlanchina, una joven alegre y despreocupada. 

Por cada palabra de Amber, Mona diría diez. 

Tanto así que, para la mitad del camino, Amber ya sabía que Mona vivía con su hermana jurada, Adriana, qué ambas eran huérfanas, qué se habían fugado del orfanato cuando eran pequeñas. Qué Adriana había sido quien cuidó de ella desde siempre, a pesar de no tener ninguna relación de sangre. 

Lo orgullosa que estaba de su hermana mayor, pues esta había sido durante muchos años una mujer caballero en el regimiento protector del orden en la capital, pero que hace unos meses se había lesionado y que ahora no podía sostener una espada sin sufrir de mucho dolor. Qué ambas habían juntado sus ahorros para mudarse desde la capital al pueblo, qué su hermana acababa de poner una panadería, y que el negocio iba bien. 

También que ella, Mona, había estado siguiendo a una gran diseñadora y modista noble de apellido Blanchet, como su asistente. Una dama viuda, que había sido excluida de la sociedad desde la muerte de su esposo, por querer luchar para alcanzar su sueño de diseñar vestidos. 

Y la segunda mitad del camino, Amber y Mona reían con las anécdotas graciosas que esta última contaba acerca de su niñez. 


Cuando llegaron a la entrada del pueblo, todos bajaron de la carreta, justo al lado de una de las pocas fuentes de luz mágicas en las calles. 

Ahora el cielo estaba completamente oscuro, pero por fortuna la lluvia se había detenido hace tiempo, dejando solo el camino mojado y un tanto lodoso. 

Los trabajadores cansados que viajaron con ellas en la misma carreta, comenzaron su andar monótono por el resto del camino, rumbo a sus respectivos hogares. 

-Ha llegado el momento de tomar otro camino y buscar una posada en dónde pueda dormir- pensó Amber. 

Pero cuando estaba por despedirse, Mona tomó su mano y comenzó a tirar de ella suavemente 

"Ven a cenar a mi casa, ¿qué dices?... Te juro que Adriana ya no quema la comida, ¿Sí?.  Será divertido, a ella le encanta contar historias de cuando atrapaba ladrones en la ciudad" 

Amber lo pensó por unos momentos y asintió de acuerdo, después de todo, no es como si alguien estuviese esperando a que volviera. 

La casa de Mona no estaba tan lejos como creyó, parecía ser tan solo a dos calles desde la entrada del pueblo 

"Este lugar... -Mona pareció dudar en hablar- el pueblo es tan pequeño que no cuenta con una posada" 

Amber se sorprendió por unos momentos y Mona se rio

"Todos los que vivimos aquí nos conocemos al menos superficialmente, y a ti nunca te había visto antes, es de noche... Solo tuve que unir las piezas para saber que planeabas ir a buscar una posada para pasar la noche"

Se explicó, y luego, como si presumiera agregó alegremente

"He aprendido de mi hermana el arte de la deducción" Y rio nuevamente "Es aquí, llegamos. Esta es la panadería de Adriana, atrás está la cabaña en donde vivimos" 

Mona abrió una puerta al lado de la fachada de la panadería, y ambas recorrieron un amplio pasillo hasta un pequeño patio tapizado con piedras, al fondo, había una cabaña pequeña. 

"La propiedad no es nuestra, pero hemos pagado por adelantado para habitarla durante cinco años" 

Cuando Mona abrió la puerta de la cabaña, un delicioso aroma a estofado de carne inundó el ambiente, abriéndoles el apetito y haciéndoles agua a la boca. 

"Llovió mucho, debes estar empapada. -Llegó la voz firme, pero cariñosa, de una mujer joven desde la cocina-  Entra y date un baño caliente. La cena estará lista pronto" 


Mona no contestó, pero detuvo a Amber sonriendo, y le hizo señas para que se quedara aquí por un momento, mientras ella iba a la cocina. 

Poco después llegó un estruendo desde esta, sobresaltando a Amber, y acto seguido vio a Mona siendo perseguida por una mujer muy alta que sostenía un gran cucharón de madera. La mujer, peinada con una coleta alta, parecía ser muy fuerte, incluso con un poco de músculos en los brazos. Piel bronceada, cabello y ojos del mismo color que las castañas azadas, parecía tener un poco de sangre extranjera corriendo por sus venas. 

Las chicas frente a ella corretearon por la sala durante un tiempo, sorteando los sillones que estaban dispuestos al rededor de la chimenea encendida, hasta que la mujer más alta pareció recordar que ahí había una extraña. 

Solo entonces se detuvo y comenzó a mirarla detenidamente, entrecerrando los ojos, con una mano sobre su propia barbilla. 

Y se acercó, se acercó mucho, y ahora, además de mirar, la estaba olisqueando. Algo que causó que la joven se congelase y sus mejillas se tiñeran de un rojo intenso. 

Mona también volteó hacia Amber y al notar el comportamiento de su hermana puso los ojos en blanco 

"¡Te he dicho que no hagas eso! Es grosero" 

Las manos de Mona se pusieron en ambos lados de la cintura de Adriana y comenzó a tirar de ella para alejarla de Amber, se veía que estaba usando todas sus fuerzas, pero no pudo hacerla retroceder ni un centímetro, a pesar de que recargó todo su peso hacia atrás. 

"Hueles diferente" comentó Adriana al terminar de olisquear y volvió caminando a la cocina, como si nada hubiese pasado "Vayan y dense un baño, no se enfermen. Mona, préstale un camisón tuyo, los míos le quedarán muy grandes" 

Mona le sonrió a Amber con vergüenza, y tomando su mano la haló suavemente hasta el único dormitorio. Dentro había un par de camas gemelas y un baño con una gran tina de madera en este. 

"Lo siento -se disculpó Mona mientras sacaba un par de camisones blancos del ropero- ella a veces hace eso con los extraños, creo que es por qué tiene un poco de sangre suin" 

En ese momento, desde la cocina, la voz de Adriana contestó 

"No existen los Suins, el capitán lo dijo" 

Amber había leído algunas leyendas sobre esa raza en los cuentos que solía contarle a Verónica y a Maximilian para antes de dormir. 

Aquella raza, al igual que la de los elfos del bosque, se decía que hace mucho se habían extinto. 

Según los libros, los Suins eran humanos con características animales, como colas, garras y orejas, que podían transformarse en bestias. Fuertes guerreros, muy orgullosos. 

Amber no recordaba que hubiese ningún Suin o Elfo del Bosque en la trama de "Salvando el amor de Alelí" así que no sabía si esto era cierto o no. 

El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora