Una vez en el palacio real, Duncan puso la excusa de que tenía que ir a buscar al secretario del Rey. Pues, en sus palabras, tenía que ir a recoger un regalo que le había pedido a este hace varios días, algo que él quería darle a la Duquesa.
Un regalo que en realidad Duncan ya tenía en su poder, o más específicamente Albert lo tenía. El fiel mayordomo lo había escondido, tal como lo ordenó su excelencia en el carruaje antes de salir de la mansión.
Su plan era esperar a Cecilia con aquella rosa de cristal de siete colores, mientras escuchaba a escondidas cómo ella le pedía a Maximilian la información que él necesitaba para encontrar a Amber.
De esta manera, si el chico decía algo sobre el paradero de su amada, Duncan podría enviar a su guardia inmediatamente a alertar al gremio contratado para que fueran tras ella, antes de que Cecilia pudiera enviar a alguien para encontrarla.
Cuando la Duquesa llegó al palacio del príncipe heredero, ambos primos estaban practicando con la espada.
Una criada fue a llamar al chico, por órdenes de la Duquesa, a un largo corredor para que la ex princesa y su hijo pudieran conversar sin ser molestados.
Mientras tanto, Duncan se escondió detrás de una columna, con aquella rosa de cristal en la mano. De esta manera, si era descubierto, podría excusarse con que venía de camino después de obtener el regalo y "no quiso interrumpir".
"¿Qué desea la Duquesa?" Fue lo primero que le dijo Maximilian a su madre, en lugar del esperado saludo. A lo que Cecilia frunció el ceño con molestia.
"Maldito niño... ¿Crees que solo por qué estás bajo la protección de su majestad ya no me atrevo a hacerte nada?" Preguntó retóricamente, ante la mirada fría del chico
"..."
Al no ver una reacción de la otra parte, Cecilia continuó
"Bien, tal vez ahora me sea un poco más difícil. Pero olvidas algo, pequeño bastardo malagradecido. Aún poseo mucho más poder y medios que tú, un simple príncipe de nombre"
"¿Y?"
Preguntó el chico de manera indiferente, esperando la ira de la Duquesa ante su rebeldía, pero, en cambio, esta sonrió, causándole un muy mal presentimiento, que lo hizo entornar los ojos.
"Que con mi poder he podido dar con el paradero de esa sucia zorra llamada Amber"
"¡¡¡!!!"
En ese instante, Cecilia pudo ver con placer el cambio en la expresión del chico, de indiferencia a miedo... sí, miedo.
Era inevitable que un chico tan joven no pudiera discernir sobre la falsa careta de un adulto, verdad o mentira, amenaza vacía o no.
Inocente y crédulo Maximilian.
"¡Así es, maldita basura malagradecida!. Yo sé en donde se encuentra escondida tu pequeña amante. Y si no haces todo lo que te diga de ahora en adelante, la mataré como a la perra en celo que es"
Maximilian estaba aterrado por su amenaza, había visto muchas veces lo cruel que podría llegar a ser la Duquesa cuando se lo proponía.
"¡¡¡Mientes!!!"
Gritó el chico con lágrimas en los ojos, sintiendo como si estuviese a punto de perderlo todo.
El cuerpo del pequeño Duque temblaba visiblemente en medio del miedo y la ira, deseando poder destrozar a la mujer que estaba amenazando lo que más amaba. Negándose a creerle por completo.
Y una pequeña esfera de poder mágico se formó en ambas manos, pero de pronto Maximilian se congeló cuando Cecilia comenzó a reír, como si hubiese visto la cosa más graciosa del mundo.
"Ella está en esta gran capital, esa perra te ha seguido hasta aquí. ¿Lo sabías?"
"¡¡¡...!!!" Al escuchar tales palabras, Maximilian creyó completamente en las palabras de la Duquesa, por qué sabía que esto era verdad. Amber le había dicho antes de irse que ella vendría a buscar trabajo en la capital.
En ese momento, el chico sintió que todo se ponía borroso y sus piernas perdían fuerza, dejándose caer al suelo de rodillas.
Las lágrimas cubrieron su rostro sin que se diera cuenta, mientras sus ojos continuaban abiertos reflejando el más puro terror.
Entonces, la sonrisa de la Duquesa se profundizó y continuó torturándolo con sus palabras, sin piedad o remordimiento
"¡Ja! ¡Por supuesto que lo sabías!. Si te niegas a obedecerme Maximilian, ¿debería matarla frente a ti? ¿Y hacer que escuches sus gritos de dolor hasta que esa perra muera?. Ó ¿tal vez tan solo debería revelarte los detalles morbosos sobre cuanto fue lo que sufrió antes de morir? Una vez que su cuerpo ya esté frío"
"¡¡¡!!!" Maximilian se sentía cada vez peor, como si aquella escabrosa voz se fuera alejando, tan solo quería que se callara
"Justo ahora me siento de muy buen humor, y por ello te contaré un secreto ¿Sabías que esa mujerzuela intentó conseguir un trabajo de Nana esta vez?"
"Cállate" murmuró Maximilian
"Como falló contigo, seguramente puso sus ojos en otro niño estúpido, una nueva víctima a la cual pueda seducir y manipular"
"¡Cállate!"
"Esa zorra pondría sus garras en cualquiera que pueda ofrecerle un título noble, como la perra en celo que es"
"¡¡¡Qué te calles!!!" Gritó el chico con una voz desgarrada por la desesperación.
*Crag*
De pronto, se escuchó un estruendoso ruido de cristales rompiéndose detrás de uno de los pilares, interrumpiendo abruptamente "la conversación" de ambos.
Cecilia frunció el ceño con molestia, claramente le había dicho a esa criada que les advirtiera a los sirvientes para que no se acercaran.
"¿Quién está ahí? ¡¿Te atreves a escuchar por los rincones?! ¡Sal ahora!" Gritó, pero nadie respondió o se mostró.
Furiosa, Cecilia caminó hacia donde había escuchado aquel ruido, pero una vez que llegó, solo encontró un montón de cristales manchados con lo que parecía ser sangre y un rastro de ese mismo líquido.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...