"Ellos... ¿Siguen ahí?"
Preguntó Mona mientras dejaba la canasta sobre la mesa de la cocina, luego de entrar por la puerta. Y miró a su hermana, quien estaba observando por la ventana con el ceño fruncido.
"Sí. Hoy incluso se atrevieron a venir a la panadería, fingiendo ser el primo y el tío de Amber"
"¿Familiares?. Realmente nos tratan como tontas"
Adriana no contestó, y su mirada no se apartó de la profundidad del bosque afuera de la ventana, sabía que ellos estaban ahí, observando cada uno de los movimientos a través de la ventana.
Mona se sirvió un vaso de agua y mientras miraba hacia el fondo de este preguntó con depresión
"¿Crees que ella está a salvo?"
Adriana apretó los puños a sus costados en medio de su frustración
"¡Lo está!. Ellos no la han encontrado, de lo contrario ya se habrían ido del pueblo"
Recordando el día en el que vieron a Amber por ultima vez. Ella tan solo había desaparecido en medio de toda esa gente, y entonces pudieron conocer al terrible Duque de Argen, su loco acosador.
Era verdad que ese hombre era arrebatadoramente hermoso y perfecto, como un dios que descendía del cielo, y sin embargo, esa mirada...
Aquella mirada maniaca, llena de profunda obsesión y locura, había quedado profundamente arraigada en la mente de Adriana, causándole escalofríos cada que la recordaba.
Más tarde ambas se separaron para regresar a casa por caminos diferentes, en un intento de despistar a quienes las seguían.
Pero estas personas no tenían talentos comunes, y parecían haberse dado cuenta de que ambas intentaban hacer que les perdieran el rastro. Así que estos fingieron quedarse atrás, pero continuaron siguiéndolas a cierta distancia con más precaución que antes.
Adriana, quien tenía los sentidos algo más agudos que la gente común, pudo darse cuenta y logró perder a quien la seguía. Pero Mona no lo notó. Y así fue como encontraron este lugar.
Poco después de que Mona volvió, Adriana salió a revisar si Amber había regresado y entonces lo supo.
Ellos estaban rodeando su hogar.
Adriana no sabía como, pero las habían seguido.
El aire antes puro ahora estaba mezclado con el olor perteneciente a decenas de hombres extraños.
Los forasteros, en un pueblo donde todos se conocían, resaltaban a simple vista.
Estos no eran amables y las espadas en sus caderas hicieron sentir nerviosos a los pobladores.
Por un tiempo se comportaron como un flagelo, interrogando a todos, revisando las casas de las personas, y comparando los rostros de las mujeres a la fuerza con el retrato de Amber.
Esos hombres se atrevieron a mentir para justificarse, diciendo que su amiga era una ladrona fugitiva, la cuál se había atrevido a robar algo muy valioso a un noble, y ofrecieron una gran suma de monedas de oro por información de esta.
La recompensa hubiera tentado a algunos de no ser por qué realmente no sabían nada de quién un día simplemente parecía haber desaparecido.
Entonces, un día, aquellos hombres fingieron darse por vencidos e irse del pueblo.
Pero la realidad era que se replegaron al bosque, rodeando el pueblo, y ocultándose como un depredador que esperaba que la presa entrara a su boca por sí misma.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...