Cuando amaneció, la luz que se coló por la ventana tocó levántente el rostro rubio de Amber, despertándola.
Al moverse, descubrió que su cuello estaba adolorido y tenía el cuerpo helado por todas partes. Todo por haberse quedado dormida en el suelo.
El día en que más temía había llegado.
Cuando se peinaba notó en el espejo que tenía dos grandes círculos negros debajo los ojos y el rostro, antes rubicundo, ahora parecía inusualmente cansado.
-Sí me ve así... ¿Dejaré de gustarle?- Pensó, observando su reflejo con pena.
-¿Por qué yo? Hay muchas criadas mucho más hermosas que yo en esta mansión, no tiene sentido-
Debido a lo mucho que había llorado el día anterior, los ojos le ardían.
-Están hinchados-
Caminando lentamente por el pasillo, con su nuevo uniforme puesto, no había rastros de la alegría que su expresión debería tener, al contrario, era como si Amber fuese un preso condenado a muerte yendo hacia su fin.
Se suponía que primero debería tomar su desayuno, pero una vez que dio el primer bocado descubrió que, además de no tener apetito, no podía pasar la comida. Simplemente, esta no bajaría por su garganta.
El Duque, en cambio, despertó lleno de júbilo.
Había dormido bien en medio de dulces sueños donde Amber le sonreía y lo miraba con profundo amor en sus hermosos ojos dorados, unos ojos que únicamente lo contenían a él.
Duncan mismo corrió los cortinajes de su habitación, con una canción en su corazón, sin poder contener la alegría.
-Hoy es el día al fin, ¡al fin!, mi amada-
A su tina de baño se le adicionó esencia de sándalo y ámbar, produciendo un aroma cálido y seductor que se adhirió a su cuerpo, haciéndolo tan fragante.
Eligió a conciencia las ropas que lo harían ver más apuesto, ajustándose a la perfección a su perfecta figura. Y sacó los accesorios que habían sido cuidadosamente preparados para la ocasión, unos que harían resaltar sus cautivadores ojos morados azulosos como el color de los lirios.
Y luego de peinarse, observó complacido su reflejo, imaginando la expresión de su amada cuando lo viera por primera vez hoy.
Tal vez, ¿estaría demasiado sorprendida como para apartar los ojos? ¿Sus mejillas se teñirían de rojo? ¿Se sentiría tímida?
-Todo en mí es para ti, mi amada. Estos meses en los que no fue posible verte pude pensarlo mejor, tal vez al final terminé en este infierno porque necesitaba conocerte. Solo así tendría sentido, tal vez, al final del camino nos esté esperando nuestro "vivieron felices por siempre" cuando logremos vencer a la villana de nuestra historia-
Duncan sonrió a su reflejo y ajustó el prendedor sobre su pecho. Se sentía nervioso y emocionado como nunca antes, luego de tanta espera. Era como si fuera a reunirse en una primera cita con el amor de su vida.
Incluso había un leve rubor en sus mejillas.
No podía dejar de sonreír, aunque debía de hacerlo, pues había muchos ojos observando sus acciones.
La duquesa había enviado temprano a varias de sus sirvientas personales para atenderlo, pues la nueva selección de criadas vendría más tarde.
Duncan era muy exigente con quienes le servían y jamás aceptaría que hubiera hombres entre sus sirvientes personales, pues había pasado por malos momentos con estos antes. Ya que poseía una belleza que tentaba tanto a mujeres como a hombres.
Aunque anoche, la duquesa no lo había llamado a su lecho, aún tenía que desayunar con ella esta mañana. Y después del desayuno vendría Amber a ser presentada junto al resto de sus nuevas criadas, por ser este su primer día de trabajo.
-Lo único que lamento ahora es que la primera que me vea así sea esa horrible mujer-
Durante todo el desayuno, el duque parecía estar más distraído y más distante de lo usual, incluso respondiendo monosílabos a las preguntas que le hacía la duquesa. Lo que ella interpretó como que continuaba molesto con ella por el incidente anterior.
La realidad era que la mente del Duque estaba enfocada en pensar cuál de todas las tareas debería asignarle a su adorada Amber como su sirvienta personal, pues estaban sus tareas fijas y las que les fuera asignando el duque durante el día.
-¿Debería ser la encargada de preparar mi baño? No, eso sería demasiado para su primer día, y podría sentirse humillada.
¿Debería ser la encargada del guardarropa, y dejar que me ayude a vestirme cada día? Sería tan lindo ver su rostro lleno de sonrojo inocente debido a la vergüenza, pero ¿No sería impactante para una dama soltera hacer aquello?.
O ¿Debería ser quien me peine? Sentir sus hermosos dedos entre mi cabello... No, creo que si ella hiciera eso me sería muy difícil controlarme a mí mismo, y podría terminar besándola frente a las sirvientas.
¡Ya sé! La pondré a cargo de elegir mis accesorios y joyas de cada día. Tan solo pensar que ella será quien los elija para mí me hace inmensamente feliz, además, cada vez que me tenga que poner uno la tendré lo suficientemente cerca-
Una vez que el desayuno terminó, el Duque se dirigió a sus habitaciones y ordenó al mayordomo traer una taza de té y bocadillos, mientras esperaba impaciente a su amada.
El mayordomo volvió con estos y regresó a su posición, de pie, en una esquina de la habitación, en espera de las siguientes órdenes de su Excelencia.
Las sirvientas del duque se dividían en dos tipos principales, las normales, encargadas de la limpieza, y las sirvientas personales, quienes atenderían de cerca al duque.
Las nuevas criadas normales, desde lo ocurrido el día anterior con el duque, tenían órdenes expresas de no pasar frente al Duque, y mucho menos entrar a limpiar una habitación cuando este estuviera en ella. Por lo cual solo podrían limpiar las habitaciones durante las tardes, cuando este solía estar en su estudio; y el estudio por las mañanas.
Y para las sirvientas personales, el Duque ahora tenía completa potestad para asignarles cualquier tarea según sus deseos. Dándole mucho margen de acción.
Pronto llamaron a la puerta. Y Duncan arregló su ropa y peinado apresuradamente, sentándose en la que creyó, sería la mejor pose y la que lo hacía ver más heroico.
Sin obtener respuesta desde dentro, la jefa de sirvientas, volvió a llamar a la puerta.
"¿Su excelencia?"
"Adelante"
Llegó la voz grave, seductora y profunda del Duque desde el otro lado de la puerta en respuesta.
Entonces la señora Thomas abrió la puerta y saludo al Duque, haciendo entrar a quienes, de ahora en adelante, serían sus nuevas criadas personales.
Entraron tres jovencitas, todas pulcramente vestidas y peinadas, manteniendo el rostro bajo al conocer al duque. Todas las cuales llevaban un prendedor de plata sobre su uniforme, el cual era un distintivo que simbolizaba su puesto como criadas personales.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...