Había pasado un mes completo desde que Amber abandonó el Ducado de Argen, y podía ver con angustia como sus ahorros disminuían día a día.
Nunca imaginó que el dinero se iría tan rápido.
Extrañaba esa vida que había dejado atrás antes de reencarnar, una vida sin preocupaciones y llena de personas que la amaban.
Era aún más duro ahora que lo recordaba todo.
¿Ella estaría en coma, como sucedía en algunas novelas? O ¿Realmente había muerto?.
Lamentablemente, sentía que era más probable la segunda opción.
Sus padres, sus hermanos y abuelos... Deberían haber sufrido mucho al enterarse.
Amber no quería pensar demasiado en esto, tan solo esperaba que su familia en la vida pasada la haya dejado ir sin mucho dolor y que su partida no dejara una gran herida en sus vidas.
No quería deprimirse, así que cambió su enfoque.
En honor de quiénes dejó atrás, se esforzaría en vivir una buena vida, y sería feliz.
Y tal vez, tal como le hubiese gustado a sus padres, algún día se casaría y formaría una bonita familia.
Amber continuó caminando por las calles de la capital, enfocándose en pensar en su situación económica actual.
Quizás, lo mejor para ella sería cambiar sus estándares y buscar un trabajo en donde se le ofreciera alojamiento o comida. No importaba si el salario era pequeño, al menos se ahorraría el gasto de uno de los dos.
Sin darse cuenta, había llegado al distrito comercial, y se topó con un puesto que estaba vendiendo ollas y sartenes de hierro.
Recordaba que en su vida pasada amaba cocinar, aunque realmente lo hiciera terrible. Sus hermanos solían hacerle burla por esto.
Los ojos de la joven se enrojecieron al recordarlo, y decidió acercarse a ver los sartenes con algo de nostalgia.
Tomó uno de estos y se prometió que se compraría alguno cuando consiguiera trabajo, practicaría su cocina, y nunca más recibiría burlas al respecto.
Pero justo en ese momento se escuchó el llanto de un niño y un golpe ahogado que provenía desde el callejón a varios metros de donde ella estaba.
Amber volteó por reflejo, y vio salir corriendo de este a un hombre con ropa de plebeyo sosteniendo a un niño pequeño de aproximadamente cuatro años.
El hombre estaba cubriendo la boca del pequeño con una mano y con la otra rodeaba su cintura.
"¡...!"
A la distancia, se escuchaban los pasos desesperados de las personas que los perseguían.
Al ver acercarse el secuestrador, la mano de la joven se apretó al rededor del mango del sartén de hierro de manera inconsciente.
Y cuando este pasó a su lado, ella lo golpeó con todas sus fuerzas en la cabeza, dejándolo mareado y adolorido, obligándolo a detenerse y retroceder un par de pasos.
Aquel secuestrador ni siquiera se dio cuenta de que la loca chica lo golpearía, pues acababa de voltear para comprobar qué tan lejos estaban sus perseguidores.
El primer pensamiento que tuvo, luego del golpe, fue patear a la joven. Sin embargo, era muy tarde, pues pronto una espada se posó en su cuello, amenazándolo, y la joven frente a él se apresuró a arrebatarle al niño.
Todo fue hecho en perfecta sincronía, como si hubiese sido ensayado.
El pequeño niño de cabellos rizados en los brazos de Amber no dejaba de llorar a los gritos, y todo su cuerpecito estaba temblando.
Debió haber estado aterrorizado.
Ella intentó consolarlo, dándole algunas palmaditas en la espalda, y el pequeño abrazo su cuello, pareciendo tan natural.
Una mujer joven, ataviada elegantemente, venía corriendo apenas a unos pasos de distancia del caballero que había amagado al secuestrador, y se apresuró a tomar al pequeño niño de los brazos de Amber, abrazándolo fuertemente mientras lloraba.
"Mi pequeño Carlo, mamá promete jamás volver a perderte de vista. ¡Gracias a la diosa karat estás bien!"
Detrás, también corrían un segundo caballero, una mujer de mediana edad vestida de sirvienta y una niña que parecía tener tan solo tener siete años, muy probablemente se trataba de la hermana mayor del niño.
Entonces la mujer joven pareció notar a Amber y se apresuró a agradecerle entre lágrimas
"¡Gracias! ¡Muchas gracias señorita! Ha salvado a mi niño"
Ella había logrado ser testigo del golpe que la joven le había dado al secuestrador de su pequeño hace poco.
Cuando las cosas se calmaron, y los guardias que patrullaban la capital se llevaron al secuestrador, la mujer joven se presentó como la esposa del dueño de una compañía mercantil muy próspera en el reino.
Y por sugerencia de su hija, invitó a Amber a una popular tienda de postres recién abierta.
Entre la plática, la mujer joven le contó qué habían sustraído al niño en un descuido suyo y luego se inició la persecución que había logrado ver.
Al parecer, la Nana del pequeño había tenido que abandonar su puesto hace poco por qué estaba por casarse, y ahora estaban buscando a alguien adecuado.
"... Rosa, la Nana de mi hija mayor, no puede hacerse cargo de ambos... y Carlo es muy inquieto. Estoy segura de que si no hubiera insistido en salir hoy a pesar de aún no contar con un remplazo, esto no habría ocurrido"
La mujer de mediana edad parada detrás de la niña se apresuró a consolar a su señora
"Mi dama, no tiene por qué culparse... yo debí haberme dado cuenta de que el joven amo se había detenido a ver un juguete"
Amber dudaba en hablar.
¿Era posible que su suerte fuera tan buena justo cuando había decidido darse por vencida?
Esta familia de comerciantes necesitaba con urgencia a una Nana, y a ella le encantaba cuidar de los niños, el trabajo parecía ser perfecto para ella.
Fue entonces cuando la mujer llamada Rosa le preguntó
"Y usted señorita... no quiero parecer muy atrevida, pero... de casualidad, ¿Le gustaría aplicar para el puesto de Nana del joven amo Carlo? He estado observando al joven amo y a él parece agradarle mucho"
El niño volteó a ver a Amber con la boquita llena de pastel y le sonrió brillantemente, sonrisa que ella le devolvió.
La mujer joven aplaudió contenta y tomó la mano de Amber impulsivamente
"Sí, sí... ¡Acepte!... Si está trabajando en otro lugar, nosotros estamos dispuestos a pagarle más"
Amber sonrió y le contó a la dama parte de su situación.
"No habrá problema si no tienes una carta de recomendación. Eres la salvadora de mi pequeño Carlo, y eso basta para saber la clase de persona que eres"
La mujer se apresuró a pedir pluma y papel al empleado de la tienda y anotó el nombre de su compañía mercante y la dirección de su casa para entregársela a Amber
"Lamentablemente, mi esposo está de viaje, por lo cual no estará en casa estos días, pero puedes venir a vernos temprano dentro de tres días. Para entonces ya habremos arreglado todo"
La mujer joven le entregó el papel, Amber le agradeció y se despidieron en este punto.
La joven quiso reír al ver al pequeño niño, todavía a la distancia, agitando su pequeña manita diciéndole adiós.
La suerte por fin parecía sonreírle, ahora tenía un trabajo y esta parecía ser una buena familia, llena de calidez.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...