Capítulo 85

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Esa mañana extrañamente el Duque acompañó a la Duquesa en su viaje al palacio real. 

Tontamente, la Duquesa creía que la razón de este comportamiento era por qué el Duque no soportaba separarse de ella. 

Pero, desde luego, la razón era muy diferente de lo que imaginaba.

En el carruaje ella sujetaba el brazo de su amado con dulzura, entrelazando los dedos y recargando suavemente su cabeza sobre fuerte el hombro. Sintiéndose tan protegida y feliz.

"Cecilia" Susurró él, y su corazón salto de emoción ante la voz profunda que le recordó la acalorada noche anterior "Quisiera pedirte un favor, si no te molesta" Continuó hablándole de muy cerca, de forma hechizante, como el ronroneo de un gatito

Ella le habría prometido cualquier cosa en ese momento, y se apresuró a contestar.

"¡Sí!... es decir, no, no me molesta. ¿Qué deseas cariño?"

"Quisiera pedirte que hables con Maximilian en mi nombre"

La Duquesa frunció el ceño y miró a su amado con vigilancia

-¿Por qué de pronto menciona a esa basura ingrata?- Pensó la Duquesa y preguntó, con cierto temor en su corazón

"¿Cuál es la razón?"

"Aquella sirvienta y el niño parecían ser muy cercanos, tal vez él sabe a donde fue o pueda darnos una pista sobre su paradero"

Era justo lo que Cecilia temía, ¡otra vez se trataba de esa maldita mujer!.

El gesto de la Duquesa, de hundir las uñas en sus palmas, no escapó de la mirada del Duque, pero Duncan no tenía otra manera. 

Si hablaba él mismo con Maximilian, no se creía capaz de continuar tolerando la existencia de ese chico. Temía que intentaría estrangularlo si se quedaban a solas con él, sobre todo ahora, después de nuevamente no poderla obtener.

Cada vez que recordaba como su amada le sonreía al niño, mientras a él solo lo miraba con indiferencia... Duncan sentía como si la ira estuviera a punto de consumir su raciocinio.

¡No!. 

Él también era humano y también tenía un límite. Y ya había hecho gala de toda la fuerza de voluntad de la que era capaz al no haber tocado uno solo de aquellos repugnantes cabellos negros hasta ahora.


Cecilia mordió su labio con resentimiento.

"¿Crees que esa bestia me diría algo si se lo pregunto?" Soltó con amargura, dirigiendo la ira que sentía por Amber hacia su propio hijo.

Duncan era muy consciente del estado de ánimo volátil de la Duquesa, y aunque la odiaba, tenía que soportar el asco que le producía y fingir para obtener lo que quería.

"¿Acaso no eres su madre?" 

El Duque abrazó la cintura de la Duquesa y le dio un suave beso en la cabeza, casi cariñoso, tomándola por sorpresa. Las mejillas de Cecilia enrojecieron ligeramente, trayendo una rara imagen de una tímida ex-princesa. 

Al sentir su emoción, Duncan hizo una expresión de repugnancia fugaz, para luego volver a su falsa sonrisa y continuó, intentando desviar un poco su propósito original con otro más legítimo. 

"Además, por algo deberían empezar. Creo que sería una buena idea retomar la relación entre madre e hijo. ¿No lo crees?"

Ella suspiró un tanto exasperada. Nunca le había gustado este consejo, sin importar de quién viniera

El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora