Capítulo 109

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"Ellos... ¿Siguen ahí?" 

Preguntó Mona mientras dejaba la canasta sobre la mesa de la cocina, luego de entrar por la puerta.  Y miró a su hermana, quien estaba observando por la ventana con el ceño fruncido.

"Sí. Hoy incluso se atrevieron a venir a la panadería, fingiendo ser el primo y el tío de Amber"

"¿Familiares?. Realmente nos tratan como tontas"

Adriana no contestó, y su mirada no se apartó de la profundidad del bosque afuera de la ventana, sabía que ellos estaban ahí, observando cada uno de los movimientos a través de la ventana.

Mona se sirvió un vaso de agua y mientras miraba hacia el fondo de este preguntó con depresión 

 "¿Crees que ella está a salvo?"

Adriana apretó los puños a sus costados en medio de su frustración

"¡Lo está!.  Ellos no la han encontrado, de lo contrario ya se habrían ido del pueblo"

Recordando el día en el que vieron a Amber por ultima vez. Ella tan solo había desaparecido en medio de toda esa gente, y entonces pudieron conocer al terrible Duque de Argen, su loco acosador. 

Era verdad que ese hombre era arrebatadoramente hermoso y perfecto, como un dios que descendía del cielo, y sin embargo, esa mirada...

Aquella mirada maniaca, llena de profunda obsesión y locura, había quedado profundamente arraigada en la mente de Adriana, causándole escalofríos cada que la recordaba.

Más tarde ambas se separaron para regresar a casa por caminos diferentes, en un intento de despistar a quienes las seguían. 

Pero estas personas no tenían talentos comunes, y parecían haberse dado cuenta de que ambas intentaban hacer que les perdieran el rastro. Así que estos fingieron quedarse atrás, pero continuaron siguiéndolas a cierta distancia con más precaución que antes. 

Adriana, quien tenía los sentidos algo más agudos que la gente común, pudo darse cuenta y logró perder a quien la seguía. Pero Mona no lo notó. Y así fue como encontraron este lugar. 

Poco después de que Mona volvió, Adriana salió a revisar si Amber había regresado y entonces lo supo. 

Ellos estaban rodeando su hogar. 

Adriana no sabía como, pero las habían seguido. 

El aire antes puro ahora estaba mezclado con el olor perteneciente a decenas de hombres extraños.

Los forasteros, en un pueblo donde todos se conocían, resaltaban a simple vista. 

Estos no eran amables y las espadas en sus caderas hicieron sentir nerviosos a los pobladores. 

Por un tiempo se comportaron como un flagelo, interrogando a todos, revisando las casas de las personas, y comparando los rostros de las mujeres a la fuerza con el retrato de Amber. 

Esos hombres se atrevieron a mentir para justificarse, diciendo que su amiga era una ladrona fugitiva, la cuál se había atrevido a robar algo muy valioso a un noble, y ofrecieron una gran suma de monedas de oro por información de esta.

La recompensa hubiera tentado a algunos de no ser por qué realmente no sabían nada de quién un día simplemente parecía haber desaparecido. 

Entonces, un día, aquellos hombres fingieron darse por vencidos e irse del pueblo. 

Pero la realidad era que se replegaron al bosque, rodeando el pueblo, y ocultándose como un depredador que esperaba que la presa entrara a su boca por sí misma. 

El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora